La economía mexicana no respondió a un mayor gasto público en 2014, tal y como anticipé en este espacio cuando Hacienda anunció dicha política, que incluyó un incremento de impuestos. En lugar de una alta tasa de crecimiento, como lo previeron fuentes oficiales y privadas, hubo un raquítico crecimiento, efecto de la caída del consumo privado. Este intento keynesiano de romper con el paradigma de dejar que el mercado reanimara a la economía fracasó, y tal vez este gobierno arrumbe cualquier plan futuro para que implemente políticas públicas que impulsen el crecimiento y limiten los sesgos de los agentes del mercado. Así que se regresa a la austeridad, ya anunciada para 2016, con el famoso presupuesto base cero. (Ejercicio que, si es adecuado, contribuiría a ordenar el gasto público y frenar dispendio y corrupción. Y debería empezar por revisar salarios y prestaciones de los políticos).
Pero, ¿por qué fracasó la política consistente en mayor gasto público para impulsar el crecimiento de la economía mexicana? Además de que se gastó mal, pues la mayor parte se destinó a gasto corriente, y se relegó la inversión productiva, hay razones de fondo que explican el bajo rendimiento del gasto, sea público o privado, que impiden que a mayor demanda de productos no haya mayor producción económica. Y estos factores los explica espléndidamente José Antonio Romero, investigador del Colegio de México, en su libro: Grandes problemas. Los límites al crecimiento económico de México. Se trata de un trabajo que revisa críticamente los resultados de la política económica de los últimos 30 años. La obra explica el porqué del bajo crecimiento y la raquítica alza de la productividad laboral, pese a la mayor escolaridad.
“Las reformas estructurales, muestra Romero, han llevado a que… por cada peso que sube el producto nacional se importen 45 centavos. Esta situación vuelve imposible aplicar estímulos fiscales para reactivar la economía, ya que gran parte” del gasto se transforma en más importaciones. Igualmente, la libre importación, que dejó sin proveedores mexicanos a las empresas exportadoras, invalida el uso de otra herramienta clave de política económica, que fue fundamental para el desarrollo de una poderosa industria exportadora en China, Corea y otros países. Me refiero al tipo de cambio. Así, la apertura comercial irrestricta y la libre circulación de capitales impide aprovechar el tipo de cambio para impulsar el crecimiento, pues la caída del peso se traduce en alta inflación y en huida de capitales golondrinos. En suma, esta obra permite concluir que México desmanteló sus herramientas para crecer.
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diciembre 3, 2015