Cuento para Cecilia

Abril 1980 Paginas adelante, dentro de su sueño, la niña se encontró cerca de un rio. Era un sitio lejano y desconocido. Al mismo tiempo, sentía que era un lugar familiar para ella desde siempre. Escuchó una...

12 de agosto, 2020

Abril 1980

Paginas adelante, dentro de su sueño, la niña se encontró cerca de un rio.

Era un sitio lejano y desconocido.

Al mismo tiempo, sentía que era un lugar familiar para ella desde siempre.

Escuchó una voz que la llamaba.

Era un pez parecido al de su cuento…

Estaba fuera del agua.

Parecía estar muriendo.

Su mirada sobre ella, trataba de moverla, de acercarla a él.

Faltaban unos pocos pasos.

De pronto, se abrió la puerta de su habitación.

Eran sus padres que la habían escuchado hablar dormida.

La arroparon, acariciaron su cabello, le besaron la frente y cerraron el libro nuevamente, dejándolo a un lado de su cama.

Hacia la media noche, sonó el timbre de la calle.

Alguien llamaba a su puerta.

El hombre estaba solo, vencido por el sueño junto a la chimenea sin fuego, con su manojo de páginas en blanco y una pluma expectante.

La llamada se repitió insistente, pero no fue escuchada.

El hombre  soñó  que se levantaba a abrir la puerta.

No había nadie.

Sin preocuparse por cerrarla de nuevo, salió y se alejó de la casa hasta perderse entre las sombras de la noche.

El timbre sonó  una vez más.

Él siguió dormido.

La joven que llamaba se marchó.

La sala se llenó de olor a rosas rojas.

Él, se veía sereno.

La niña de cabello largo y castaño

Que había hablado con ese joven momentos antes

Vino a sentarse en la banca junto a él.

A un lado, su bicicleta roja y vieja, reposaba sobre el piso.

No hizo intento por despertarlo ni trató de hablarle otra vez.

Simplemente lo tomó de la mano y se quedó mirando, cómo poco a poco el parque se iba quedando desierto.

En el fondo de sus sentidos

Percibía la risa de los otros niños.

Se acercó más estrechamente al cuerpo de aquel hombre que descansaba a su lado.

Desde ahí, al avanzar la tarde, 

Pudo apreciar la luna (ya casi llena)

Junto con el sonido de las aves que regresaban a sus nidos

En el laurel que cubría la banca donde ambos se  encontraban.

El viento del crepúsculo soplaba suavemente

Moviendo su cabello que iba a posarse sobre el hombro de él,

Que soñaba tranquilamente.

Mientras ella se perdía entre sus pensamientos

Se escuchaba también, 

El sonido inconfundible de columpios al vuelo…

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Acapulco, Playa Revolcadero

Mayo de 1993

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