Como una orquesta

¡Qué complejo debe ser para los compositores, la creación de una partitura! Imaginar en su mente los tiempos, las armonías y luego ir insertando la intervención de cada instrumento, sobre todo tratándose de orquestas sinfónicas.

20 de agosto, 2024 Como una orquesta

Hay días en los cuales, por simple salud mental, me desconecto de las noticias que pululan en el espacio cibernético.  El domingo fue uno de tales días; utilicé la tecnología en otro sentido: para sintonizar una serie de conciertos de música clásica de YouTube, que corrieron para mi tranquilidad durante todo el día, facilitando las tareas que habrían de cumplirse al paso de las horas.  Uno de tales conciertos capturó por completo mi atención: se trata de Daniel Barenboim conduciendo la Filarmónica de Berlín para interpretar la Sinfonía No. 7 (Patética) de Beethoven, que me gusta en particular, pues  evoca el inmenso placer con que la escuchaba mi señor padre, acorde tras acorde.

Desde el inicio de la ejecución dejé de lado lo que hacía en ese rato y me dediqué a observar de forma privilegiada, desde el mejor palco, el virtual, los movimientos del director anticipándose mentalmente a los acordes que habría de marcar para los distintos grupos de instrumentos. Así mismo observé cómo ese conjunto de músicos atendía los compases del director, cómo todos respondían a las gesticulaciones que él hacía, para imprimir mayor o menor fuerza a sus acordes. Entre los músicos de la orquesta podían identificarse edades y orígenes muy diversos, pero eso sí, unificados en responder a la voz de mando para ejecutar una labor conjunta y armónica. Como alguna vez dijo el conductor estonio-americano Krijstjan Järdi al frente de la Orquesta del Báltico: es en el trabajo armónico de una orquesta en donde se expresa el ser humano en su totalidad, la naturaleza que le da origen  y la vida espiritual que le infunde pasión.

Desde ese punto pasé a analizar la gran brecha que se abre entre quienes fuimos educados en el viejo sistema y las nuevas generaciones, para las que el trabajo en conjunto es la forma de cumplir las diversas tareas, tanto dentro de la escuela como en actividades extracurriculares.  Tal parece que los jóvenes educandos saben desempeñarse bien en esta modalidad educativa, pero de alguna manera, percibo, que aún no es un sistema asimilado en su totalidad. Allá afuera, cuando se trata de cumplir metas, sigue prevaleciendo el protagonismo, el decir “yo puedo solo, no necesito a los demás”, con resultados subóptimos. En gran medida parece obedecer al sistema social en que nos desenvolvemos, ya que detectamos que ese trabajo de conjunto no ha soltado del todo añejos egoísmos que llevan a los participantes a buscar el beneficio personal por encima de, o a través de ese trabajo en conjunto.

Habría pues, que establecer un marco teórico ideal: Para que un conjunto funcione a su máxima capacidad, debe estar integrado por individuos con el dominio ideal de la actividad que les corresponde dentro del grupo. Independientemente de su origen y formación, se buscaría lograr que, en el quehacer, cada uno funcione de manera equivalente con el resto.  Además, el equipo debe contar con una meta de tal valor para todos, como para poner lo mejor de ellos mismos en cumplirla.  Y finalmente, un director con liderazgo, preparado, con dominio del arte de la conducción. Capaz de llevar al conjunto a partir del reconocimiento de las habilidades individuales de cada uno, de modo de impulsar su ejecución.  Y después de ello viene el punto clave para el éxito: Ensayar, ensayar y ensayar.  Modelo válido para cualquier tipo de organización, desde una microempresa hasta un sistema gubernamental.

¡Qué complejo debe ser para los compositores, la creación de una partitura! Imaginar en su mente los tiempos, las armonías y luego ir insertando la intervención de cada instrumento, sobre todo tratándose de orquestas sinfónicas.  Una labor solitaria de gran concentración que culmina, como lo hemos visto a través de la historia, con una explosión inagotable de alegría, con una belleza tal, que conmueve hasta las lágrimas.  Y qué maravillosa tarea de un director, para interpretar cada acorde como su autor quiso que se escuchara.  Y, además del goce sensorial que nos provoca esta bella música, atestiguar el buen funcionamiento de una sinfónica a cargo de su director, nos obsequia toda una cátedra sobre organización, liderazgo y cumplimiento de metas.

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