En el Siglo XVIII, Adam Smith y David Hume argumentaron sobre el capitalismo emocional mediante la empatía como motivación del comportamiento social en los agentes económicos.
En 1872, Charles Darwin publicó “Expresión de las emociones en el hombre y en los animales», con lo cual explicó la propagación de la afectividad (sentimiento de placer o dolor que acompaña a las emociones, los sentimientos o las pasiones) en la economía, en la política y en las nacientes sociedades de masas.
Todo el Siglo XX, registró la evolución del capitalismo emocional en los patrones occidentales u orientales de combates de diferentes intensidades, en la depresión de los estados de ánimo, en la ansiedad de la incertidumbre manufacurada, y en los claroscuros de la mundialización. Evolución crítica de los factores productivos inmateriales donde las crisis a repetición del capitalismo entablaron la representación dramática de los costos sociales del capitalismo emocional.
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Desde siempre, las emociones de corto plazo, los sentimientos de largo plazo, y las pasiones más o menos duraderas, fueron residencias de los afectos placenteros o dolorosos que configuran a la afectividad de la vida subjetiva sin la cual no existiría la vida social.
Nuestro universo emocional tiene que ser investigado en su dimensión geneológica y genética, pero siempre como una narrativa venida desde abajo de los grupos y clases sociales para identificar al pueblo; aunque, por otro lado, pero al mismo tiempo, alcanzando a los de arriba conformados por las élites oligáquicas que hegemonizan a la vida material e inmaterial del mismo. Con las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones, las emociones y los sentimientos son cada vez más influyentes en la psique de los individuos y en la vida social de sus comunidades, adjetivando al capitalismo con emanaciones del subconsciente que la razón no puede controlar.
Investigación destinada al análisis de las mentalidades nacionales que regentean a la economía con modelos mentales compartidos y dominantes promotores de economías rentistas o de producción competitiva en la variedad de capitalismos occidentales u orientales. Investigación que no puede cristalizarse en ningún imperialismo económico, sino que tiene que ser forzosamente transdiscipinaria para conocer al objeto de estudio desde la open minded person (microeconomía), hasta el open minded people (macroeconomía), o viceversa; pero siempre en el plano de las instituciones y las organizaciones que compatibilizan a los jugadores económicos del equipo nacional.
La transdisciplina de la economía con las otras ciencias sociales no puede obviar el conocimiento mínimo, pero suficiente, de los usos y las costumbres nacionales porque esta es su naturaleza multifacética totalmente incompatible con cualquier mecanicismo reduccionista, o con cualquier modelo único, o con cualquier agente prsonalizado en un sosías perdido en la muchedumbre de sosías.
En lugar de ser un sosías deshumanizado, el agente económico posee un espíritu animalesco que depende de los usos y las costumbres territoriales. El espíritu animalesco es un derivado de la expresión latina spiritus animalis, donde spiritus significa soplo de aire o aire, y animalis el comportamiento instintivo de los seres humanos. Según Descartes “Tratado del Hombre”, son los corpúsculos materiales (neuronas, en nuestra forma de expresarnos), gracias a los cuales el cerebro puede sentir los cambios del mundo físico y provocar el movimiento de las distintas partes del cuerpo. En los modelos mentales de los agentes económicos, esos corpúsculos se vinculan unos con otros mediante soplos de aire que se llaman asociación de ideas.
Según Keynes, el espíritu animalesco describe los instintos, las inclinaciones, las emociones y los miedos que influencian al comportamiento humano; aunque toda su obra ignoró supinamente a tal espíritu instintivo, reemplazándolo por un agente heterodoxo del paradigma neoclásico aplicado al capitalismo macroeconómico, pero no emocional.
Según Akerlof y Schiller, el espíritu animalesco del capitalismo emocional se caracteriza por 5 causas que desvirtúan al modelo estandarizado de maximización racional propio del neoclasicismo ortodoxo o heterodoxo. (1) la confianza que causa los mecanismos de reciprocidad entre esta y la economía, particularmente con respecto al dinero; (2) como alternativa de (1), la corrupción y el comportamiento anti social, por ejemplo el de la informalidad que nutre a la mala fe y el oportunismo contractual, los cuales alimentan la generalización de la suspicacia como patrón compartido y dominante en la mentalidad nacional; (3) la preocupación por la equidad no necesariamente convergente con el interés propio, pero formadora de precios y salarios que dependen en gran medida de este instinto de justicia social; (4) la ilusión monetaria que lleva a la toma de decisiones basadas en el valor nominal del dinero, al mismo tiempo que menosprecia a los efectos de la inflación; y (5) legados de creencias e ideas preconcebidas; los rumores como derivados de la cultura en el sentido de la historia nacional e internacional y sus respectivas dependencias de la trayectorias; es decir, más o menos malévolos.
Por último y según Weber, el espíritu del capitalismo educa y produce por el mismo a los agentes esenciales del capitalismo emocional, a saber, empresarios y trabajadores quienes internalizan una u otra mentalidad nacional en la variedad de capitalismos orientales u occidentales. Llegamos así a nuestro tempranamente maltrecho Siglo XXI como un fruto de la evolución secular de los sentimientos y las emociones preponderantes, tales como son las ansiedades agobiantes, las depresiones crónicas y las humillaciones difusas; pero también las empatías inéditas, las solidaridades novedosas, y las mutaciones del amor y los deseos.
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Siglo XXI donde las oleadas populistas promueven con enjundia al capitalismo emocional en un nuevo Asalto a la Razón tan irreflexivo como el del nazismo. Siglo XXI, donde el nacionalismo identitario se basa en el capitalismo emocional desarrollado, emergente o sumergido, para promover el odio xenófobo causante de holocaustos exterminadores o de inmigrantes esclavizados.
El espíritu del capitalismo emocional en el Siglo XXI es Post Verdadero porque relativo a circunstancias en las cuales los hechos objetivos tienen menos influencia sobre la opinión pública o privada, que la utilización sesgada de las emociones y los sentimientos personales. Disfrazado de relativismo histórico o de libertad de expresión, pero involuntariamente, este menosprecio de la verdad nos conduce al reinado de la mentira.
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