Camino a Marte, dejando atrás al buen cine

Camino a Marte se estrena en las carteleras, pero por desgracia no llega ni a los cuernos de la luna.

15 de diciembre, 2017

Camino a Marte se estrena en las carteleras, pero por desgracia no llega ni a los cuernos de la luna.

Una de las más antiguas costumbres del cine mexicano es la de realizar “fusiles”, es decir, tomar cintas e historias que fueron exitosas en otras partes del mundo o en otros tiempos y usarlas como base para sus producciones. Casos de estos han habido desde que llegó el cinematógrafo de Lumiere a nuestro país. Durante el periodo del cine mudo, los Hermanos Alba, crearon el corto El aniversario del fallecimiento de la suegra de Enhart (1922), inspirada en las comedias del francés Max Linder, que a su vez sirvió a Charles Chaplin para crear a su famoso vagabundo. Del mismo modo, durante la llamada “Época de Oro”, varios de sus más recordados éxitos fueron robados de otras fuentes, como ocurrió con La otra (1946, Roberto Gavaldón) que se basó sin crédito en Stolen Life (1939, Paul Czinner), lo cual quedó en evidencia cuando ese mismo año se estrenó un remake norteamericano, A Stolen Life (1946, Curtis Bernhardt y Jack Gage), realizado, sin saberlo, casi al mismo tiempo que la versión mexicana. Otro caso fue el de Rogelio A. González , quien al parecer fue especialista en robar ideas ajenas y filmó Un rincón cerca del cielo (1952) y su secuela, Ahora soy rico (1952), copiadas casi con papel calca de The Crowd (1928) de King Vidor; o Escuela de vagabundos (1956), “inspirada” libremente en Merrily We Live (1938, Norman Z. McLeod). La costumbre fue tomada una y otra vez en varios trabajos durante muchas décadas, al grado que hoy se ha vuelto algo tan común que el mismo público ya ni lo siente. Y precisamente, Camino a Marte (2017, Humberto Hinojosa Ozcariz) es uno de estos ejemplos.

La anécdota es la suma de varias referencias a cintas como Starman (1984, John Carpenter), y The Day the Earth Stood Still (2008, Scott Derrickson, remake de la homónima de Robert Wise, de 1951), las cuales cuentan historias similares a la de ésta: Una nave extraterrestre se estrella en la tierra y por accidente mata a un motociclista. El extraterrestre salido de ella, decide abducir al cuerpo y se topa con una pareja de jóvenes que se disponen a irse de último viaje, ya que una de ellas es una enfermo terminal. En el camino, el alienígena, que fue enviado a la Tierra a destruirla, aprenderá que hay cosas que valen la pena rescatar de este mundo malherido.

Decir que es una mala película sería caer en la pose. En realidad, no lo es, o por lo menos no técnicamente. Pese a algunos errores en la fotografía, ésta llega a presentar escenas de belleza poco frecuente en el cine mexicano. La música, aunque a veces llega a ser un poco plana, es de una belleza poco oída en el país. El ritmo de la cinta va bien, no abusan de su anécdota y aunque las situaciones a las que se enfrenta el protagonista parecen no ser un elemento suficiente para que aborte o decida llevar a cabo su misión, no se siente cansada y finaliza cuando debe terminar.

Las actuaciones de Tessa Ia y Camila Sodi son solventes y sorprende sobre todo la Sodi, que se empata al nivel de Tessa, una de las mejores actrices de la nueva generación. Luis Gerardo Méndez insiste en demostrar que sabe actuar aunque en realidad no lo hace, y lo que siempre se ve es a Javi Noble en Nosotros los Nobles, Javi Noble en Club de Cuervos, Javi Noble en Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando, Javi Noble en… Su actuación es elemental, al grado de la ridiculez y uno no sabe si estamos ante un retrasado mental o un hipster pacheco hablando de los mensajes satánicos ocultos en las canciones de Parchís, en lugar de un extraterrestre tratando de comprender a la humanidad. Los diálogos intentan ser trascendentes pero caen en lo ridículo, al grado de hacer que Eliseo Subiela (Hombre mirando al sudeste, 1986; El lado oscuro del corazón, 1992) parezca más profundo que García Márquez.

Muy poco cine de ciencia ficción se ha realizado en México y prácticamente todo es basura. En el caso de Camino a Marte, se salva sólo por el hecho de que no lo es, aunque aparentemente maneje algunos de sus elementos. Si se logra ver sin muchos miramientos, quizá resulte un tanto entretenida, pero por desgracia, la suma de sus logros es inferior a sus fallas. Empezando por el hecho que las fuentes en las que se “basa” son superiores como unidades o en su conjunto, vamos, al lado del Javi Noble Skywalker, el extraterrestre de Paul (2011, Greg Mottola) resulta por lo menos más simpático y entrañable.

En estos tiempos en que la filmografía mexicana ha perdido el rumbo, que se debate entre reproducir las fórmulas de Hollywood en su forma más comercial o de lo que aman en los festivales mundiales, Camino… no es ni lo uno ni lo otro. No es una cinta de arte, pero tampoco es un filme comercial. Su problema, fatalmente, es su falta de definición. Una lástima, porque fue producida con fondos estatales. Si algo demuestra es que seguimos sin encontrar el camino hacia el buen cine.

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