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Luisa Valenzuela es reconocida internacionalmente por su literatura marginal, entre otros temas, y su estilo sagaz, ataviado de humor y crítica. Un siglo después de “Clarín” y Bazán, la escritora argentina se decanta también por tratar demás de denuncia social, abuso de poder y violencia contra las mujeres. Luisa Valenzuela es la protagonista de una vida fascinante que la ha llevado a aguzar una de sus temáticas a raíz de la dictadura en Argentina. Gracias a su padrastro, director administrativo del periódico La Nación, y la influencia de su madre en el ámbito literario, desarrolló su pasión como periodista y novelista. Vivió los primeros tres años de la dictadura en Argentina; sin embargo, los temas que trataba en su obra y la represión política la llevaron a vivir en Nueva York donde colaboró con organizaciones como Amnistía Internacional y el Comité por la Libertad para Escribir del PEN, y continuó su abundante y progresista obra narrativa bajo la lupa de la denuncia del poder, explotación de la mujer e injusticias sociales. La organización de La Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) impuso el “terrorismo de estado” bajo los conocidos artificios de poder como el miedo y el silencio, desapareciendo a miles de personas.
“Aquí pasan cosas raras” fue una publicación de 1975 que reúne cuentos relacionados con la situación política de su país a principios de los años 70. Valenzuela no se restringe al utilizar un lenguaje figurado que simpatiza con el sentir social frente a la opresión de la dictadura. Irónico resulta que los temas que aborda siguen tan frescos como entonces. Juega con una “paranoia colectiva, comentario simulado y temeroso”.
La voz que le da vida al relato de Valenzuela es la de un narrador omnisciente que nos zambulle en la paranoia de un día común de dos amigos, Mario y Pedro. Desde el inicio aborda las consecuencias psicológicas de un régimen de terror. El tiempo o la época en la que se desarrolla la historia nos los ha dado el contexto histórico de la escritora, mientras que con los espacios descritos me atrevo a decir que emula sus paseos por las calles de Buenos Aires y sus días escribiendo en cafés donde se reunía con otros intelectuales preocupados por el yugo del poder y su realidad.
Debajo de la trama principal que nos habla del terror, la psicosis, la culpa, las consecuencias de los actos prohibidos y la intriga, se dibujan otros que marcan y dan compás a la historia como el hambre y la pobreza.
Mario y Pedro son seducidos por un portafolio olvidado. Observan todo y a todos a su alrededor, como si supieran ya sus pensamientos. En un momento superado salen de la cafetería con el portafolio en mano y se encuentran un saco sobre el techo de un auto, ¿por qué no?, “…Pedro lo toma con cariño” con la esperanza de encontrar algunos billetes en sus bolsas. Estos dos actos son la punta del iceberg del relato. El narrador se vale de las puntuaciones y estructuras gramaticales para darle velocidad a la historia y crear en el lector sensaciones y emociones. Todo alrededor de Mario y Pedro se convierte en una probable amenaza. Hay policías por todos lados, ¿los han descubierto? Con el hambre muy dispuesta y otro personaje famélico en la historia, el narrador inicia el fin de la historia de terror. Hay dinero en el saco, lo invitan a comer, ¡hay dinero en el saco! Salen del restaurante y el portafolio se queda sentado en una de las sillas. Se despiden del ya no tan extraño personaje y se van a casa. Pedro, al darse cuenta de que han olvidado uno de los motivos de sus angustias, deja el otro sobre un auto. Llegan a casa sin miedo, sin portafolio, sin dinero y sin ilusiones.
Con un final cerrado Luisa Valenzuela suelta el golpe de una realidad social que nos sacude, ya sea el siglo XIX, XX o XXI.
Clarín, Bazán y Valenzuela son escritores representantes de su tiempo y de la reflexión sobre la crudeza que ha habitado su entorno personal y social. Los tres cuentos abarcan tan sólo una mínima parte del trabajo narrativo y creativo de cada uno, pero podemos atestiguar que guardan más similitudes atemporales en sus temáticas que las diferencias narrativas y estructurales literarias. Tres escritores de corte y tendencias realistas que pretenden denunciar convulsiones sociales y que ello cobre conciencia en quien los lea. Tres escritores que buscan, bajo la capa de la técnica narrativa, que se reconozca la marginación, la violencia, la represión social; ese mundo fracturado que aparece una y otra vez. Escritores que nos han dejado su aliento y en los que encontramos el espejo de Maupassant en el que mirarnos y descubrirnos.
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