23 de diciembre de 1930, una pirámide, danzantes, tehuanas, árboles de navidad, luces de colores, vestuarios de antiguas épocas aztecas, bandas de guerra entonando el himno Nacional mexicano, campanas sobre campanas. Redoble de tambores, lentamente del centro de la pirámide una figura humana con un Topil gigantesco aparece envuelto en un atuendo de cuero, el hombre barbado de piel blanca, atlético y muy alto emerge, se oye un horrísono aplauso cuando estira los brazos en señal de triunfo hacia los más de 15 000 asistentes al entonces Estadio Nacional construido en 1924 en el predio que ocupaba el antiguo Multifamiliar Juárez en la colonia Roma, en el entonces Distrito Federal (hoy Ciudad de México).
Una voz profunda anuncia: “Señoras y señores, niños y niñas, papás y mamás, con Ustedes, con Nosotros, el símbolo de la navidad mexicana, ¡el Señor Quetzalcóatl!”. Una vez más el estadio se cimbra ante gritos, aplausos, todos los presentes lo vitorean. Aparece una sombra sutil detrás, la voz anuncia: “Con ustedes la dignísima Señora Doña Josefina Ortiz Rubio, Primera Dama de México, esposa de nuestro Señor Presidente Pascual Ortiz Rubio y presidenta de la Asociación Protectora de la Infancia”. Por tercera vez aplausos. Invitan a subir a la pirámide a algunos de los niños y niñas presentes, caminan por la escalinata que los lleva a la cúspide, con una sonrisa la Dama y El Señor Quetzalcóatl entregan los preciados juguetes uno por uno, mientras se ejecutaban bailables prehispánicos a los pies de aquella escena.
La prensa enloqueció. Hacía 10 meses que Pascual Ortiz Rubio asumía la Presidencia de México, el país estaba envuelto por la aún poderosa sombra de la Revolución, solo habían pasado 13 años desde la Promulgación de la Nueva Constitución Política que marcó el fin de la etapa de lucha armada y el principio de la lucha posrevolucionaria por el poder político. Álvaro Obregón ganó las elecciones presidenciales en 1920 y fue asesinado en 1928 iniciando con ello el periodo conocido como “El Maximato” que duraría hasta 1934 con la victoria electoral de Lázaro Cárdenas y el obligado exilio del que fuera “El Jefe Máximo de la Revolución” Plutarco Elías Calles en 1936 quien, motivado por esta lucha de caudillos locales, en 1929 aglutinó en un instrumento político a todos los sectores sociales, obreros y militares del país: Partido Nacional Revolucionario que decantaría con los años en el actual Partido Revolucionario Institucional, pero esa es otra historia.
Regresemos a Quetzalcóatl. Es en este contexto que el 27 de noviembre la prensa nacional anuncia el Decreto por el cual inician las festividades alusivas a la navidad con la imagen central del dios Quetzalcóatl. “Es un esfuerzo por engendrar evolutivamente en el corazón de los niños el amor por los símbolos, las divinidades y tradiciones de nuestra cultura y raza” dijo el entonces Secretario de Educación, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada. También la Lotería Nacional realizó el sorteo del 4 de diciembre en torno a este personaje histórico; el premio fue de 600 000 pesos. También el departamento de Dibujo y Artes manuales de la Secretaria de Educación mandó una circular a todas las escuelas urbanas y rurales para que se difundiera la leyenda de la Serpiente Emplumada y fuera objeto de estudio y apreciación en las aulas.
Sin duda, fue una política de Estado al fulgor del nacionalismo posrevolucionario. Durante mucho tiempo, la imagen navideña mexicana consistía en pastorelas, posadas y piñatas, fue a finales del S. XIX y principios del XX cuando se vivió una inmigración europea y estadounidense que permeó en todos los sectores sociales, trayendo consigo las costumbres del árbol de navidad y del gordito generoso llamado Santa Claus. Para la década de 1920 la imagen de este emblemático personaje estaba en jugueterías y espacios públicos.
La polémica no se hizo esperar, el sector católico expresó su preocupación por intentar sustituir con algo pagano la celebración del nacimiento del hijo de Dios. Así lo expresaron en la prensa. Algunos se molestaron por el hecho que Quetzalcóatl era una bestia, un animal con fauces feroces y ¿cómo iba a ser una imagen aceptada por los niños sin temor? En parte y por este tipo de opiniones fue que se decidió que el dios prehispánico estuviera caracterizado como humano, blanco y barbudo en apego a los viejos códices.
Las costumbres no se crean o imponen por decreto. Fue un fracaso en toda la extensión de la palabra. Nunca más se volvió a repetir. Las críticas de varios sectores de la sociedad, no ayudaron en absoluto a la iniciativa presidencial. Tampoco abonó que al año siguiente la empresa Coca-Cola encargara al dibujante Haddon Sundblum la imagen de Santa Claus; éste se basó en sus raíces nórdicas para crear un personaje alegre, cálido y amigable construyendo así una de las campañas publicitarias más exitosas de la historia. Hoy, ¿les sería posible imaginar una navidad sin este personaje? Imagino a los niños dirigiendo sus cartas: “Querido Quetzalcóatl”. Por cierto, ¡felices fiestas!
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