El demonio del desierto

Cruzaba en solitario la inmensidad del desierto, la noche cubría las arenadas tierras, un viento frío lo recorría, el silencio se apoderaba del todo alrededor y la obscuridad era amenazadora.

Temía seguir avanzando, pero sabía que no debería detenerme. Delante de mí, un ser demoniaco de gran tamaño con sonrisa diabólica me llamaba. Avancé hacia él sin bajar la mirada.

Con una gran voz me dijo “hola” y extendió su mano. Yo la tomé… Me llevó hasta una cueva cubierta de riquezas, pero éstas no me lograron seducir.

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Entonces él, molesto, me mostró lo que más amaba en el mundo y amenazó con apartarlo de mi vida, pero nunca flaqueé en mis decisiones. Sabía que mientras me amaran ellos, seguirían conmigo. Tentó mi alma esperando que ésta cediera a sus peticiones, pero nunca imaginó que era inquebrantable, pues era lo más fuerte que poseía.

En un momento de ira lanzó llamas hacia mí, pero no dejé de avanzar hacia mi destino. El calor era insoportable pero no suficiente para derrotarme.

Después, una gran tormenta de arena me azotó. Sentía cómo la piel se me desprendía del cuerpo, pero sabía que esas heridas sanarían si lograba mantenerme de pie. El suelo cada vez era mas denso y mi caminar se volvía más pesado a cada paso. El ente se detuvo ante mí con mirada penetrante y yo simplemente mantuve mis ojos en los de él.

Ahora empezaba a verse cada vez más pequeño, más débil hasta que desapareció con una carcajada que se sentía cómo retumbaba hasta los huesos.

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Cuando por fin se retiró por completo y su voz se perdió en la inmensidad. Paró la lumbre, la lluvia de arena cesó y el suelo se volvió firme y pude ver la luz de un nuevo comienzo.

De esta manera logré cruzar las tierras de la adversidad.

 

“ESTA ES LA NATURALEZA DE MI SER”.