La batalla entre democracia y globalización en Grecia

En México se nos olvida que no somos el ombligo del mundo.

3 de julio, 2015

 

En México se nos olvida que no somos el ombligo del mundo. La apertura económica que sucedió a la crisis financiera de los años ochenta y a la firma de los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y Canadá en los noventa convirtieron al país en una pieza más de la globalización. Lo que ocurre en otras partes del mundo importa no sólo por los altibajos que sufre el peso frente al dólar y otras monedas. En ocasiones, como es el caso de Grecia, los sucesos son relevantes porque involucran a los valores que dan soporte a nuestra forma de ver y comprender el mundo. Aquí se aprecian los límites de la democracia en la era de la globalización, entendida como soberanía popular, que implica la capacidad de los pueblos para dotarse de las instituciones y políticas públicas para enfrentar males sociales como la desigualdad; también está en entredicha la viabilidad del mismo sistema financiero.

¿Qué pasó en Grecia? ¿Por qué en la cuna de la democracia se juega la viabilidad financiera mundial y se aprecian las contradicciones entre globalización y democracia? Los gobiernos griegos cometieron excesos durante el auge económico, exacerbados por la complicidad de la banca de inversión estadunidense que falseó los estados financieros del país y la irresponsabilidad de los bancos alemanes y franceses, los cuales le prestaron sin ton ni son, al grado de que si no se rescata a Grecia se puede colapsar el sistema financiero. Así, su deuda llegó a casi 100% del PIB (cabe decir que naciones como Inglaterra e Irlanda acumulan deudas de ocho o más veces que su producción anual total). La gran recesión de 2007-2008 detonó la crisis. Fue cuando Europa, en particular Alemania, y el FMI decidieron declarar insolvente a Grecia.

Vinieron las políticas de austeridad que causaron una caída de 25% de la producción griega anual; el desempleo general subió a 25% de la población y alcanzó 60% entre los jóvenes. La recesión se convirtió en depresión e incapacidad para saldar su deuda, que superó 200% del PIB. La austeridad profundizó a la crisis. Pero para salir del hoyo los acreedores recetan más austeridad. Ante ello el gobierno griego convocó, este domingo, al pueblo a decidir en un referéndum si continúa o no con la austeridad. La agitación que causó es enorme. Los gobiernos que dominan a Europa se encolerizaron porque los griegos apelan a la soberanía popular para decidir su futuro y amagan con expulsar a Grecia de la eurozona si gana el voto contra la austeridad. Es clara la ruptura entre democracia y globalización. Como escribió Dani Rodrik: no se puede tener a la vez democracia, globalización y soberanía popular.

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