Girl

Pretender que no existen otros tipos de inclinaciones sexuales no solo discrimina a quienes lo viven, también nos limita a los demás al no permitirnos entender que cada individuo es distinto y que tiene derecho a ser...

22 de agosto, 2023

Este fin de semana vi por Netflix una película que me marcó de forma importante, aunque siempre he estado de acuerdo con el respeto y el reconocimiento a las distintas preferencias e identidades sexuales me encantó la forma de abordar el tema que tiene este filme y me rompió el corazón su escalofriante final.

Sin afán de contar cómo termina sí puedo solo comentar algo que se sabe en los primeros minutos: Lara es una adolescente transgénero, es decir, nació biológicamente hombre pero desde que empezó a tener conciencia sobre sí misma se supo mujer. Esto es llamado por la medicina como “Disforia de Género” ¿Qué significa esto? Según la enciclopedia Médica Medline, Disforia de género es el término para una profunda sensación de incomodidad y aflicción que puede ocurrir cuando su sexo biológico no coincide con su identidad de género.

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No es en ningún sentido una enfermedad, no es una perversión y no es el resultado de malas influencias o de una infancia traumática, no es una moda pero sobre todo no es algo opcional.

Sentirse ajeno al género con el que nacimos es simplemente algo que ocurre. Cada individuo nace con características particulares que se van fortaleciendo durante su crecimiento y que forman el carácter que lo definirá en su edad adulta.

Para quienes no vivimos con esta condición tal vez sea difícil de entender. De ninguna forma creo que deba ya ser visto como un privilegio ser heterosexual, pues eso nos lleva a una incapacidad para reconocer otras realidades tan validas y honestas como cualquiera.

Que a mí me gustaran los niños cuando empecé el proceso de la pubertad, que me emocionara viendo a los jovencitos del colegio al que asistían mis hermanos y que tuviera románticas fantasías con algún cantante o artista hombre fue mi realidad, y que ahora me guste Batman y no la Mujer Maravilla no me hace mejor ni peor ni privilegiada en ningún sentido, es exactamente igual que aquellos niños o niñas que sin proponérselo empezaron su vida adulta sintiendo diferente.

Muchos, por desgracia, la gran mayoría, tuvieron que callar sus inclinaciones y preferencias por miedo al rechazo, incluso mintieron diciendo que les atraían las mismas personas que a sus compañeros del colegio y en silencio y con miedo trataban de anular sus verdaderos anhelo. No recibieron como regalo nunca ningún juguete de su agrado, no pudieron vestirse con libertad y no pudieron practicar el deporte o actividad que realmente les gustara porque todo eso estaba mal visto y los hacía parecer anormales, porque no eran aceptados de inicio por las personas que deberían quererlos bajo cualquier circunstancia: sus propios padres.

Nada más injusto en la vida que coartar la libertad y la fantasía de un niños por los prejuicios de los adultos, por increíble que parezca hay padres que aseguran preferir tener un hijo adicto o asesino antes que un hijo gay. Que sepan todos que regalarle una muñeca a un niño que quiere tener una o dejar a una niña vestir de pantalones y gorra no va a definir sus preferencias, anular y satanizar sus inocentes y primarias preferencias, pero sí terminará por reprimir su personalidad y convertirlo en un adulto inseguro y resentido.

Mucho se habla del tema de los nuevos libros de texto. Es un tema verdaderamente complejo sobre todo porque es el primer paso a un larguísimo camino de una nueva conciencia social que no está mal, pero que por ser nueva nos tiene a todos nerviosos y ansiosos al respecto.

Reconocer que hay personas que no se sienten identificados con su sexo biológico o tal vez sí pero se sienten atraídos a personas del sexo opuesto o a ambos sexos indefinidamente es algo que no estamos acostumbrados a reconocer pero que es una realidad y que no podemos ni debemos seguir negando.

Pretender que no existen otros tipos de inclinaciones sexuales no solo discrimina a quienes lo viven, también nos limita a los demás al no permitirnos entender que cada individuo es distinto y tiene derecho a ser reconocido y por ningún motivo debe ser señalado ni llamado anormal.

La educación sexual, así como la educación religiosa y social son temas que se deben de tratar en el hogar, pero los padres o tutores no estamos capacitados para dar a nuestros hijos una educación integral sobre ningún tema y por eso los libros de texto de los colegios dan la información que los estudiantes necesitan para aprender y conocer el mundo y las ciencias.

Este tema de las distintas preferencias e identidades tiene alarmada a la sociedad entera, pero yo pienso que deberíamos tomarlo como es, la información general sobre la asignatura y entender que en casa tenemos una verdadera responsabilidad por enseñar a nuestros hijos sobre el respeto de todas las personas por igual.

La palabra inclusión a mi forma de ver es un término que deberíamos ir dejando de usar, pues todos los individuos tenemos los mismos derechos y las mismas responsabilidades y pensar que “Incluimos” a gente distinta en nuestra sociedad es algo por demás discriminatorio.

Recordemos que hace no mucho fuimos las mujeres las que tuvimos la suerte de ser “incluidas” en el mundo laboral, de que se los permitiera salir a la calle solas, opinar, votar, trabajar, vestir a nuestro gusto, maternar de forma autónoma.

En tiempos del Nazismo se hablaba de una supremacía aria y se enseñaba a los niños a pensar que solo las personas que cupieran dentro de los estándares establecidos eran dignas de tener un espacio en la sociedad. Asimismo, los indígenas y las personas afrodescendientes eran ciudadanos de segunda y no tenían acceso a la educación ni la oportunidad de desarrollarse profesionalmente y en siglos su única realidad fue la esclavitud, aunque ahora nos parezca increíble y aberrante.

También fue hace muy poco que entendimos que no era un tema de inclusión o de aceptación permitir respetar los derechos de la gente con discapacidad y dejar de llamarlos inválidos, de verdad que cuando yo era niña aún se referían con este despectivo nombre a cualquier persona que tuviera algún tipo de discapacidad y nadie se detenía a pensar en lo injusto y ofensivo de su proceder.

La sociedad debe ya empezar un proceso de evolución ideológica en el que para coexistir es esencial respetar. Reconocer no es lo mismo que aceptar y la comunidad LGBTTTIQ+ en algún momento deberá dejar de ser identificada como un sector de la sociedad y dejar de ser un tema la preferencia de cada quién, algo que sólo concierne a cada persona.

Decir que este es el principio de una hecatombe y que solo falta que las personas quieran identificarse como objetos o animales es un discurso profundamente ignorante, egoísta y prejuicioso y yo los invito a quienes se muestran reacios al tema a por un minuto ponerse en los zapatos del otro, a no negarse y a pensar qué pasaría si fuese uno de nuestros hijos o hermanos quienes nos confesaran que sienten distinto, si descubriéramos a nuestra hija vendando su pecho para inhibir su crecimiento, o a nuestro hijo apretando su pene con cinta adhesiva en medio de sus piernas para que no se note.

¿Podríamos perdonarnos que por nuestros prejuicios alguien que amamos sea condenado a vivir eternamente en el clóset y a negarse a sí mismo una vida de libertad como la que tienen sus hermanos cisgénero, por algo que él o ella no eligieron, que no daña absolutamente a nadie y que más que su decisión es su naturaleza?

Solamente respetando todas las formas de pensar y sentir es como verdaderamente podremos hablar de una de coluvión social real y equitativas, categorizar y etiquetar personas nos rebaja a nosotros mismos y al final los únicos que padecerán ser víctimas de nuestros prejuicios seremos nosotros mismos y nuestros hijos.

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