Al iniciar su periodo de gestión, en diciembre del 2012, no podía decirse que Miguel Ángel Mancera llegara mal posicionado para gobernar el Distrito Federal: relativamente joven, electo con la mayor cantidad de votos vertidos en la capital, rápidamente distanciado (por decisión propia) de la megalomanía de Lopez Obrador y posteriormente, de la funesta gestión de su predecesor, Marcelo Ebrard Casaubón. Este notorio contraste entre personas y personalidades parecía reflejar a una mente hábil, a un político ajeno al escándalo y más calculador y proclive al diálogo y al acuerdo que a la exposición mediática. Hoy por hoy, pareciera que el caballero gris del cuento logró dejar de lado sus aparentes cualidades y se transformó en el caballero negro del filme “Monty Python y el santo grial” que, incapaz de enfrentar a su oponente (por carecer de miembros superiores e inferiores) únicamente se limita a hablar, observar y refunfuñar. Lejos quedaron aquellos días en que el gobernante recién electo parecía estar capacitado para brindar cierto orden y cohesión al sinfín de individuos, movimientos, actores políticos y civiles, sectores, ideologías y reclamos que componen la variopinta capital mexicana. Muy lejos.
Si bien es cierto que Mancera jamás poseyó ni la atractiva retórica plagada de lugares comunes de Obrador ni el carisma y timing perfecto de Ebrard, el joven abogado había tenido un arranque prometedor en sus primeros meses como jefe de gobierno, sin embargo, todo empezó a tomar un mal cariz a partir del mes de mayo del 2013 y específicamente de los bien recordados plantones de la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la cual constituye el día de hoy poco menos que una mezcla entre una masa sectaria y un grupo de choque y que nada, absolutamente nada tiene que ver con el esfuerzo educativo). Este incidente refleja sólo un episodio cuya conclusión parece repetirse una y otra vez en la administración mancerista. Cuando tanto un lado como el otro del espectro, detractores y entusiastas, esperaban que el jefe de gobierno interviniera ya fuera enérgica o moderadamente, Mancera se situó entre las sombras y dejó que las huestes de la Coordinadora, afines al lucro y a la extorsión impusieran su ley, encontrando el terreno propicio para sus fechorías, abandonando en el limbo del amparo institucional (en este caso en particular, mas castigo que omisión) a comerciantes, vendedores, automovilistas, turistas y peatones por igual. Si acaso en algún momento pudo pensarse que todo obedecía a un estricto cálculo político, entonces éste resultó errado, pues propició un caótico devenir que se prolongó día tras día, mes tras mes y cuyo costo tuvieron que solventar los mismos ciudadanos. ¿Contención, mesura, corrección política o simple y llana falta de carácter? ¿Los términos autoridad y orden público, en este caso, les resultan familiares? Aparentemente a Miguel no.
En materia de seguridad, existe poco que subrayar (para bien). Tan sólo en este 2015, durante el mes de Septiembre el número de averiguaciones previas ascendían a 16,017 con un promedio diario de 534 (En el mes de Enero, el promedio diario era de “apenas” 456). Del total, 2,600 correspondían a averiguaciones previas por delitos de Alto Impacto Social, (constituidos por homicidios dolosos, violaciones, secuestros, robo de vehículo automotor y lesiones dolosas por disparo por arma de fuego, entre otros). El lunes 7 de diciembre se dio a conocer que dos de los individuos que intentaron robar a un cuentahabiente en el centro comercial Interlomas, en Huixquilucan, Estado de Mexico, pertenecían a la PGJDF, uno a la Policía de Investigación, en la Miguel Hidalgo y el otro, con base en Iztapalapa; ambos se habían conocido años atrás mientras trabajaban en la Delegación Álvaro Obregón. ¿Capacitación, análisis de confianza, alguien?
En el rubro de obra pública bajo la administración Mancera, nada que mencionar. Si bien es cierto que las ultimas megaobras, cuyos antecesores promovieron con particular entusiasmo, los segundos pisos obradoristas y la linea 12 del metro de Ebrard resultaron ser poco más que sendos negocios personales (financiados con deuda pública, es decir, con cargo a los contribuyentes, mon ami) y únicamente sirvieron para dar rienda suelta a sus presuntas ambiciones, también de esto ha carecido Mancera, que ha resultado tan buen administrador que no ha creado absolutamente nada. El Corredor Cultural Chapultepec (CCC) es la muestra perfecta de ello. Una población relativamente pequeña, representativamente hablando, votó NO a la iniciativa (14 mil 207 votos frente a 7 mil 893 que dijeron SI). Y punto final. Si bien es cierto que el artículo 50 de la LPCDF le permitiría seguir adelante con la obra, o entre otras opciones replantearlo o reducirlo, mucho me temo que el jefe de gobierno como acostumbra, reculará y el denominado CCC seguirá brillando por su ausencia. Para Mancera, como en el caso de la CNTE, las minorías actúan y deciden por la mayoría. ¿Falta de ambición, falta de voluntad para involucrar a la ciudadanía o de acuerdo con los demás actores políticos? ¿A nadie le viene a la mente la sátira política de “EL Sentido de la Vida”?
Peor aún, la decisión del Consejo de Representantes de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos decretó apenas el pasado 11 de diciembre un aumento de $2.94 pesos al salario mínimo para dejarlo en $73.04 pesos, lo cual representa un incremento del 4.2 por ciento para el año 2016, lejos de los $86.33 pesos por los que pugnaba Mancera. Si ésta era LA cruzada emprendida por él para el cierre de su administración (y quizás, con miras al 2018) entonces el resultado es poco menos que desastroso. El Nuevo Reglamento de Tránsito, hasta este momento, parece ser una extraordinaria herramienta para generar ingresos pero ofrece pocas o nulas soluciones dónde más se necesitan.
Al actual jefe de gobierno la mesura y la contención le han llevado a no generar, no actuar y no ejercer, es decir, simple y llanamente, a detentar el poder desde el laissez faire y con ello ha logrado quedar mal con todos. ¿Qué nos han legado estos tres años de administración mancerista? Muy poco en realidad. Tomando como base lo anterior y de seguir el mismo rumbo, ¿quién arropará a Mancera una vez que haya dejado de ser jefe de Gobierno, ahora de la Ciudad de México que ya no del Distrito Federal? ¿Qué sigue para el período que le resta? ¿Cuál es el capital político que aún posee y de cuánto es su valor, para poder aspirar a algo más? En “La vida de Brian”, también de los Pythons, el protagonista se ve involucrado (circunstancialmente) en una serie de acontecimientos de suma relevancia, pero incapaz de reaccionar y afrontarlos con pericia (aunque no exentos de anécdotas cómicas e hilarantes) termina sus días de manera funesta.
Tal parece que Mancera, como Brian, también se irá cantando (y silbando): Always look on the bright side of your life.
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