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El milagro italiano

21 de junio, 2023

El 26 de enero de 1994, la televisión italiana anunció que Silvio Berlusconi entraba al mercado político comprometiéndose con el Milagro Italiano de la economía, la política, y la sociedad. Muchos peninsulares le creyeron porque lo vieron como un gran trepador de la iniciativa privada, el cual supo cómo pasar; por la vía legal o por la ilegal; de vendedor de aspiradoras a millonario. Si había experimentado al Milagro en su propia persona, los italianos de todas las clases sociales creyeron que sabría conducir a la colectividad nacional hacia la maravilla económica, política y social.

No existe una verdad independiente de los sentimientos y las emociones. Si usted cree en la Virgen de la Guadalupe, es porque alberga un sentimiento que necesita creer en tal milagrosa aparición. En un escenario nacional donde se degradaba rápidamente el entablado económico, político y social, a causa de la caída del Muro de Berlín; de un Partido Comunista tradicionalmente preferido por los trabajadores, pero duramente afectado por el fracaso histórico del marxismo leninismo; y de la operación asumida por los jueces de Milán llamada Manos Limpias de la corrupción; los descendientes de Garibaldi experimentaban el sentimiento mesiánico de algún parlanchín que pareciera un redentor de la partidocracia de izquierda o de derecha.

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Desde entonces hasta el día de hoy, el Milagro Italiano no relanzó la productividad factorial; en lugar de esto, estuvo estancada al cabo de los últimos 15 años. Apegados a la estupidez de gestión en la política económica –mal llamada errores de política– los responsables de la toma de decisiones italianas, apostaron al desarrollo de la competitividad con base en las devaluaciones hasta que, en 2005 la entrada al Euro les puso en la cara la realidad de tal astracanada. En la misma fecha, los Países de Europa central y oriental (PECO: Polonia, Hungría, Rep. Checa, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Bulgaria), registraron un poquito más de la mitad del valor agregado manufacturero italiano; actualmente, los PECO marcan 90% del mismo indicador.

El Milagro Italiano adolece de una dependencia de la trayectoria que quebranta a la estructura artefactual con un PIB potencial ampliamente insuficiente para participar en la carrera de la economía numérica.

En 155% del PIB, la deuda pública no hace más que augurar días muy aciagos para el Milagro Italiano. Aún la mutualización europea de la deuda pública italiana no solucionaría en nada a los estrangulamientos de una economía y unas finanzas públicas precarias no solamente porque la economía informal es muy grande (10% del PIB y una pérdida aproximada de 100 MM de Euros por año), sino porque la incapacidad de innovar formal o informalmente, resulta en un valor agregado famélico.

El Milagro Italiano nunca pudo superar, primero, a la crisis mundial de 2007/2008/2009, y, segundo, a la sanitaria de 2019: el PIB registrado anualmente siempre estuvo 5% debajo del máximo histórico, lo cual le impidió recuperar los niveles anteriores a ambas crisis. De nuevo: si el PIB potencial falla, no se crea suficiente valor agregado como para originar crecimiento dinámico del PIB efectivo y poder hacerle frente a la recesión estanflacionaria que desató la invasión rusa a Ucrania. .

El 3 de octubre de 1935, cien mil soldados italianos invadieron Abisinia para enfrentarse a un ejército abisinio notablemente inferior tecnológica y operativamente, en una verdadera guerra de teatro donde luchaba una milicia italiana plagada de generales burocratizados; pero escasa de combatientes aguerridos, tal como lo dramatizó el gran actor cinematográfico Alberto Sordi. Según Mussolini, comenzaba así la reconfiguración del Imperio Romano. Fue un delirio de grandeza propio de la esquizofrenia del primer fascista peninsular, entonces con la suma del poder dictatorial en sus manos. Delirio de grandeza que influyó marcadamente en el modelo mental compartido y dominante del momento; el cual fue auspiciatorio de la Segunda Guerra Mundial, y repercutió en el Milagro Italiano siempre ausente.

En 1994, una joven militante llamada Giorgia Meloni participó con el entusiasmo y el apasionamiento propio de su edad, en la Alianza Nacional patrocinadora de la alucinación del Milagro Italiano que nunca llegó. Si Silvio Berlusconi fue encumbrado en la pirámide del poder nacional por la televisión, la cual era el mass media predominante en ese momento, Giorgia Meloni tendrá que vérselas con una sociedad de redes sociales promotoras del súper individualismo disolvente del tejido social y del modelo mental compartido y dominante. Estas redes sociales serán implacables con las estupideces de gestión en la política económica, particularmente por parte de los jóvenes Ni Ni los cuales ni estudian ni trabajan en espera de que el Milagro Italiano los rescate de su apatía equipada con celulares y otros dispositivos móviles. El 20% de los jóvenes italianos de entre 15 y 24 años de edad no tienen empleo ni estudian; o sea, el doble del promedio de la Unión Europea. Se calcula que en este momento los jóvenes sin empleo son 635 mil de una población de 60 millones, la cual padece secularmente el mito del Milagro Italiano. Aún más, si Forza Italia que creo Berlusconi se desintegra, el ambiente político devendrá deplorable a causa de las rivalidades de vecindad entre sus descendientes.

El Milagro Italiano será más delirante y más inalcanzable que nunca.