Para 2023, se prevé una inflación mundial de 6.6% y otra variación del PIB de 2.7%; por lo que ha retornado la estanflación. Si bien los Treinta Gloriosos 1945 a 1975 registraron la creación de instituciones y organizaciones proveedoras de prosperidad general, sería un grave error creer que tales dotaciones institucionales pueden reproducirse hoy en día, porque la realidad es anergódica; es decir, porque la primera precaución es no repetir lo que tuvo éxito en un pasado cuyas circunstancias son distintas a las del presente.
Entre otras medidas de política económica, actualmente se intenta que los aumentos de la tasa de interés frenen a la estanflación para hacer aterrizar suavemente a la economía. Las circunstancias del presente no son las mismas que las de los 1970 porque no se padecía ninguna postpandemia ni había antecedentes de estancamiento, tampoco macroeconomías abiertas, todavía el fordismo regía la mayor parte del proceso de trabajo, mientras que los Bancos Centrales estaban subordinados al gobierno, el choque de oferta se limitó al precio del petróleo, el sector privado no estaba sobre endeudado, el Estado Benefactor en su apogeo, y el poderío militar norteamericano recibió la cachetada de Vietnam.
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En 2023, estamos ubicados en el estancamiento ricardiano, hay macroeconomía abierta hasta en los capitalismos de Estado, el proceso de trabajo flexible depende cada vez más de las TIC, la robotización y la inteligencia artificial. Los Bancos Centrales tradicionalmente encargados de liderar la lucha contra la inflación, deben reorganizar su autonomía más para empujar a la recuperación del crecimiento, que para contender con la inflación, los choques de oferta no se limitan al precio del petróleo, el sector privado está sobre endeudado, el Estado Benefactor asediado por sus crisis, y la retirada de Afganistán le propinó otra bofetada a la hegemonía mundial de los norteamericanos.
El retorno de la estanflación será persistente (Roubini). (1) Los EE.UU fomentarán una estanflación duradera en el Mundo Occidental porque la inflación será mayor al crecimiento del PIB; por lo menos en 2023 y 24. (2) Las políticas emisionistas (quantitative easing) han durado demasiado, por lo que si mantuvieron baja a la inflación durante 2019 e inicios del 2022 y a pesar de que no titubearon en imprimir enormidades de dinero helicóptero, se difundirá la estanflación hacia todas las actividades económicas. (3) En los EE.UU y en 2007, la crisis fue de demanda a causa del paro del mercado interbancario, el cual inmovilizó al circuito crediticio; pero en 2023 el impacto es de oferta y aumenta los costos de producción y de las transacciones. Estos estrangulamientos de la oferta podrán ser: reconversión energética y ambiental, provisión y precio de gas, gasolina, microchips, materias primas, commodities, fletes marítimos, escalada proteccionista, desintegración de las cadenas de valor mundializadas para proveer insumos, hackeos estratégicos.
La causalidad del retorno de la estanflación. (A) Si los Bancos centrales del Mundo Occidental y Japón no fueron capaces de lograr la inflación de crecimiento de los keynesianos entre 2 y 4% durante más de una década, no existen antecedentes para suponer que la lograrán a partir de 2023; por el contrario, lo más razonable es prever que la política monetaria será cada vez menos pertinente para controlar al nivel de precios.
(B) Si los banqueros centrales no le atinan al aumento de la tasa de interés, la normalización de la política monetaria puede provocar un colapso de los mercados crediticio, bursátil y de la deuda pública, de manera tal que se quebrantaría cada vez más la confianza de la población en el dinero público y el ambiente de negocios.
(C) Si la autonomía de los Bancos centrales fue eficiente en lograr la estabilidad de precios desde mediados de los 1990 hasta 2019; en cambio y hoy por hoy, el desafío para los banqueros centrales es doble: inflacionario y de crecimiento del PIB. Estos top managers se curaron en salud advirtiendo en reiteradas oportunidades que hasta ahora han instrumentado la política monetaria con todas las herramientas que están a su alcance; pero que, en adelante, corresponde a otras ramas de la política económica lograr la recuperación real y financiera que abata a la estanflación.
(D) Si la productividad sistémica sigue siendo precaria y la brecha de producción negativa o muy pequeña con respecto a PIB efectivo que crece muy poco, la velocidad de crucero en los centros del Mundo Occidental oscilará entre 1.5 y 2% de crecimiento nominal anual del PIB, tal como sucedió antes de la pandemia, lo cual será insuficiente para compensar el 2 o 4% de la inflación de crecimiento de los keynesianos y, con mayor razón, a otra superior.
Los que visten la camiseta neoclásica y creen que la estanflación será pasajera, enfatizan las diferencias del presente con los 1970 a fin de proponer que la economía numérica será el resolvente del bajo crecimiento con alta inflación; mientras que, con igual apasionamiento, los detractores del capitalismo occidental resaltan la tendencia endémica de las crisis primero financieras y después reales. De nuestra parte, recordamos que los escenarios del futuro son básicamente impredecibles, por lo que las profecías laudatorias de los neoclásicos, tanto como la amonestación desesperanzada de los detractores, ambas están equivocadas en vislumbrar entablados donde se verificarían sus predicciones embebidas de ideología.
La estanflación de hoy en día hace pensar en la década de los 1970 porque el incremento de la inflación acompañada de bajo crecimiento se suma al aumento en los precios de la energía y los alimentos; todo esto en medio de una fuerte desaceleración del crecimiento mundial que fue aún más severo que el que siguió a la recesión de 1975. La estanflación de los 1970 tuvo lugar después de dos shocks petroleros, mientras que el actual schock gasero rememora a aquellos. La guerra de Kipur en 1973 fue menos intensa que la invasión rusa a Ucrania, pero conmocionó al pensamiento occidental donde se inauguró el tema del conflicto geoeconómico, el cual nos sitúa en un escenario estanflacionario cada vez más incierto donde solo los cazadores de rentas más intuitivos saldrán ganadores. El recuerdo de las crisis energéticas y estanflacionarias de 1973 y 1979, permite deducir una factura energética actual equivalente a 10% del PIB mundial; es decir, un nivel aproximadamente igual al de 1973 y siempre que los precios de los insumos energéticos no varíen mucho.
La estanflación de hoy en día hace pensar en la década de los 1970 porque el 15 de agosto de 1971, los EE.UU abolieron el régimen de cambio fijo diseñado en Bretton Woods y atado al patrón oro. Se inauguró así la institucionalización de la Regla de las Tres D de las finanzas privadas (desreglamentar, corregir la desintermediación, y descongestionar los mercados financieros), la cual fue un arreglo institucional que promovió contundentemente a la captura de rentas desde la estanflación de 1971 hasta el presente.
Mirar a los 1970 para entender al 2023 puede ayudar a enfrentar esta incertidumbre con toda la creatividad necesaria. En el mejor de los casos, se podrá encontrar remedios para la estanflación; pero, en el peor y más probable, se aplicará la estrategia de la farola, la cual no ve más allá de su espacio circundado.
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