Leverage: el manejo de la deuda Segunda parte

En la primera parte (https://ruizhealytimes.com/economia-y-negocios/leverage-el-manejo-de-la-deuda/)  hicimos un repaso de mercados eficientes y en ello apuntamos la importancia del valor actual como refuerzo no solamente de expresión, la importancia que desde hace tiempo impera en los mercados de...

21 de septiembre, 2020

En la primera parte (https://ruizhealytimes.com/economia-y-negocios/leverage-el-manejo-de-la-deuda/)  hicimos un repaso de mercados eficientes y en ello apuntamos la importancia del valor actual como refuerzo no solamente de expresión, la importancia que desde hace tiempo impera en los mercados de capital. La velocidad de la información permite situar en valor presente precios de acciones, de obligaciones y otros instrumentos emitidos en diferentes mercados y con diferentes condiciones. 

La mediación de calificadoras de riesgo es esencial en estas transacciones y algunas operaciones de cambio de moneda pueden estar sujetas a fluctuaciones en el tipo de cambio pero el riesgo cambiario también tiene protección mediante el “hedging”. Las situaciones de futuro ya no son sorpresivas y tampoco intervienen en flotaciones de papel de plazo o redenciones y pagos anticipados de deuda emitida. 

Aunado a la eficiencia de mercados que aplica a agentes económicos, los gobiernos también son calificados en su riesgo como país, de su soberanía y de toda emisión de papel respaldado por los gobiernos mismos. Aquí intervienen circunstancias muy especiales: la especialización, la tenencia del capital accionario de la entidad productora, la tendencia al control gubernamental, la actividad monopólica u oligopólica y la trascendencia de cualquier actividad gubernamental en la vida pública del país.

En el caso de México, vivimos un conflicto de intereses con los preceptos que contempla la banca de inversión y los organismos internacionales especialmente con nuestra petrolera. Si retrocedemos a la Reforma Energética que esta transición de gobierno ha combatido sin ningún éxito, veremos situaciones de interrupción de contratos que llevarían procesos de años en tribunales de alta especialización con el correspondiente costo en tiempo y recursos para el país. Esas contingencias no se anotan en la deuda nominal pero circundan el espectro general de mayor endeudamiento. Ese es un solo aspecto de deuda, existen muchos más.

Esta transición contempla un modelo antagónico al progreso y apuesta a la mira interna de autosuficiencia en materia energética. Pretende refinar como meta y producir gasolina. Existen seis refinerías con un atraso tecnológico de mas de cuarenta años; el gobierno intenta construir una más en un pantano que ahora autoridades y contratistas abandonan por inviable. Lo paradójico de esta circunstancia es el presupuesto a esta apuesta y no la inversión. Lo primero es gasto corriente y nutrir a PEMEX en el corto plazo no ha salvado a la petrolera de pérdidas que ya absorben el patrimonio de la empresa y la dispersión del gasto, sin inversión, aleja proyectos de negocios para la empresa.

Las calificadoras han realizado su labor interpretativa y han sancionado naturalmente el costo ya emitido y pactado de papel, con rendimientos mayores. Esto es aumento de deuda por el simple servicio de la misma aunque el presidente lo niegue. Las calificadoras hacen lo que el inversionista, el que asume el riesgo en la tenencia de instrumentos de deuda, quiere oír. Si el rumbo de la petrolera era la producción de crudo con mercados cautivos y la gasolina era importada, el modelo de negocios de PEMEX rendía utilidades y más allá de su ciclo operativo, la exploración de aguas profundas se realizaba por empresas multinacionales con asociación y participación de utilidades sin riesgo para la empresa. PEMEX no se privatizaba, se expandían sus alcances sin alterar su capital. 

Otro aspecto muy importante, también combatido sin éxito por esta transición, es el de energías renovables. Otra vez la apuesta al pasado, la apuesta al carbón, a los fósiles contaminantes. Estas batallas en las que pierde el partido en el poder, en las que pierde el capricho del presidente y en las que pierde México, cuestan fortunas; demandas, litigios, esperas y costos y más costos. Se insiste, todo costo inesperado derivado de una sanción, de una demanda por reparación de daños, por irrupción ilegal de contratos vigentes con el exterior, cuestan hoy o mañana, pero ese mañana se sujeta a la circunscripción de un tribunal en algún lugar del mundo y en ese lugar del mundo se ubica, por sanción, una deuda que no se tenía.

Desde luego existen muchos capítulos en los que podríamos abundar dada la carencia de un modelo de economía de este gobierno. La improvisación y ausencia de proyecto estancaron todo el sector productivo de la nación con señales adversas a la inversión mediante encuestas y proclamas de centralización de funciones gubernamentales, en sentido opuesto al mundo globalizado y progresista. Toda desviación de preceptos, no los llamemos doctrinarios, pero sí orientados a la apertura, se sancionan y no internamente, vivimos en bloques participativos de intercambio; unos aportan sus fortalezas, otros importan sus debilidades. 

Esta transición no lo ve como lo contempla la lógica y la visión de futuro. Basa su concepción de robustecimiento de mercados internos en una dádiva que resarce en su precaria imaginativa, un consumo y reactivación económica ignorando la cadena productiva para insertar el salario como parte del costo en la mano de obra. Mediar entre la producción de materia prima, el abasto y el precio de un producto terminado, para simbolizar consumo, es lo más aberrante que puede existir en economía. El fracaso económico de esta transición cifrado en dos líneas, pero con un dispendio brutal.

Retomemos la primicia fundamental de este texto dividido en dos partes, la proporción de deuda sin cifras. Los errores cuestan, pero las desviaciones de recursos con miras distintas al bienestar de la nación cuestan más. La economía se detuvo por razones y decisiones de gobierno, sin más que agregar. El supuesto modelo de austeridad resultó en un derroche sin precedente a actividades no necesarias, a actividades propias del sector empresarial. Cuando la iniciativa no tiene fundamento, carece de iniciativa y es por ello la importante distinción de la asunción de riesgo. Ningún gobierno está facultado para asumirlo, porque el dinero de la nación jamás estará sujeto a especulación o riesgo. El gobierno no es empresario.

El presidente niega endeudamiento y miente. La proporción de deuda con relación al PIB era del 53% y llegará al 60% sin infraestructura creada en 21 meses de gobierno y sin proyecto de nación. A eso se le llama irresponsabilidad y mal gobierno.

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