Querida Tora, Perdona que te diga lo que te voy a decir, pero no puedo evitarlo. Ya viene el cumpleaños de tu mamá; y quiero…
Querida Tora,
Perdona que te diga lo que te voy a decir, pero no puedo evitarlo. Ya viene el cumpleaños de tu mamá; y quiero mandarle una felicitación, aunque no se la merezca, y aunque yo me porte como un hipócrita. ¿Cómo le voy a desear muchos años de vida a una persona que me hace la vida de cuadritos? (Imagínate lo que quieras con los cuadritos, pero tu conoces a tu mamá). Tampoco le puedo desear la muerte, porque es una cosa muy fea. Lo que quiero es que le pase algo que la haga ser más tolerante y menos metiche; porque si a su hija le gusto yo, ella no tiene que tratar de enjaretarle a ya sabes quién. Porque yo a ti te quiero de verdad: para lo bueno, para lo malo y para lo otro, que está fuera de clasificación (por inmoral, diría tu mamá; por especial, decimos los entendidos). Dile que le envío mis mejores deseos y que me acuerdo mucho de ella; sobre todo, cada vez que veo al portero.
A propósito del portero. ¿Sabes cómo acabó lo de la tierra para tapar el hoyo? Les dijo a los vecinos que la hubieran cuidado, que fue culpa suya que se haya perdido toda, y que son ellos quienes la tienen que traer; que sus cuotas no son para pagar sus caprichos, y que a ver qué es lo que hacen. Los vecinos se enojaron y le dejaron de hablar pero él dijo que mejor, que así no lo molestarán con sus tonterías. Ahora, los vecinos no salen a pasear los fines de semana. Van a buscar terrenos baldíos por aquí cerca, escarban y se traen la tierra; algunos en botes, otros en botellas y los niños en cucharitas. Pero es muy poca; y con las lluvias mucha se va; aunque, cuando tienen suerte, el agua la arrastra hacia el agujero y les evita el trabajo de echarla allí. Pero es muy poca.
El portero se ausentó unos días. Y cuando regresó, nadie lo conocía; al grado de que no lo dejaban entrar; hasta que se quitó los anteojos oscuros y la corbata y los fue llamando a todos por sus nombres. Venía con traje nuevo, una corbata muy llamativa, recién peluqueado, rasurado, muy bien bañadito y yo creo que hasta perfumado (“Aromas del Tiempo”, que es perfume de mujer, pero él no lo sabe). Cuando le preguntaron qué le había pasado, los citó a todos a una junta para esa noche, a las 8.
Y allá fueron todos, muertos de curiosidad. Cuando hubo quórum (es una palabra latina, y no sabes cómo los impresionó), les dijo que se había ausentado para estudiar un curso en línea, y que a partir de ese momento ya no era portero, sino Administrador, con mayúscula. Todos se quedaron con la boca abierta hasta que el 8, que es muy aventado, le dijo eso no les importaba, y que qué tenía eso que ver con su corbata azul y sus calzones apretados. El los tachó de ignorantes, y les dijo que su misión era educarlos en la modernidad y enseñarlos a vivir como lo que eran: miembros de una sociedad evolucionada que necesitan aprender a potenciar sus cualidades para alcanzar una libertad financiera que les permitiera acabar con las prestamistas y la usura. Aunque no entendieron gran cosa, aplaudieron a rabiar; excepto unas señoras que les prestan a todos y viven de eso, y que tuvieron que esconderse.
Antes de que bajaran los aplausos, el portero sacó botellas de mezcal, y sus achichincles empezaron a repartirlo. La euforia delos vecinos subió de punto, y se pusieron a comentar las bondades de la modernidad y las potencias de sus cualidades, hasta que ya casi no podían hablar. Entonces el portero se volvió a subir al cajón que siempre le ponen para que puedan verlo, y les dijo que con sus cuotas no le iba a alcanzar para los gastos de administración que iban a tener, y que era necesario aumentarlas en 50%. Le aplaudieron, porque a esas horas ya no entendían nada de nada, con la excepción del señor del 8 que, además, es contador, y dijo que era una barbaridad. En eso, el portero levantó su vaso y dijo “¡Salud!”; y todos lo corearon y abuchearon al del 8. Luego les pasó una lista de los nuevos gastos, que nadie examinó porque “para eso tenían un Administrador con mayúscula, para que cuidara su dinero y les diera la libertad financiera”. Total, que ya eran más de las 12 cuando las viejas empezaron a arrastrar a sus maridos a sus viviendas (Ellas también estaban bastante incróspidas, pensando en que ya no iban a tener que lavar trastes, ni nada).
Al día siguiente, a primera hora, les echaron por debajo de la puerta una circular diciéndoles cuál era la nueva cuota de mantenimiento. Unos se infartaron, otros se enojaron y los más buscaron trancas para linchar al portero. Pero el del 8 les recordó que él se los había dicho. Y le contestaron que no les explicó bien, que por qué les permitió aceptarlo; ya lo iban a linchar, y si no lo hicieron fue porque el portero y sus achichincles trajeron a la policía y detuvieron a 2 ó 3.
Ahora, el del 8 trabaja con el Administrador para llevar las cuentas; y los vecinos están pagando las cuotas nuevas.
Yo estoy indignado. Pero la gatita rubia vino a decirme que no me preocupe, que los vecinos tienen la culpa por no pensar las cosas. Y como tiene razón, nos fuimos juntos a maullar a la luz de la luna. Nada más maullar, te lo juro. Y ya sabes lo que son mis juramentos.
Te quiere,
Cocatú
CARTAS A TORA 372
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