En días pasados, dentro de las actividades del Círculo de lectura UNAM/UAER, revisamos el libro “Persona normal” del escritor Benito Taibo. En esta ocasión contamos con la presencia del autor, lo que –sin lugar a duda—enriqueció el evento.
“Persona normal”, publicado por primera vez en 2010 es una obra híbrida, escrita como diario personal en el cual se intercalan digresiones ensayísticas del autor acerca del papel de la lectura en nuestros tiempos. Los protagonistas son Sebastián, un jovencito de doce años y su tutor el tío Paco, en torno a los cuales giran personajes secundarios que dotan de vitalidad al texto, además de que representan arquetipos de distintas posturas dentro de la sociedad. El autor echa mano de la ficción para hacer vivir a Sebastián como actor principal de diversas lecturas que el chico va descubriendo, como si él mismo fuera parte de la narración. A ratos me recuerda a Don Quijote, bibliófilo desquiciado, que comienza a dar vida a los relatos de ficción que ha leído.
La edición que conseguí para esta sesión es 2010, conmemorativa del décimo aniversario de su lanzamiento. Contiene un agregado relativo al confinamiento por COVID, con reflexiones importantes en dos capítulos suplementarios. Además, al final posee un listado de las lecturas sugeridas por el autor a lo largo de la obra.
El propio Taibo define su libro como una carta de amor a la literatura. La incesante curiosidad del joven Sebastián nos representa a todos los lectores, y la figura del tío Paco –según nos refiere el mismo autor—está inspirada en su propio abuelo, quien llegó a México en tiempos de la Guerra Civil Española, para “hacer la vida” de este lado del Atlántico. Para los nietos su presencia fue decisiva en el sentido de convertirlos en amantes de la literatura.
Durante el desarrollo de la sesión, conforme fueron surgiendo preguntas de los participantes, el autor hizo hincapié en su propósito de fomentar lo que llama la “educación sentimental”. Contrario a los preceptos racionales que se aprenden en el sistema escolarizado, la parte humana de la educación se fomenta desde casa y logra ampliarse cuando el estudiante tiene la fortuna de toparse con mentores como el tío Paco, que lejos de imponer fríos conocimientos, invitan a explorar el universo propio, de modo de aprender a interactuar de la mejor manera con el mundo exterior.
“Leer nos hace libres”: premisa que Taibo expone de manera repetida a lo largo de su obra. Nos recuerda, además, palabras de su propio abuelo como figura de autoridad frente a ellos: “A los niños no hay que educarlos, hay que quererlos”.
Me identifiqué mucho con el concepto de que leer es una manera de resistir. La lectura nos proporciona un acercamiento hacia personajes que en la vida real no estaríamos en condiciones de conocer a cabalidad. Leer nos permite adentrarnos en su mundo, tratar de entender sus pensamientos y su modo de actuar. En grado variable, todo ello fomenta la “otredad”, la empatía de unos con otros, de modo de comenzar a mirar al otro como un amigo.
En todos nosotros, pero muy en particular en los niños –hace hincapié el autor–, la literatura es formadora de personalidad. Va definiendo nuestros modos de percibir las cosas y de reaccionar ante ellas, además de que satisface en cada uno ese sentido de pertenencia que, si somos honestos, todos vamos buscando en la vida con ahínco.
“Los bibliotecarios son los ángeles guardianes de la imaginación”, insistió el autor ya casi para concluir, enfatizando que, nuestra biblioteca, aun cuando la conforme un solo libro, es un tesoro que debemos de cuidar con celo, puesto que la imaginación nos da poder.
En el cierre del evento Benito Taibo nos anunció que acaba de salir su libro intitulado: “Cuatro veranos”, una obra de autoficción en la que, –palabras del autor– todo lo que se narra es real, menos lo que no lo es. Podemos adelantar que en esta nueva novela, sigue cautivándonos ese autor que apela al sentido humano de la literatura, para, a partir de personajes vivos, con sus luces y sombras, podamos ir construyendo nuestro mundo interior, cada vez más rico, cada vez más empatado con los ideales de un equilibro social integral, ese que tanto nos urge, en el cual cada uno de nosotros no escatime en poner lo mejor de su persona, en la confianza de construir, entre todos, la sociedad que nuestros hijos se merecen.
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