Cindy la regia o por qué nadie quiere a los críticos de cine

Desde que se anunció la filmación de Cindy la regia (2020), comenzó una muy dura campaña de desprestigio hacia la cinta. Basada en una historieta...

28 de febrero, 2020

Desde que se anunció la filmación de Cindy la regia (2020), comenzó una muy dura campaña de desprestigio hacia la cinta. Basada en una historieta – muy regular, por cierto – escrita y dibujada (es un decir) por Ricardo Cucamonga, las expectativas hacia ella no iban más allá de lo que hoy en día se conoce de su productor, Francisco González Compeán: Mirreyes contra Godínez (2019), Loca por el trabajo (2018), No se aceptan devoluciones (2013) o Loca por el trabajo (2018), es decir, se esperaba más de la mugre de siempre. Sin embargo, la película dirigida por Catalina Aguilar Mastretta y Santiago Limón, resultó muy sorprendente.

La cinta cuenta lo que ocurre cuando una chica oriunda de San Pedro Garza-García, la ciudad más cosmopolita de Monterrey, sale aterrorizada de su terruño hacia la CDMX, debido a que recibe la petición de matrimonio que tanto esperaba, de parte de su novio con quien lleva una relación de más de ocho años. A su llegada a la capital del país, es recibida por su prima, una “godín” lesbiana y hipster cuya novia es una DJ que oculta su sexualidad a su católica familia; su abuela que abandonó a su familia en San Pedro para empezar una vida nueva, y un fotógrafo que entierra su talento y ambiciones en su ingrato trabajo en una revista femenina. Su arribo afectará sin querer la rutina de los demás y a su vez, le dará una lección de vida.

El guion es quizá lo más flojo que tiene, ya que está cargado de lugares comunes y personajes estereotipados (la sirvienta cómplice, el papá que a pesar de ser rico sigue sintiéndose ranchero, la prima lesbiana y representante de su novia DJ, etc.). Sin embargo, la directora tiene la capacidad suficiente para sortear estas debilidades. Técnicamente no tiene nada sorprendente, pero el retrato que hace del universo hipster “rococó” (Roma, Condesa y Coyoacán) y de la neocapitalista ciudad regia, es bastante acertado, además que algunos diálogos son bastante afortunados y sacan bastantes sonrisas, aunque nunca logren que uno se doble de risa. Las actuaciones son correctas y hasta la desagradable Martha Debayle está muy bien en su papel de una muy desagradable Martha Debayle.

Ahora bien, aunque no es la mejor película hecha en el país, es por lo menos disfrutable y hasta gloriosa en comparación a otras que se han estrenado en estos días, como la muy tediosa Placa de acero (2019, Abe Rosenberg). Es un filme congruente con el trabajo de su directora. Desde la excelente Las horas contigo (2015), pasando por Todos queremos a alguien (2017), hasta Cindy… hay un intento de reflejar el universo femenino y cómo la mujer tiene que luchar para romper el molde que le han impuesto. Aguilar Mastreta (Santiago Limón no se ve en ningún lado afortunadamente) no intenta hacer cintas personales, reflexivas o herméticas, de las que ganan festivales, sino experiencias que el público pueda disfrutar. Son muy comerciales, es verdad, pero con cierto oficio y aunque la adaptación de la historieta de Cucamonga no es la mejor de su filmografía, sí es la más exitosa financieramente hablando. 

El problema con la cinta ha sido la muy extrema renuencia de la crítica, quienes han reaccionado a ella de forma muy radical. Hay tres tendencias que son, en todos los sentidos, muy idiotas y medianamente o nada fundamentadas.

Lo primero tiene que ver con el odio generalizado hacia el cine mexicano, principalmente el realizado para público masivo. Si bien es cierto que el grueso de la producción de este tipo son comedias románticas que no tiene ni la más mínima partícula de calidad, producidas como pan caliente y sin ninguna pretensión más que la de sacar dinero fácil y rápido, también hay que reconocer que es totalmente antiético el hecho de que un crítico se deje llevar por sus prejuicios personales y llame a la cinta “basura” solo por decirlo. 

Lo siguiente ha sido el hartazgo generalizado hacia el cine de “empoderamiento”, películas que con la falsa bandera del feminismo venden un mensaje de odio hacia los hombres o en su defecto, le dicen a la mujer que puede ser muy feminista, muy empoderada, pero que debe cumplir con el papel al que está destinada, es decir, casarse, tener hijos, cuidar a su familia, someterse por voluntad propia. 

El tercer y más grave de los prejuicios que han surgido alrededor de la producción de González Compeán – quien ha ayudado a crear obras como Amores perros (2000), Por la libre (2000) y Voces inocentes (2004) – ha sido el ataque generalizado hacia Fernanda Solórzano, quien escribió un ensayo ensalzando las virtudes del filme, titulado Cindy baila sola”. Tras su publicación saltaron múltiples voces encargadas de vilipendiarla por haber notado cosas que muchos no vieron. Los ataques fueron encabezados por el “líder” Kristoff Raczynski, y de ahí pa’l real. Twitter y Facebook se llenó de comentarios hasta ofensivos para ella, todos sin un planteamiento que fuera más lejos que el comentario de odio sin sentido. Sin embargo, esto no parece haber afectado su desempeño en taquilla, y hoy por hoy, sigue en cartelera. Léase que al público en general le valieron gorro las críticas, o quizá por lo polarizadas que están, y han abarrotado las salas en las que se exhibe.

El error mayúsculo que tuvieron mis colegas es que, para empezar, Cindy… no es en sí una comedia romántica, o por lo menos no en los parámetros elementales del género. El personaje principal no alcanza la realización personal por medio del amor de otra persona, sino hacia sí mismo, no cambia su esencia, simplemente entiende que hay un universo más allá de San Pedro Garza y que lo importante no es cumplir con el papel que nos impone la sociedad, sino encontrar lo que nos hace sentirnos bien, aunque al final del día no cambie nada. No hay feminismos falsos en eso, de hecho, ni siquiera busca reflexionar sobre el empoderamiento, sino que muestra, quizá de forma superficial, una liberación de las ataduras. Es algo similar a lo planteado en Legally Blonde (2001, Robert Luketic), obra con la que es más cercana que a sus equivalentes mexicanas, en el que el personaje principal, la rubia “boba” Elle Woods, oriunda de Beverly Hills (algo así como el San Pedro Garza-García californiano), decide entrar a estudiar leyes a Harvard para recuperar al amor de su vida. En un viaje inverso pero equivalente al de Cindy, Ellie descubre que hay gente diferente a ella, encuentra que tiene un valor mayor al que le marca la sociedad y rompe con el estereotipo para el que está programada. En el desenlace del filme, “la boba” no solo resuelve un error que pudo costarle la cárcel a su cliente, sino que se percata que puede ser una excelente abogada y al igual que “la regia”, al terminar la cinta encuentra el amor, pero como algo secundario. En la escena final de Cindy la regia, por medio de su reflejo en el espejo, ha encontrado, por fin, su propia aceptación.

Un filme agradable, que si se ve sin prejuicios puede resultar entretenido, aunque eso sí, está a kilómetros de distancia de ser la gran película mexicana.

 

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