No hubo tema de economía en este primer debate, pero no todo en la exposición de propuestas resulta cuantitativo; el modelo de preguntas ciudadanas naturalmente expresó inquietudes latentes en nuestro medio, como también resalta la verdadera inquietud en la supuesta confrontación de viva voz y de cara a cara en las candidaturas. En realidad, escuchamos lo que tantas veces hemos escuchado y tal vez el destino de las palabras conformó rasgos de personalidades sujetas a un escrutinio apresurado pero no por ello disperso en el verdadero asiento de su pensamiento y orientación políticas.
El pensamiento triunfalista de Sheinbaum nunca desvió la mira de lo reiterado una y otra vez en esa voz mañera que confunde realidades y que propaga aciertos disfrazados con datos emanados de una imaginaria sembrada en discurso popular que dio origen al movimiento que no se sabe con certeza si pretende ser eso, movimiento o partido, siempre dejando una estela que presume actividad constante y cambio a perpetuidad. Hasta ahora ha sido aceptable en tanto su juicio no termina y tal vez la aproximación que mayormente justifica su actuar sea la razón de llamarlo transformación, concediendo al tiempo, la permanencia y la disculpa por no saberse consolidado el proceso.
Eso hace valer la candidata del populismo, no puede llamarse de otra manera su propuesta, es de tinte popular. Pero, en el matiz del triunfalismo, anuncia datos inexactos y aporta cifras falsas; el sustento de una austeridad republicana, que no existe en términos de análisis económicos, como tampoco existe una economía moral, desboca el encuentro de la verdad con el eufemismo, característica inequívoca del populismo. En voz de Sheinbaum hubo ahorro sensible en las finanzas de su gobierno, cuando el presupuesto empleado en los años de su gestión arroja números magros y opacos en obra pública no concursada, renglones no auditados en mantenimiento y labores de supervisión con resultados catastróficos que todos conocemos y pérdida de vidas.
Concluir un debate de expresiones un tanto sueltas, con un escrutinio en pantalla, con tiempos medidos, resultaría en juicio poco cercano a la realidad de un proyecto de gobierno; destacar méritos sembrados en situaciones aisladas y destacar experiencia local para contrastarla con un proyecto de nación no construye una praxis real de gobierno. En el caso del modelo popular, sabemos y conocemos sus fracasos, pero en materia de inversión se requiere mensaje de verdadera contundencia; la obra faraónica debe ser reparada en metas tangibles de funcionamiento o cancelada. Apostar a una continuidad basada en popularidad o en sostén de programas sociales es una utopía.
El contraste de Xóchitl Gálvez merece consideración especial porque parte de ese punto verderamente llamativo y cierto: el fracaso. El simple hecho de nombrarlo, hace válido su punto de partida, porque existe una intención de recomposición y la congruencia que ha acompañado su oferta, acompaña también su exposición directa. La noche de ayer no conformó el escenario propicio para todo un desarrollo de ideas y proyecto; tal vez ayudó en la perspectiva de proyección de personalidades al verse cara a cara por vez primera. Serenidad en la supuesta ventaja y amparo del poder en turno contra la novedad y afán de denuncia de hechos de dominio público en el atentado al pudor gubernamental y la ética. Se dio el primer paso y quedó grabado.
De las minucias en cuanto al salario mínimo y otras, se quedaron en vacío especulativo por no atender las bases reales y concentrar el supuesto logro en aumentos salariales que en la economía real enfrentan severas laceraciones en poder adquisitivo. No era el momento de erigir un panorama de verdadera defensa ante uno meramente contemplativo. Hubo expresiones duras sin consecuencia, hubo momentos tensos que se diluyeron en arrogancia, hubo confianza en la arrogancia y hubo desafío en el reto que quedó sin respuesta. Eso hubo.
Es difícil conducir un mensaje en esquemas de premura y nerviosismo, en esquemas dotados de una formalidad que resta soltura a la expresión natural; un debate de tiempos acotados por la civilidad imperante en un llamado democrático que no conceda ventaja a nadie, es ejercicio un tanto volátil, pero ayuda sin duda a acercar al votante a una facción de su preferencia. Vivimos tiempos complicados porque las verdaderas orientaciones no se dan en minutos, se dan en la verdadera práctica del ejercicio y disposición del recurso. Los verdaderos mensajes ya están conformados, son conocidos y están confrontados. La economía y sus agentes los conocen, la inversión los pulsa, el mundo de la economía libre los estudia. Vendrán tiempos de definición, de mayor confrontación. Vendrán, sin duda.
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