Como a casi todo connacional (de 14 años en aquel momento) en el 97 me entusiasmó enormemente la primera edición del denominado Teletón, aquella transmisión televisiva y radiofónica que duraba más de 24 horas y se encargaba de reunir a buena parte del elenco musical y televisivo nacional; tampoco es que la oferta por aquel entonces fuera muy diversa y atractiva, pero el cómo estaba montado y presentado dicho espectáculo y el sinnúmero de artistas, artistilla(o)s y artistetes que reunía bien valía un rato frente a la televisión, parafraseando a Enrique IV. La finalidad de este recaía en obtener fondos para la construcción de los denominados Centros de Rehabilitación Infantil Teletón (o CRITS´s). También, como suele ser habitual, lo que en un comienzo resultó un hito para nuestro país (considerando que otros proyectos similares con causas distintas pero también, prioritariamente humanitarias, ya habían sido lanzados en distintos países en décadas y años anteriores) comenzó, con el tiempo, a tornarse repetitivo, a acumular críticas y rechazo y a perder parte de su inicial fulgor.
En ediciones posteriores, debo reconocer, yo mismo experimenté también el hartazgo por lo que parecía la misma rutina televisada, repetida una y otra vez, que incluía invariablemente las lacrimógenas escenas de Lucero y compañía (entiéndase conductor en turno) instando a la población civil (y empresarial) a alcanzar la meta que a ese año correspondía. Le brindé mayor importancia a las imágenes e historias y al tratamiento que de éstas hacía la televisión (como numerosas críticas se encargaron de puntualizar) que a lo que existía detrás de aquel evento anual. En retrospectiva considero que, como muchos otros, obvié la causa y finalidad del mismo por aquello que proyectaban y reproducían los medios y redes sociales, siempre ávidos por compartir notas escritas por anónimo1, alejadas del más mínimo escrutinio.
Facebook ha sido, en particular, un medio sumamente dado a reproducir diatribas en contra tanto del Proyecto como de la Fundación Teletón, con amplio eco dentro del mundo digital. Una de las críticas originales y recurrentes al proyecto Teletón (que aún persiste) tiene que ver la participación del ámbito empresarial y la deducibilidad en el pago de sus obligaciones fiscales. Absolutamente cualquier individuo que pague sus contribuciones año con año (ya sea bajo el régimen de personal moral o como física y que por consiguiente le eche un vistazo a las disposiciones del SAT de cuando en cuando) sabrá que el Servicio de Administración Tributaria estipula que la cantidad máxima que una persona moral puede deducir en materia de donativos corresponde al 10% del monto que está obligado a pagar. Ni más, ni menos.
También, resulta destacable que las personas físicas podemos realizar la deducción correspondiente acorde con lo mencionado en dicha miscelánea. Si bien es cierto que si usted o yo, en lo personal, realizamos una aportación de $100 o $1000 pesos, la correspondencia en cuanto al monto se refiere en materia de deducibilidad no se asemejará a un aporte de varios millones de pesos realizada por una persona moral, pero no por ello implica que los recursos no lleguen a su destino o que las empresas involucradas sean evasores fiscales o que estén triangulando recursos. Esa vieja (y bastante replicada) idea de que múltiples empresas UTILIZAN el proyecto Teletón para beneficiarse fiscalmente, siendo que existen otras muchas asociaciones civiles y fundaciones, notoriamente menos visibles tanto nacionales como extranjeras, mucho menos vigiladas, para tal e inescrupuloso fin, resulta por decir lo menos, maliciosamente tendencioso. La Fundación Teletón es probablemente la asociación más conocida del país, la deducibilidad es una figura legal perfectamente estipulada por la SCHCP y los recursos destinados están en cada uno de los distintos centros a la vista de todos, en cada uno de los rincones del país.
Por otro lado, cabe mencionar, tampoco veo con malos ojos que si un ente privado como lo es la Fundación Teletón requiere poseer mayores candados y proveer información transparente con regularidad en cuanto al manejo de sus recursos, que así lo haga, que así se le requiera; yo me sumaría a dicha petición. Pero desechar o desestimar la finalidad de la misma, sus avances, progreso y el impacto que tiene en cientos de miles de familias a nivel nacional únicamente por el desagrado que me produce Pedro Ferriz de Con o porque “Sólo es para beneficiar a Televisa” es de miras más que cortas o francamente perversas. Lo que nos lleva a la segunda crítica fundamental. Hace un par de años, John MacKerman redactó un “artículo” al que tituló NI UN PESO AL TELETÓN aparecido en la revista Proceso, en el cual, tras un largo soliloquio atacando a casi todos por igual (al Estado, a Carlos Slim, etc), sentenciaba: “No tiene sentido destinar un solo peso a financiar al Teletón. Regalar nuestro dinero a Televisa o a Telcel es como votar por el PRI”.
Dejando de lado que esa línea de pensamiento donde se asemejan Telcel/Televisa/El PRI/Fundación Teletón (una convergencia de intención de voto y donación, de Empresas Privadas, Partidos Políticos y Asociación Civil, donde las críticas aplican igual para todos) resulta tan útil como decir que existe relación entre comprarle a BIMBO, donar a la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer y de paso votar por el Partido Encuentro Social. Y no, no hay ninguna.
Sin embargo, la premisa de MacKerman es muy similar a muchas otras que he leído en numerosos medios: Televisa es el Teletón, o el Teletón es parte del “Gobierno” o algunas premisas similares. Por más que al tratarse de una iniciativa nacional los caminos de todas se hayan cruzado a lo largo del tiempo, creer que SON esencialmente lo mismo es un enorme error.
La Fundación Teletón tiene su origen en el año 1997 y continúa existiendo hasta el día de hoy. Han pasado al menos tres administraciones federales de dos partidos distintos (aunadas a aquella que está por concluir) y continúa siendo el mismo ente privado que era antes, brindando la misma atención que hace casi 21 años. Televisa ya existía muchas décadas antes de la aparición de la Fundación Teletón y es probable que continúe existiendo algunos años más. Me da la impresión de que el citado autor, como muchos otros ideólogos más proclives a escribir en contra de aquello que suene al PRI o a Televisa que de indagar un poco en lo que dicen, nunca ha puesto un pie en uno de los distintos centros de rehabilitación o nunca lo ha requerido, y con algo de suerte, nunca lo requiera. Mackerman como muchos otros detractores de la iniciativa debería saber que, cerca de la Ciudad de México está el CRIT Estado de México (En Tlalnepantla), el CRIT Neza (en Cd. Nezahualcóyotl, evidentemente), el CRIT Ciudad de México (En Iztapalapa) y el CAT Ecatepec, cuyas puertas están abiertas para visitantes y pacientes por igual. Que a nivel nacional, 950 000 mexicanos (en su mayoría niños) han logrado obtener ayuda y tratamientos que de otro modo, habrían sido imposibles. Que los centros de rehabilitación y la fundación no son maquinaciones partidistas ni políticas, sino lugares físicos a los cuales puede acercarse en cualquier momento, para conocer y compartir un poco de lo que ahí se hace.
Hoy, en pleno 2018, cabe mencionar que gracias a los eventos y donaciones realizadas, la Fundación Teletón ha inaugurado 22 CRIT a lo largo y ancho del país (desde Tijuana hasta Mérida), el Hospital Infantil Teletón de Oncología, el Centro Autismo Teletón además de la Universidad Teletón, misma que imparte desde el año 2007 las licenciaturas de Terapia Ocupacional y Fisioterapia, entre otras. El servicio que provee no es de carácter público ni pertenece a rama alguna del gobierno federal, estatal o municipal. Por el contrario, es un conjunto de instalaciones privadas que se encargan de dar atención a niños (fundamentalmente, pero también adultos) que padecen discapacidad motriz, cáncer, autismo, entre varios más.
La sociedad civil, en lo general, ha dado muestra una y otra vez de su entereza y disposición a través de los años. La iniciativa de la Fundación tiene un impacto real en la vida de numerosos connacionales y es por ello que, si tiene reservas con respecto al proyecto o a la Fundación, se tome el tiempo de indagar un poco más en aquello que vale la pena mantener, aquello que nos une por encima de cualquier otra cosa: nuestra natural y humana solidaridad, hacia aquellos menos favorecidos
Nos leemos en dos semanas.
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