El cine que veremos con Donald Trump (3ª parte)

“Como dicen en la película de Volver al Futuro, a donde vamos no necesitamos carreteras.” – Ronald Reagan

9 de enero, 2017

“Como dicen en la película de Volver al Futuro, a donde vamos no necesitamos carreteras.” – Ronald Reagan

El cine de los años ochenta es recordado con nostalgia por todo mundo, en especial cuando se habla de sus cintas más emblemáticas. Significa la evolución de los efectos visuales y sonoros, de cintas que en comparación a las de hoy en día se sienten demasiado complejas anecdóticamente, y sobre todo, muy familiares. Series de tv (y online) como Stranger Things o filmes como Turbo Kid (2015, Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell) hablan de ese periodo como momentos inolvidables e irrepetibles. La gran industria ha volteado a este tiempo para “resucitar” franquicias olvidadas y realizar remakes, precuelas o secuelas tardías de los grandes éxitos como Duro de matar (A Good Day to Die Hard, 2013, John Moore), Indiana Jones (Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull, 2008, Steven Spielberg), entre otras. Pero lo que pocos recuerdan es que todo esto fue el reflejo de las políticas de Ronald Reagan.

En la película Watchmen, Los Vigilantes (Watchmen, 2009, Zack Snyder) se retoma la novela gráfica homónima del autor inglés Alan Moore y el dibujante Dave Gibbons, aparecida en 1986 y que es una crítica muy directa a la América de Reagan. En ella, aparece un Richard Nixon anciano que se ha eternizado en la presidencia de los Estados Unidos, gracias a que el Senado aprobó la reelección por más de dos periodos. La guerra de Vietnam fue ganada debido a la intervención de los “vigilantes” del título y un “metahumano” producto de un experimento nuclear fallido. Más que la historia del personaje que investiga los asesinatos de varios ex vigilantes, importa el entorno político y social que se observa, con crímenes por todos lados, miedo y paranoia, debidos a la permanente amenaza de una tercera guerra mundial. Moore, en su obra, es contundente; Ronald Reagan es la extensión de esa política oscura y retrógrada de Nixon.

Los temas recurrentes del cine de los ochenta son, sobre todo las evasiones familiares, llenas de efectos visuales (algunos francamente chafas), por ejemplo, Los Goonies (Goonies, 1985, Richard Donner), Los cazafantasmas (Ghostbusters, 1984, Ivan Reitman), ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit, 1988, Robert Zemeckis), entre otras. También se realizaba mucho cine triunfalista, anécdotas de deportistas, músicos, bailarines, etc., que elevaban el espíritu humano, tal cual Karate Kid (1984, John G. Avildsen), Rocky III (1982, Sylvester Stallone), Baile Caliente (Dirty Dancing, 1987, Emile Ardolino), etc. Las comedias de adolescentes que despertaban al sexo y a la vida adulta, estaban más que en boga, casi todas calcadas de El club de los cinco (The Breakfast Club, 1985, John Hughes) y Picardías estudiantiles (Fast Times at Ridgemont High, 1982, Amy Heckerling). Otra tendencia, de la que hablaremos después, fue el cine erótico que usaba los montajes tipo “videoclip”, llenos de canciones y música electrónica. Las grandes hazañas históricas, bélicas, bíblicas y del oeste fueron sustituidas por la ciencia ficción, influenciada, básicamente, por tres cintas que, de una u otra forma, mantienen vigentes en sus planteamientos morales y filosóficos: Blade Runner (1982, Ridley Scott), Mad Max (1979, George Miller) y sobre todo, La guerra de las galaxias (Star Wars: Episode IV – A New Hope, 1977, George Lucas).

Visualmente, la influencia de Blade Runner se verá reflejada en prácticamente todo el cine, pero curiosamente, la ciencia ficción preferirá la estética de Star Wars y Mad Max¸ principalmente de sus secuela, Guerrero de la carretera (Mad Max 2: The Road Warrior, 1981, Miller), que a su vez estaba basada en los westerns, la gran contribución norteamericana al cine. Al ser una cinta australiana, Miller pudo darse el lujo de atascar a sus cintas de violencia gráfica, a diferencia de las películas norteamericanas que la copiaban. En las tres (cuatro, si se cuenta la última, Fury Road, 2015, del mismo director) se mostraba un mundo post apocalíptico, en el que la escases de gasolina y alimentos, generan un ambiente de violencia constante y la ausencia de autoridad permite que personajes oscuros y dictatoriales gobiernen a su modo… Tal y como lo hacía Reagan.

Blade Runner también hace una especie de paráfrasis temprana de lo que acontece con el pésimo actor venido en pésimo presidente. El universo presentado aquí está tan contaminado que siempre está lloviendo, la población no habla entre sí y están prácticamente aislados. Unos androides escapan de las minas Marte, pero como son semi humanos, son casi imperceptibles, así que contratan a un cazador de “replicantes”. Poco a poco, el cazador y el público, descubren el grado de deshumanización existente, tanto así que las máquinas tienen más sentimientos propios de nuestra especie. Los “replicantes” pueden ser los comunistas y sus creadores los capitalistas, quienes a su vez, quieren, a toda costa, destruir a su creación.

Pero no todo el cine de Ciencia Ficción era tan crítico, de hecho, en su mayoría se sumaba a la idea de que los extraños, los comunistas, eran los malos y los héroes eran los abnegados capitalistas. Prueba de ello es Alien 2: El regreso (Aliens, 1986, James Cameron). Secuela de Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979, también de Ridley Scott). La primera parte era una metáfora del miedo a los que son diferentes a nosotros, que ese terror viene desde dentro y nos atrapa en una cápsula de la cual es difícil escapar. En la primera secuela ochentera, el personaje de Ripley (Sigourney Weaver) regresa a buscar a los sobrevivientes del planeta de donde salió el primer extraterrestre. La cinta es un alegato militar brutal, en el que los marines demuestran su poderío, aunque son devastados. Ripley pasó de ser una sobreviviente a ser una guerrera que salvará a la galaxia de los malditos monstruos de baba radioactiva, como cualquiera de los “indestructibles”.

                  En las siguientes entregas, hablaremos, ahora sí, de La guerra de las galaxias, de los hijos bastardos de Bertolucci y de los más americanos de los sueños que venían desde Israel.

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