Sobre la defenestración de Arturo Escobar

Arturo Escobar, desde ayer ex subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación, renunció a su cargo cunando un juez de la...

27 de noviembre, 2015

Arturo Escobar, desde ayer ex subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación, renunció a su cargo cunando un juez de la Fiscalía Especializada para Delitos Electorales (Fepade) giró orden de aprehensión en su contra. El hecho es insólito en México, donde la impunidad campea. Su defenestración suscita más preguntas que respuestas, toda vez que la demanda por sus ilícitos en el pasado proceso electoral federal existía antes de su nombramiento de subsecretario. Tampoco impidieron que llegara a tal cargo público las protestas ciudadanas. Así que la súbita reversión es un misterio, pues la orden girada en su contra proviene nada menos que de otra instancia del poder Ejecutivo: la Procuraduría General de Justicia, en donde está radicada el área contra los delitos electorales.

¿Qué ocurrió? La falta de información da paso a la especulación. Se habla que rompieron lanzas Escobar y el dueño del partido verde, Emilio González Martínez, El Niño Verde. También se dice que el costo del nombramiento fue tan alto para el presidente que se decidió que otra área del Ejecutivo enmendara la plana. Pero de igual modo puede discurrirse de que se trata de una pequeña luz de esperanza: ¿por fin van a empezar a funcionar las instituciones mexicanas? ¿Cayó en la cuenta el gobierno del enorme costo que implica gobernar en la impunidad y la ilegitimidad, cuando está apenas a la mitad de su mandato? ¿Fue acaso efecto de la enorme presión política nacional e internacional? ¿Es un cálculo político teniendo en el horizonte la sucesión presidencial? Aún no sabemos si aquella luz proviene de que nos acercamos al final del túnel o de un tren que se nos viene encima.

La historia de los cambios, de las transformaciones sociales, suele ser caprichosa. Muchas veces el disparador obedece al mero instinto de sobrevivencia de las elites o al cálculo político y provecho propio, y en otras ocasiones a la presión política y social, o a la combinación de estos y demás factores imponderables. De modo que una pequeña fisura, por las causas más inverosímiles, se convierte en una avalancha imparable que desencadena una renovación de la vida política, y más tarde sus efectos se dejan sentir sobre la organización social y económica. La única certeza es que la sociedad mexicana ha cambiado y se ha vuelto intolerante a la corrupción, al manejo discrecional de nuestro dinero (los impuestos), a la falta de rendición de cuentas y la impunidad de las clases gobernantes y de sus socios. La disyuntiva parece ser encabezar el cambio o causar una catástrofe.

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