Durante su breve trayectoria como político, el magnate Donald Trump ha dicho estupidez y media, una mentira tras otra y, de repente, una que otra verdad a medias. Pese a ello, su popularidad ha ido en aumento hasta colocarse en el primer lugar de las encuestas que miden la popularidad de los 16 hombres y una mujer que buscan la candidatura del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos.
Su popularidad empezó a aumentar desde que en junio pasado anunció su candidatura asegurando que los mexicanos y demás extranjeros que ingresan ilegalmente a su país son “asesinos y violadores” que “llevan crimen” y “llevan drogas”.
Dijo que la gente no encuentra trabajo porque todos los trabajos se han ido a China y México, lo cual es una verdad absoluta si se toma en cuenta que la actual tasa de desempleo estadounidense indica que por primera vez en muchos años existe pleno empleo en el país vecino.
Sin pestañear aseguró que operar el sitio web que se creó para difundir el plan de salud del presidente Barack Obama (el famoso Obamacare) tuvo un costo de 5,000 millones de dólares cuando la verdad es que el costo fue de 700,000.
La popularidad creciente del billonario es que sabe apelar a los temores de la mayoría de la gente, que es ignorante y no verifica los datos que él proporciona. Su fórmula del éxito, como el de cualquier demagogo de izquierda o de derecha, es explotar la ignorancia y el miedo de las personas, prometer lo incumplible y ofrecer soluciones sencillas de entender para resolver problemas complejos (¿cómo detener a los inmigrantes que llegan desde México? ¡Es fácil! Construir un muro y que lo pague el gobierno de México. Así de fácil).
Trump hasta se ha burlado de John McCain, senador por Arizona, ex candidato republicano a la presidencia y, por si fuera eso poco, héroe de guerra. Y ni eso hizo mella en su popularidad.
Caray, ni su discusión con Megyn Kelly, una de las moderadoras del debate organizado por Fox News el jueves pasado, lo afectó.
Los problemas del hocicón del extraño peinado empezaron el viernes, al ser entrevistado en un noticiero nocturno de CNN, cuando dijo, al referirse a la manera en que Kelly lo trató durante el debate, que “podías ver que le salía sangre de sus ojos. Sangre saliendo de su lo que sea”.
Este comentario, a todas luces ofensivo no sólo contra Kelly sino contra el género femenino, inició lo que podría ser el principio del fin de la carrera política de quien desde siempre se ha distinguido por su misoginia.
Para un porcentaje importante de los republicanos, insultar vulgarmente a una comentarista de televisión aparentemente es más grave que insultar a toda una nación (como es México), mentir sin parar y prometer cosas absurdas.
Y qué bueno que sean de falsa moral tantos republicanos. Por defender el honor mancillado de una mujer que no necesita quien la defienda, parece que un pescado llamado Donald por la boca puede morir más temprano que tarde.
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