Bohemian Rhapsody: La historia de Freddie Mercury, según los que quedan de Queen

Bohemian Rhapsody: La historia de Freddie Mercury, según los que quedan de Queen. La esperada biopic sobre el vocalista de la legendaria banda de rock,...

9 de noviembre, 2018

Bohemian Rhapsody: La historia de Freddie Mercury, según los que quedan de Queen.

La esperada biopic sobre el vocalista de la legendaria banda de rock, rompe taquillas y divide a la crítica.

A principios de los años 90, en el Auditorio Nacional, anunciaron la proyección de un concierto de Queen, que había sido grabado con un formato de alta definición experimental, parecido al IMAX, desarrollado por la NASA, y que nunca se había exhibido. Un buen amigo mío, de esos que se perdieron en el tiempo, Víctor Hugo, al que de cariño le apodábamos “Bonzo” (nunca supe por qué), estaba obsesionado con que fuera con él a ver el “concierto de Queen”. Como amante y proto crítico de cine que me sentía en ese entonces, decidí acompañarlo para conocer la desconocida, para mi, nueva tecnología. Debo reconocer que fue una experiencia bastante rutinaria, porque la proyección no era mejor que otras que había tenido oportunidad de ver, pero eso sí, el sonido era extraordinario y el ambiente también. Estábamos sentados junto al proyector y al finalizar, el proyeccionista me mostró el funcionamiento del aparato. Pero curiosamente, mi amigo estaba perdido en una especie de éxtasis que nunca pude compartir. Esa misma situación la vi en mucha gente ahí reunida. El recuerdo se me perdió con el tiempo. No fue sino hasta que vi Bohemian Rhapsody: La historia de Freddie Mercury (2018, Bryan Singer), al ver la reacción del público y de mi mujer, en particular, que de pronto, como un balde de agua fría, me regresó a la memoria ese momento.

La cinta cuenta, como el subtítulo añadido en México indica, la vida de Freddie Mercury, enfocándose en su temporada como frontman del grupo Queen. No creo que sea necesario realizar una sinopsis mayor, cuando todo mundo conoce los detalles de su vida y obra: Que era homosexual, que le costó trabajo salir del clóset, que era de origen egipcio, que hacía las fiestas más memorables vividas en Londres y que fue uno de los primeros famosos en fallecer a causa del VIH.

Es difícil enfrentarse a una cinta así siendo objetivo al 100%, principalmente por lo que significó para muchos la mítica banda, y lo noto en la reacción de prácticamente todos los que han realizado – o intentado hacer – críticas sobre ella. Para muchos es una película que deja mucho qué desear cinematográficamente; consideran que por la vida de Mercury y por el tiempo en que se desarrolla el trabajo, podría dar para críticas más profundas, que se podrían contar los excesos tan mitológicos que se cuentan sobre él (las famosas fiestas, por ejemplo; el que tuvo múltiples amantes ocasionales; el “noviazgo” que muchos sospechan tuvo con David Bowie, etc.) o por el contrario, hay los que se dejan levar por la euforia de sus gustos personales y la consideran la película esperada y un espectáculo que dignifica al ídolo. Y curiosamente, ambos tienen razón.

La producción deja muchos puntos pendientes en cuanto a la mitología que rodea al personaje, por ejemplo, no se llega a mencionar su relación con la recién fallecida soprano española, Monserrat Caballé, con quien mantuvo una gran amistad y complicidad, y con la que grabó su último disco (se dice que ella fue una de las primeras personas en enterarse de la enfermedad del cantante), un momento tan especial, que daría incluso para hacer una película independiente o una secuela. Otra cosa que se le ha criticado mucho es que falsea o corrompe muchos acontecimientos y por ejemplo, en el filme, la revelación de su enfermedad ocurre momentos antes de la participación del grupo en Live Aid en 1985, aun cuando en la vida real, el artista supo de su padecimiento hasta 1987. Sin embargo, como muchos apuntan también, la reproducción de época es impecable, así como la recreación de los conciertos y las sesiones de grabación, que son prácticamente calcados al detalle – el impresionante montaje de su recital en Live Aid, pasará a la historia como uno de los mejores momentos musicales del cine en el siglo XXI, seguramente. Las actuaciones son deslumbrantes, destacando el parecido cuasi clonesco de los 4 integrantes del grupo y de todas las personas retratadas. Cabe mencionar que no es sólo la estupenda caracterización de Rami Malek lo que destaca, sino la imperceptible creación que hace Mike Myers de un empresario disquero, quien demuestra que es mucho más que un tipo simpático y que es uno de los mejores histriones ingleses que existen.

Desechando todo lo que se ha escrito y dicho de ella, y tratando de ser totalmente objetivo, hay que reconocer que estamos ante una de las cintas más disfrutables dentro del muy inefable subgénero de las biopics musicales. Si bien es cierto que hay muchas cosas que se pueden achacar a el hecho de que Brian May y John Taylor, 2 de los sobrevivientes del grupo, estuvieron como consultores, o que los productores, en el afán de hacer un filme PG-13 instigaron que se realizara una versión descafeinada del asunto, la verdad es que estamos ante algo que sobrepasa lo meramente cinematográfico. Empezando por el director original, Bryan Singer, que por motivos nada claros quedó fuera de la producción antes de terminarla (se decía al principio que fue por el escándalo sexual en que está envuelto y a últimas fechas que por mal comportamiento). Singer, aunque no es el director más grande que existe, ha sido muy congruente, para bien o para mal, con su discurso cinematográfico. Siempre, desde sus primeros filmes, como The Usual Suspects (1995) y X-Men (2000), se ha dedicado a hablar de los que son atacados por ser diferentes, de los inadaptados, lo cual queda más que claro en la que quizá sea su mayor obra, la serie de TV, Dr. House. Con Bohemian Rhapsody estuvo frente a la que pudo ser sino su opus magnum, sí su filme más personal. Fue sustituido por un hábil pero poco talentoso Dexter Fletcher, quien quizá desechó mucho de lo que planeaba hacer Singer. Por desgracia, nunca vamos a conocer la versión del realizador, pero se pueden ver muchas de sus virtudes en lo que se presenta al público. No quiero minimizar a Fletcher, ya que logró en su montaje un retrato vibrante del artista, pero los mayores logros tienen, indudablemente, la huella de su predecesor, como la antes comentada escena del Live Aid.

Volviendo al recuerdo de un principio, creo que al final, a pesar de lo duras o complacientes que lleguen a ser las críticas hacia la película, lo más importante es que es una obra disfrutable, conmovedora, que deja a los espectadores así, como a mi tan querido amigo, en el éxtasis total. No es la cinta esperada sobre el cantante, es cierto, pero es la obra que necesitaba el ser humano que era Freddie Mercury; una persona que nunca quiso hablar de su vida personal, que era él mismo en el escenario y una fachada fuera de él, como me lo explicaba hace años “El Bonzo”, y me lo repitió ayer mi mujer. Mercury era la voz de los que rechazados, de los que eran diferentes, de los que buscaban la aceptación y encontraban en cada fracaso la fuerza. Su música no necesitaba una obra rebuscada y oscura como The Doors (1991, Oliver Stone), ni tan realista como A Star is Born (2018, Bradley Cooper), mucho menos tan chantajista como What’s Love Got to Do with It (1993, Brian Gibson). Lo que hizo – o mejor dicho, hubiera – hecho Singer, es lo que se requería para homenajear y celebrar al que para muchos es el mejor intérprete de la historia del rock: Un espectáculo total, emotivo y memorable. Muy recomendable.

 

Para mi mujer, Gisela. Para mi hermano Ramón, que sólo puede dormir si le cantan Rapsodia Bohemia. Para mi querido amigo Bonzo, donde quiera que estés.

 

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