1917, la mejor película para ver en tu X-Box One

Por Luis Jurado Cuando 1917 (2019, Sam Mendes) ganó el Golden Globe a la mejor cinta dramática, un usuario de twitter comentó “Más vale que...

24 de enero, 2020

Por Luis Jurado

Cuando 1917 (2019, Sam Mendes) ganó el Golden Globe a la mejor cinta dramática, un usuario de twitter comentó “Más vale que sea la mejor p**a película de la historia o se van a empezar a soltar los m*dr*z*s en las salas de cine”. Sí, la expectativa por verla, lógicamente, se elevó todavía más por haber destronado a la predilecta del público, Joker y a la obra maestra de la década, The Irishman. Evidentemente, es el caballo favorito de las quinielas en la próxima entrega de los Premios de la Academia.

La cinta cuenta la historia de 2 soldados que durante la 1ª guerra mundial son enviados a avisar a un comando que detengan un ataque que planean porque probablemente se encuentran en una emboscada. Me van a perdonar el spoiler, pero lo que sigue es precisamente lo que ya saben que va a pasar: Uno de los 2 no quiere ir, el otro va porque su hermano es parte del batallón en peligro, hay una escena de acción, luego un momento de paz, otra escena de acción, otra escena de paz, otra escena de acción, otra escena de paz y así. El guión es tan elemental que hasta hace parecer complejos los de Manolo “el Cacas” Caro. Los diálogos son demasiado sosos y no se desarrollan muy bien a los personajes, básicamente porque no hay tiempo para hacerlo entre una tanda de madrazos y otra. Y ese es sólo el más evidente de los problemas que presenta el metraje. Visualmente es apabullante, es quizá la mejor fotografía que se ha visto en cine desde The Revenant (2015, Alejandro González Iñárritu). Vamos, cada fotograma podrían imprimirse y colgarse en cualquier pared. La edición busca dar el efecto de un largo plano secuencia de más de una hora pero por desgracia, no se logra del todo, además que le es difícil cubrir lo anti climático del final.

Mendes intenta abarcar todo y no logra apretar nada. Parece que el muy estimable oficio demostrado en la hoy políticamente incorrecta American Beauty (1999) y en Road to Perdition (2002) o se apagó cuando se encargó de revitalizar al 007 o simplemente le cayeron 2 maravillosos guiones de esos que ni Martha Higareda podría echar a perder. En esta obra, que si bien no es mala del todo, el autor intenta hacer un homenaje a su abuelo que luchó en la 1ª guerra, y sin embargo, está más cercana a una dignificación del combate. En su cinta, los enemigos y los caídos no tienen cara, son un montón de cadáveres y formas anónimas, los alemanes son malos malos, tanto que al intentar salvar a uno de ellos, asesina a uno de los protagonistas (no les digo cuál ni en qué momento, porque no soy tan ojaldra) y los soldados tienen como prioridad la patria, el compañerismo y sobre todo, el salvar la vida de los demás.

Uno de los errores más grandes del trabajo viene de la mano de un personaje en particular: Se corta la mano, le cae un techo entero, se cae de un puente, le disparan, lo persiguen, salta a un río, cae por una cascada y en la siguiente escena empuja un camión atascado como si nada. Es decir, al director se le olvidó que no está en una película de James Bond y que los seres humanos no soportamos el castigo constante a ese nivel, por muy heróicos que intentemos ser.
A pesar de lo hermoso de la fotografía, hay que reconocer que Fernanda Solórzano, en su crítica para Letras libres, observa muy acertadamente que, técnicamente, el realizador llega a banalizar su propia obra al hacerla parecer más cercana a un videojuego que al cine. Y eso es lo que ha apantallado a la mayoría de los críticos millenias y a los que (parafraseando a Solórzano) siempre se la pasan aplaudiendo todo como focas. Ellos crecieron con una narrativa cercana a lo realizado por Mendes, en la que el intérprete es seguido por la cámara a donde va, cumple una misión, tiene un descanso en la que interactúa con personajes que le darán objetos y tips para cumplir su función en su siguiente cometido y así, hasta que llega con un “jefe” y tiene su “cinemática” de cierre. Así funciona 1917. Y esa es la estructura que conforma su guión.

Irving Javier Martínez, en su atinado artículo para ZoomF7 – titulado muy oportunamente, “Arte al servicio de la técnica” – comenta que la cinta es para el público anglosajón lo que Roma (2018, Alfonso Cuarón) fue para los mexicanos el año pasado, es decir “una historia austera promocionada como un trabajo introspectivo y autoral”.

La obra promueve valores que fácilmente pueden llamar la atención de la Academia, porque repite lo que muchas que han ganado su premio, contienen, como el amor a la patria, el valor y el heroísmo altruista y anónimo, que por desgracia, si se mira con detenimiento, es exactamente lo que apela Donald Trump.

Una película regular, que seguramente se disfrutará más cuando salga el videojuego para el X-Box One.

 

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