Cuando la muerte platica contigo

Era enero de 2019. Regresaba a México después de haber visitado Estados Unidos de Norteamérica, cuando la muerte entró a mi casa a charlar conmigo. Sí… fue una larga plática nocturna donde debatimos mi presente y futuro....

17 de agosto, 2021 Cuando la muerte platica contigo

Era enero de 2019. Regresaba a México después de haber visitado Estados Unidos de Norteamérica, cuando la muerte entró a mi casa a charlar conmigo. Sí… fue una larga plática nocturna donde debatimos mi presente y futuro. Sus cuestionamientos fueron directos y sin piedad.

 Un extraño resfriado me había arrebatado la salud en solo unas horas. Del medio día a la noche, mi pecho se congestionó y una singular tos que no me dejaba; sin embargo, mis fosas nasales se encontraban despejadas de todo flujo e inflamación. Decidí acudir con mi médico de confianza. Me recetó alguna penicilina y algún expectorante para limpiar mis pulmones. 

Pero conforme pasaban las horas no notaba ninguna mejora. Decidí ser paciente, pensando que era cuestión de reposo y continuar con mis medicamentos.

 Mi señora empezaba a notar que mi salud se deterioraba en vez de mejorar, así que decidió llevarme de nuevo al médico al día siguiente para que me revisara. Me comentó que mis pulmones se escuchaban mal, así que decidió nebulizarme. Volví a casa y continué con las indicaciones, pero al amanecer la situación empeoraba. Recurrí nuevamente al consultorio médico como lo había solicitado. Noté su preocupación, pues mis pulmones no respondían al medicamento. Decidió oxigenarme con una dosis más fuerte usada en los hospitales, pero los bronquios no se habrían y los pulmones se congestionaban cada vez más.

Desconcertado decidió atenderme en casa para evitar que me trasladara a su clínica y por seguridad, pues el cuadro era muy extraño. La tos no se apartaba de mí, los dolores corporales junto con la temperatura continuaban deteriorando mi estado. Las noches eran eternas: el malestar no me permitía conciliar el sueño.

 De pronto, alrededor de las 9 de la noche comencé a toser continuamente. Las horas pasaban y continuaba tosiendo. Ya en la madrugada, en un intento por entender lo que me esperaba y tratando de ser objetivo con mi situación, entendí que la muerte me estaba cuestionando. 

Emocionalmente acepté que tal vez estaba viviendo mis últimos momentos, entonces lo único que empecé a pensar fue en llegar vivo al amanecer para poder llamar a mi hermano y dejar instrucciones sobre bienes e indicaciones para mis hijas y mi esposa.

Todo lo analizaba dentro de mí para no alarmar a mi familia. Cubría mi boca con un paño para que el ruido de la tos no despertara a nadie.

 Finalmente la muerte se postró a mi lado. Sentía su presencia, me cuestionaba en silencio y me tortura cada segundo, física y mentalmente. Repasé mi vida por un largo rato. Me sentí satisfecho con lo que había hecho hasta el momento pero preocupado por el futuro de mis pequeñas que aún son unas niñas.

 Reflexioné mis errores y aplaudí mis aciertos. Recordé los momentos más amorosos y despejé los rencores  para partir sin pendientes. Me perdoné por lo que hice mal y perdoné al que me ofendió. Posteriormente le susurré a  muerte en el oído: ¡estoy listo! solo déjame llegar al amanecer para poner al día a mi familia. 

Recuerdo que vi el primer rayo de sol por mi venta. Era el comienzo de un nuevo día. La tos cesó repentinamente. Eso me tranquilizó. Pude tomar agua. Me fui relajando rápidamente hasta quedarme dormido en unos cuantos minutos.

Al paso de las horas, desperté. Me encontraba solo. Mi señora y mis hijas habían salido a hacer sus tareas diarias. Llamé a mi señora y al contestar me dijo: “¿Cómo sigues? No quise despertarte te veías muy tranquilo y preferí que descansaras”. “Mejor –respondí– me ayudó la siesta mañanera”.

 Por la tarde tuve la visita del doctor y en efecto ya había una mejora. La recuperación fue lenta. Pasaron dos semanas desde que enfermé y todavía quedaban estragos.

Finalmente, recuerdo que pocos días después de esta aventura en mi vida, declararon  la pandemia por COVID 19. Cuando  dieron a conocer los síntomas, me sorprendí al ver la similitud que tenía con el “resfriado” que había padecido. Sentí miedo, incertidumbre y confusión. No quise hablar del tema y me resguardé tomando las debidas precauciones porque no quería vivir nuevamente este episodio que fue una pesadilla en mi vida.

 

                                            “ESTA ES LA NATURALEZA DE MI SER”.

 

 

 

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