El voto del miedo

El domingo pasado, en la primera vuelta para las elecciones regionales, los franceses dieron un giro radical hacia la derecha.

8 de diciembre, 2015

El domingo pasado, en la primera vuelta para las elecciones regionales, los franceses dieron un giro radical hacia la derecha. El Frente Nacional, FN, liderado por Marine Le Pen, arrasó con los socialistas del presidente François Hollande y con los conservadores del Frente Republicano, de Nicolas Sarkozy. A Hollande no le sirvió de mucho la respuesta (acertada y efectiva, para muchos) de su gobierno tras los atentados de París. La situación económica, una serie de errores del gobierno y el miedo frente a una islamización radical, llevaron a la debacle de la izquierda en el país galo.

Aunque la historia haya enseñado a los franceses los peligros de las ideologías extremistas, la coyuntura actual es perfecta para el FN y ahora la extrema derecha no sólo ha ganado sufragios debido a la crisis económica, sino también a la amenaza que implica vivir entre terroristas. Llama la atención que la mayoría de los nuevos votos para el FN son de gente joven. Tradicionalmente eran ya mayores los votantes del FN.  

Las urnas hablan lo que votantes callan. Dicho de otra manera, lo que era un secreto a voces, ha dejado de serlo: los franceses ya no quieren a más inmigrantes en su territorio, especialmente, si son inmigrantes musulmanes.

Tras el triunfo del FN, Marine Le Pen dijo que su partido es el único verdaderamente republicano e invitó a todos los patriotas franceses a unirse al FN en la segunda vuelta. 

Pero no siempre fue así. Con la oleada de inmigrantes que llegaron a Francia, a partir de 1950, el país se llenó de musulmanes. Francia les abrió las puertas, les dio todas las facilidades para que empezaran una vida nueva, una vida mejor. En aquel entonces no se veían las ejecuciones repugnantes y violentas a través de vídeos, ni los saqueos de ciudades enteras y mucho menos se mataba a gente a diestra y siniestra en la calle. Gente inocente. Ahora muchos de esos inmigrantes y los que llegaron después de ellos quieren cambiar las reglas de convivencia del país de acogida. No quieren adaptarse a la cultura y a las costumbres de cada lugar. Por el contrario, quieren que sean los franceses, y los europeos en general, los que se adapten a ellos. Rechazan ciertas reglas, cuando ellos mismos jamás permitirían que los occidentales aplicaran sus propias reglas en sus países musulmanes. Utilizan la religión como bastón de mando para cometer sus atrocidades, cuando todos sabemos que no es la religión el problema, sino su interpretación equivocada.  Todo esto, por supuesto, genera desconfianza y miedo entre los franceses, que no están dispuestos a seguirlo tolerando y necesitan de un gobierno fuerte que se encargue del asunto.

La persona que ha conseguido que el Frente Nacional gane nuevos adeptos es Marine Le Pen, luego de que expulsara a su padre, Jean-Marie Le Pen, del partido. Teatro o realidad, el FN tenía que desligarse de su ideólogo, Jean-Marie Le Pen para poder suavizar su discurso ultra nacionalista.  El padre era una ficha.  Antisemita, había dicho que Petain no había sido ningún traidor de Francia, que las cámaras de gas utilizadas durante la Shoa habían sido tan sólo un detalle de la historia, y que ahora los franceses eran gobernados por inmigrantes e hijos de inmigrantes, como el primer ministro Manuel Valls, que era francés sólo desde hacía 30 años, mientras que él lo era desde hacía 1000.

A pesar de la nueva estrategia del FN que consiste en moderar las posiciones políticas del partido, Marine Le Pen se ha mantenido firme con el asunto de los musulmanes en Francia. Al comparecer en un tribunal de Lyon para hacer frente al cargo de incitar al odio racial contra los musulmanes, dijo que Francia estaba ocupada por los inmigrantes, de la misma manera que había estado ocupada por los Nazis durante la II Segunda Guerra Mundial.

Lo que esta mujer propone es una verdadera política de lucha contra la inmigración masiva, sobre todo de la comunidad musulmana, para no exponer a su país a acoger más terroristas islamistas. Su régimen estaría basado en la tolerancia cero y en la expulsión sistemática de los inmigrantes clandestinos. El cierre de las mezquitas radicales y la expulsión de cualquiera que impartiese el odio hacia su territorio. Para ello recomienda la, nada popular medida, de no ayudar a los barcos repletos de inmigrantes y suprimir la cobertura médica de los sin papeles, dentro del territorio francés. Hay que retomar el control de nuestras fronteras nacionales, dijo. Y pretende hacerlo con toda la fuerza de la policía, del ejército y de las aduanas.  

Cuando las ideas de la extrema derecha que condujeron al fascismo en el pasado y dañaron a tanta gente se encuentran en una coyuntura como la actual,  donde un, así llamado, Estado Islámico, demuestra su efectividad para radicalizar a musulmanes de todo el mundo y hacerlos operar, no sólo en atentados con fines estratégicos y simbólicos, como el de París, sino que es capaz de asesinar a sangre fría a unos empleados de oficina en el tranquilo condado de San Bernardino, California y, ¿por qué no?,  en cualquier sitio, a cualquier hora, y en cualquier lugar del planeta…  entonces, el miedo se apodera de la gente, que es capaz de optar por cualquier partido que le ofrezca seguridad; mano dura, como la de Marine Le Pen.

La paradoja radica en que antes de que Al-Qaeda derribara las Torres Gemelas y antes de que el Estado Islámico apareciera en el mapa del terrorismo internacional, la llegada del FN en la Eurocámara se veía ya como un enorme peligro para Europa.

Y ahora, lo que ha pasado puede volver a ocurrir, dijo el presidente Hollande, refiriéndose a las elecciones presidenciales de 2002, en las que Jean-Marie Le Pen, padre de Marine, estuvo a nada de haber ganado en la segunda vuelta contra el ex presidente Jacques Chirac.

En las próximas elecciones presidenciales, Marine Le Pen podría ser electa como presidente de Francia.

El problema con los partidos de ultra derecha europeos: el Partido del Pueblo Danés; La Liga Norte Italiana; Los Demócratas Suecos; Amanecer Dorado, partido neonazi griego; Los independistas flamencos Vlaams Belang de Bélgica; el Partido de la Independencia del Reino Unido; el Partido Liberal Austriaco; y el Frente Nacional francés, es que suelen ser xenófobos y ultranacionalistas, pero más que nada, que rechazan la idea de la solidaridad entre los países europeos, de la Unión Europea que tanto ha costado y que, a pesar de sus fallas, creo que ha demostrado ser la mejor alternativa para competir en un mundo globalizado.  

Una gran parte de los franceses, luego de los atentados de París, ha dicho que prefiere sacrificar libertad a cambio de seguridad. Lo que equivale decir que los musulmanes radicales están echando por la borda muchos de los grandes ideales que se consiguieron tras la Revolución francesa.

Quisiera volver a destacar que con la llegada de la extrema derecha al poder se correría el riesgo de entrar en una atmósfera de xenofobia y satanización de los musulmanes. Y como escribí en mi artículo anterior, los terroristas constituyen una minoría, muy peligrosa, pero una minoría.

Antes de la II Guerra Mundial, los graves problemas económicos y sociales fueron campo fértil para el desarrollo de los regímenes fascistas europeos. Me pregunto si ahora lo que provoque el regreso de ese tipo de regímenes será la amenaza del terrorismo.

¿Dónde quedaron las lecciones de los años 30?

Sólo queda esperar que la moderación del partido sea verdadera y que el FN sea, como afirmó Marine Le Pen, un partido verdaderamente republicano. 

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