Secuestro patriota

El british Airways vuelo 327 de Londres hacia Madrid fue secuestrado. El mundo se detuvo en ese agosto del año 2137. Eran dos los perpetradores del traumático hecho, ambos originarios del Valle de Chalco, en el altiplano...

21 de agosto, 2024 Secuestro patriota

El british Airways vuelo 327 de Londres hacia Madrid fue secuestrado. El mundo se detuvo en ese agosto del año 2137. Eran dos los perpetradores del traumático hecho, ambos originarios del Valle de Chalco, en el altiplano mexicano. Las armas eran 19, de plástico todas, artísticamente elaboradas por medio de una impresora casera 3D; no bromeaban, nunca lo hicieron, irían ultimando pasajero por pasajero si no había avances sustanciales y además rápidos, expeditos los acuerdos: un pliego petitorio de siete puntos, breves pero concisos para ir liberando uno por uno a los 78 pasajeros del avión y a sus 6 tripulantes de abordo. 

Los acuerdos eran algo muy delicado, pero más lo era que ya los plagiarios habían aventado el cuerpo inerte de un hombre mayor a la pista, y aseguraban, tan sólo era el primero de la larga lista. Por radio se dictó punto por punto las exigencias concretas y de forma escueta y concisa a la torre de control del aeropuerto cerrado ya al tráfico aéreo; eficacia, era lo único que los mexicanos esperaban de sus contrapartes, y no hubo de otra, estaban tan bien organizados y dispuestos a todo que era la senda única posible de, aún así, incierto desenlace.

El espíritu de sus demandas giraba en torno a un acuerdo binacional, que implicaba directamente al primer ministro y tenía también a toda la corona en vilo. ¿Qué pedían? Que el museo británico de Londres entregara de inmediato a México (y la operación no se daba por válida hasta no llegar al último requisito para tales efectos) y sus autoridades, primero al Embajador mismo y luego este en un vuelo a Ciudad de México para colocarlas valiosas, históricas y exquisitas piezas de arte prehispánico adentro del mismísimo Museo Nacional de Antropología, incluso ya en el que sería su sala y/o punto definitivo a futuro. 

Todo se comenzó a movilizar y no fue sino avanzando las negociaciones que, uno a uno, primero los niños con sus madres, que comenzaron a descender del avión, sanos y salvos, a partir de ahí en orden de edad, de los más grandes de edad hasta los más jóvenes. Los servicios de inteligencia británicos se sabían vulnerados, burlados. De ahí que su plan era, aunque ya tarde, tomar por asalto la aeronave e inmediatamente neutralizar (asesinar, en buen anglosajón) al par de terroristas. Sabían que se resistirían, y así tuvieran las de perder todas, si se podrían mandar al otro mundo en su defensa a más de un elemento de élite.

Pasó una semana ya se terminaron por liberar al último grupo de varones adultos junto con los miembros de la tripulación. Entonces el plan: los agentes más preparados del ejército real entraron por sorpresa y fuerza al avión, al tiempo de escucharse dos estruendos; el cuerpo de seguridad para misiones especiales sólo tuvieron desde el segundo uno del asalto una visión que no estaba en su guion, que fue la de los dos mexicanos y sus cuerpos inertes con una mano armada pegada en sus respectivas cabeza; ofrendaron sus vidas. Por orgullo mínimo, el boletín de prensa que las autoridades más altas británicas dieron a sus indignados gobernados y la opinión pública del mundo: “El grupo de élite, si bien el gobierno tuvo que ceder a todos los puntos del ya mencionado pliego petitorio, había eliminado si sufrir un rasguño a los pelogrosísimos “sudacas”, que de cualquier forma perecieron”, pero eso sí que nunca se olvida, el aura de héroes en que se convirtieron para prácticamente todo el mundo, excepto claro, para los propios ingleses y de paso, pasa sus hijos, los Estados Unidos de Norte América, por y con una causa bien valía la pena despedirse de este plano, cosa que se cumplió y el siguiente paso pues, feliz (lo contrario llevaba implícito una humillante derrota y regalarse lo las seguro al resto de sus días a todo tipo de vejaciones, en una tierra lejana y extraña). Hoy, en el Museo Nacional de Antropología existe una pequeña pero muy lujosa y vistosa sala que lleva el nombre de “SALÓN DEL EXPOLIO”, exclusiva para esos siete tesoros recuperados, y también por ahí se adivinan los nombres y las efigies de los dos héroes suicidas, mismas qué aparecen aparecen en el fino grabado diseñado para el nuevo billete de tres mil pesos de curso legal.

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