Querida Tora:
Querida Tora:
Sí se hizo la comisión para revisar el proceso electoral. El portero nombró a cuatro de sus guaruras y a un vecino que es su incondicional, pero no se hizo nada. En primer lugar, porque los guaruras dijeron que a ellos los contrataron para pegarles a los enemigos del portero, y que no les gustaba estar sentados contando votos o quién sabe qué tonterías (dijeron otra palabra, que no me gusta decir delante de ti). Así, todo quedó en puro escándalo. Eso sí, los vecinos están inquietos, pensando qué hacer la próxima vez que haya elecciones.
El portero no se quedó quieto. Ya le dijo a su ex-candidato que la próxima vez se va a presentar él como candidato, aunque lo acusen de querer acaparar todos los puestos políticos. “Yo sé hablar de corrido”, le dijo, “Y eso cuenta mucho”. El excandidato se quedó mohino y triste, pero el portero le regaló una botella de tequila, y en un rato se le olvidó todo; anda convertido en la sombra del portero, más suspicaz y más intolerante que antes. En cuanto se le acerca alguien, lo manda a… a un sitio muy feo, y le dice que pida cita por Internet (Porque para eso sí es bueno: para insultar y repetir las órdenes que le dan. Como que los vecinos dicen que tiene una cinta grabada, y que cuando necesita hablar la echa a andar. ¿Te imaginas?).
El portero inició una campaña para caerles bien a los vecinos, y les ha prometido que todos los sábados va a haber funciones gratuitas de cine. Y cumplió su palabra. La primera película que les pasó fue “Lágrimas de una Madre”, que fue toda la vecindad. Todas las viejas lloraron, no sólo las madres; y esa noche mandaron a sus maridos a dormir al suelo, porque “todos los hombres son unos desgraciados”. Los señores se molestaron, pero con el portero; y le armaron una manifestación porque “los estaba privando de sus derechos conyugales”. El portero les dijo que eso se resolvía con unos guamazos (¿Te acuerdas de “madrazo”? Pues lo mismo). Algunos lo intentaron, pero no veas cómo les fue. Al grado de que fueron a pedir la ayuda de los guaruras, y las viejas estuvieron a punto de acabar con ellos. El portero vio el peligro, y reculó (Así se dice. No es albur), e intervino para calmar los ánimos, invitándolos a la función del siguiente sábado, con lo que “se equilibrarían los ánimos y volvería la armonía a la vecindad”.
Sí, chucha (Es una expresión. No hay nadie que se llame Chucha). El portero consiguió una película que se llama “El Amor las Vuelve Locas”, que es una comedia divertida y pone a los hombres en otra posición. Pero el chavo del 7, que es muy listo, le hizo una jugada… Fíjate si no. Poco antes de que empezara la función envió a la mocha a decirle no sé qué al portero, alguna tontería. Y la señorita, porque a diestra y siniestra proclama que es señorita, y a mucha honra, se puso un vestido bastante escotado (Se lo prestó la Flor del Mal, sin que el portero se enterara) y no se abrochó el botón de más arriba. El portero se quedó con los ojos cuadrados, y yo también (No por lo que estaba viendo, sino por el hecho de que una mujer tan recatada y tiquis-miquis se vistiera así). Al portero no se le cayeron los ojos porque los tiene muy bien atornillados. El caso es que mientras se esforzaba por ver un poco más adentro, la mocha se apodera de la película esa y la cambia por otra. Después, ella misma se la llevó al guarura que tenía que exhibirla; y éste, tan curioso o más que el portero, tampoco se fijó en lo que hacía, y la puso. ¿Y cómo crees que se llamaba la película? “Qué Idiotas son los Hombres”. Hubo un alarido, que de las vecindades cercanas vinieron a preguntar qué pasaba, y en el hotel se paralizaron las actividades. Y todos se quedaron a ver la película. El portero dio orden de que la quitaran, pero las viejas le empezaron a dar pamba, y tuvo que dejarla. La película les encantó. Sobre todo, a los hombres (Así como lo oyes), porque salía una rumbera con poca ropa y muchas plumas a cada rato; y como estaba mucho mejor que la Flor del Mal, tuvo mucho éxito. Pero, por eso mismo, las viejas no bajaban a los hombres de idiotas, diciendo que por ver tanta carne agitándose ya estaban alborotados; y, en consecuencia, siguieron privándolos de sus derechos conyugales.
El portero se escondió durante unos días, temiendo un ataque masivo. Hizo bien, porque el del 37, que es muy bronco, anduvo cargando un garrote “para darle su merecido”. Pero el portero llamó a su vieja a escondidas, le dio una feria y logró que le restituyera sus derechos. Con eso se acabó el problema.
El portero tendrá que esforzarse mucho para ganarse la voluntad de los hombres. A ver qué película nos pasa el próximo sábado. Ya te contaré.
Te quiere,
Cocatú
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