¿Por qué se desacreditaron las políticas de bienestar social y cómo se favoreció la gran transformación conservadora que logró poner el Estado al servicio, ya no del interés general, sino de un puñado de empresas multinacionales, y en particular del sector financiero? ¿Qué fue lo que ocurrió? A estas preguntas responde puntualmente Fernando Escalante en un notable ensayo publicado este mes en la revista Nexos, que tituló Breve historia del neoliberalismo. El trabajo, que forma parte de un libro en prensa que publicará el Colegio de México, es también un mentís a la teoría de la conspiración, que habla de un complot en contra de los intereses de las mayorías. El generoso Estado de bienestar, que prodigó seguridad social a las masas, es un producto histórico, parece sugerir el autor. Es efecto tanto de la gran crisis de los años 30, como de la Guerra Mundial y el surgimiento de la URSS.
Los fenómenos que destruyeron a ese Estado con vocación social son múltiples, y van desde la revolución conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, hasta una gran transformación cultural en el ámbito de la izquierda, que repudia a las burocracias y a los aparatos de control estatal y olvida la igualdad. En el plano económico favorecen este cambio el estancamiento, altos desempleo e inflación en las economías industrializadas, frente al aparente éxito de la extinta Unión Soviética, la crisis del dólar que desde 1971 dejó de ser convertible en oro, el encarecimiento de las materias primas, particularmente el petróleo, la fuerte alza de las tasas de interés en Estados Unidos en los años ochenta, los movimientos guerrilleros y el estallido de la deuda externa en los países subdesarrollados, del que México fue un protagonista.
Argumenta Escalante: “En ese clima de inestabilidad: protestas, huelgas, recesión económica, violencia, terrorismo, transcurren los años setenta…”. Y añade: “Sencillamente, el modelo dejó de funcionar. La reacción no fue producto de una elaboración conceptual… sino del pragmatismo más pedestre…”. En tal contexto, el fin del consenso keynesiano, surge el programa neoliberal. Pero su éxito es inexplicable sin el ánimo radical de la época, donde descuella el papel de la izquierda y del anarquismo, su “denuncia del Estado, de las burocracias, de la regulación, y en defensa de la libertad…”. Cuando se lee la obra de Iván Illich, de clara inclinación de izquierda, parece que se sigue a Hayek, de clara inclinación conservadora, sostiene el autor. Esa convergencia ideológica y su presunta fe libertaria fortalecen y salvaguarda de la crítica al neoliberalismo. Así se captura al Estado a favor del interés particular.
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