Río 2016; ¿Fracasos o decepciones?

El deporte nacional pasa por un mal momento, de eso no cabe duda alguna.

16 de agosto, 2016

El deporte nacional pasa por un mal momento, de eso no cabe duda alguna. El recuerdo del 7-0 propinado hace apenas escasas semanas por el seleccionado chileno a nuestra selección mayor de futbol durante la Copa América volvió a situarse la mente de muchos connacionales tras la eliminación de la olímpica ante su similar de Corea del Sur en los Juegos de Río 2016. En Londres 2012 México obtuvo la presea áurea y esta vez tuvo que despedirse tras una decepcionante primera ronda.

Son 124 los atletas mexicanos que compiten en 25 disciplinas deportivas. Hasta ahora, la cosecha de premios arroja un resultado lamentable: una medalla olímpica (asegurada). Kazajistán tiene siete hasta ahora. Fiyi una, al igual que Kosovo. Muchas opiniones se ha vertido en distintos artículos así como en redes sociales con respecto a la actuación de nuestros atletas y el grado de responsabilidad de cada uno, así como de la CONADE, del Comité Olímpico Mexicano y de las distintas Federaciones deportivas. Fracaso y decepción son los términos más escuchados en estos días.

Siendo sinceros, absolutamente todos y cada uno de los deportistas de élite que han surgido en nuestro país son, digámoslo sin tapujos, garbanzos de a libra. No son, en absoluto, el producto rutinario y permanente de un eficiente sistema de entrenamiento y competencia deportiva. Todo lo contrario. Son más bien individuos que dadas sus innatas condiciones así como dada su determinación, empeño y disciplina (contra todo y contra todos) han logrado acceder a los más altos estratos del deporte internacional; entre ellos puedo mencionar de «bote pronto» a Hugo Sánchez, Soraya Jiménez, Rafael Márquez, Ana Gabriela Guevara (el rumbo que tomó Ana tras despedirse de las pistas ese es ya otro tema) Paola Espinoza, Felipe Muñoz, Fernando Platas, entre muchos otros. Deportistas de élite en un ambiente deportivo más bien mediano.

Los resultados que arroja la participación de la delegación Mexicana en los Juegos Olímpicos de Río 2016 son un reflejo del muy promedio, deporte nacional y las encendidas reacciones de muchos analistas y entusiastas son, también, un reflejo de nuestra falta de perspectiva y de nuestro gusto por buscar culpables donde de haberlos, faltan dedos en cada mano para mencionarlos; es el reflejo de que más que constancia y excelencia deportiva, que debería ser el anhelo permanente por demás, andamos a la caza de medallas, así tal cual.

Para nuestro país, sin embargo, una buena actuación depende de una buena camada de atletas, de salir en "un buen día" o de una suerte de resultados que se entrelazan gracias a la caprichosa Fortuna. Quizás caiga algún buen resultado aquí u otro allá. Quizá. Por mucho que nos gusten las hazañas de superación personal, sacrifico y entrega (y los regresos triunfales, como el del argentino Juan Martín del Potro) lo cierto es que en estos tiempos de enorme globalización y competencia (no sólo deportiva) se requieren bases sólidas, esto es, un enorme grado de eficiencia y preparación para lograr impulsar el deporte de clase mundial. Aún más para ganar. Unas centésimas de segundo (como las que llevaron a Michael Phelps a su medalla olímpica número 20) bastan para decidir entre vencedores y vencidos.

Ahora bien, no puede existir decepción sin expectativa. Acorde con su definición etimológica, ambos términos están ligados y no puede existir uno sin el otro. Para que ésta se encuentre presente se requieren dos elementos (emociones) esenciales: sorpresa y pena. El fracaso, por otro lado, se define como un «resultado adverso o falta de éxito». Con base en ello, podemos describir (y calificar) con mayor puntualidad la actuación de los atletas olímpicos así como de los órganos y organismos de los cuales dependen.

Veamos.

La selección Mexicana olímpica de futbol: aquí si, ni qué hablar. Ante la presencia de expectativa y los resultados adversos, podemos constatar tanto un fracaso como una decepción a partes iguales; se trata del campeón olímpico y el deporte más relevante a nivel nacional, a aquel al que se prodigan más atenciones y recursos. Mala planeación, un inadecuado plan de trabajo y falta de carácter en lo individual (sumado a un par de lesiones de esas que no se pueden presupuestar). Quizás, el mayor retroceso del deporte olímpico nacional es éste. La FMF (de la cual ya he hablado en anteriores ocasiones) no es sino poco más que un organismo corrupto y avejentado que vive de sus propios intereses. Nada que agregar.

Aida Román, la medallista de plata en Londres 2012 y Campeona de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2010 quedó a deber. Un top 10 resultaba mínimamente lógico como objetivo, un top 5, probable. ¿Fracaso? Sí. ¿Decepción? También. Además, poca o nula autocrítica por parte de la atleta, acorde con lo que escuchamos de ella en diversas entrevistas tras su eliminación. Parece ser que ya hemos visto lo mejor de Aida en competencias oficiales.

Por otro lado Alejandra Valencia sacó la casta en la misma disciplina y cayó en semifinales ante Lisa Unruh; considero que existe potencial en ella pero sus desafortunadas declaraciones dejan ver que, aunque posee talento, carece de madurez. Al tiempo. Para ella, ni fracaso ni decepción.

Paola Espinosa: La medallista de bronce en 2008 y plata en 2012 se situó en un adecuado sexto lugar; las pruebas se vuelven más y más competitivas (aquí y en China, que en este caso  es el rival a vencer) conforme pasa el tiempo y las exigencias para un atleta veterano aumentan. No se puede calificar de decepcionante la actuación de Paola aunque sí resultó, en retrospectiva, quizá un poco más limitada de lo esperado.

Vanessa Zambotti Barreto, medallista en Juegos Panamericanos en los años 2007 y 2015 y noveno puesto en Pekín 2008, quedó fuera tras ser descalificada en su primer combate. Ha anunciado que se retira del deporte, cerrando de manera triste una brillante carrera. A sus 34 años, el nivel de exigencia resulta insostenibles aunque deja tras de sí un palmarés notable.

Alexa Moreno es un asunto diferente; la medallista de oro en los Juegos centroamericanos y del Caribe 2014 y 2010 se situó en la posición 12 en la prueba de salto y 28 en piso. ¿Decepción? En absoluto. ¿Fracaso? Tampoco, puesto que quedó rankeada acorde con lo que de ella hemos visto (quizás un tanto inferior, pero no mucho) en términos generales. Con apenas 22 años, aún tiene mucho que dar. Las críticas contra ella han sido tan ridículas como inesperadas, sobre todo porque nada tienen que ver con su desempeño.

Existen otros, muchos otros atletas nacionales (y extranjeros) aún compitiendo mientras esto escribo. A todos ellos se les desea éxito y una vez concluida su participación, habrá tiempo para sentarse a analizar su desempeño de manera puntual.

A modo de colofón, resta decir que no cabe duda de que en México nivel de competencia existe, sobre todo en el ámbito panamericano, pero para ser el o la mejor atleta del mundo se requiere mucho más. La gloria olímpica implica no sólo años de duro entrenamiento y disciplina, sino mucho más: una formación física y emocional integral, una adecuada organización, una sólida estructura deportiva que arrope y potencie a los atletas., etc. En estos tiempos sólo el esfuerzo no es suficiente, difícilmente alcanza.

México carece de la infraestructura, sistema, estímulos (a veces exhorbitantes, a veces míseros) y objetivos que otras muchas naciones si poseen, de modo que en nuestro país o se mima en demasía a algunos deportistas (como el caso del futbol) o se les deja a la deriva entre los uniformes parchados porque el asignado les quedaba demasiado grande (cual es el caso del halterofilista de origen cubano nacionalizado mexicano Bredni Roque, que se situó en el 5to lugar de su categoría) y la falta de equipo (palos de golf, en el caso de Rodolfo Cazaubón).

Usain Bolt, Aliya Mustafina, Simone Biles y Michael Phelps son individuos dotados de condiciones y un talento innato propulsados por un sistema deportivo altamente eficiente; eso es lo que los ha convertido en lo que son ahora. Exigir triunfos, victorias y medallas a quien está al alcance de ellas es un ejercicio justo; hacerlo a quienes no lo están es pedirle peras al olmo. A un atleta situado entre los mejores cinco del mundo y con una adecuada preparación, se le puede (y debe) exigir un quinto lugar. O quizás algo más, nunca menos. A uno situado en el lugar 20, un nivel semejante. Pedirle a todos medallas es tan necio como no exigírselas a ninguno.

Con respecto a las declaraciones de atletas y entrevistadores, analistas y deportistas, poco hay que agregar: son el reflejo de la frustración de unos y otros, situados cada uno en su respectiva trinchera.

Mucho debe cambiar si México planea realmente formar deportistas de élite, capaces de competir y ganar en sus distintas disciplinas; la responsabilidad es de muchos, empezando por el abogado con carrera de policía que está al frente de la CONADE, Alfredo Castillo (considerando que resulta inadmisible que varios atletas acudan a la justa sin viáticos y hospedaje asegurados) y siguiendo con las Federaciones Deportivas, organismos responsables casi en su totalidad de los eventos, programas, competencias y condiciones de los deportistas de alto rendimiento. De rodar cabezas, además de la de Castillo (que ya se pidió) necesitarían caer muchas otras en las distintas federaciones. Y por supuesto, bien valdría  evaluar a cada uno de los atletas cuya preparación fue adecuada pero su desempeño limitado. También en ellos radica cierta dosis de responsabilidad. Pero no pasará.

He ahí algunas de las múltiples razones detrás del pobre desempeño de la delegación olímpica Mexicana. Ahora, a esperar otros 4 años.

Nos leemos en dos semanas.

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