CARTAS A TORA 345

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Diariamente le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

12 de abril, 2024

Querida Tora:

Tenemos unos vecinos nuevos en el 8. Son recién casados, y no sabes qué bien les cayeron a todas las viejas de la vecindad. Todos los días le preguntan a ella si se le ofrece algo, la acompañan a la tienda o a la panadería y le informan de los precios. Total, pura miel.

Pero… Yo no sé por qué, siempre tiene que haber un pero. A los pocos días, el muchacho se fue a trabajar, pero iba como enojado, sin ganas de hablar y ni si quiera el saludo contestaba. “Algo le debe haber pasado anoche”, dijeron las chismosas, “y lo vamos a averiguar”. Estuvieron esperando a que saliera la chava y tan atentas como siempre, poco a poco fueron encaminando la conversación a lo que les interesaba, que para eso son verdaderas maestras. La muchacha no aguantó mucho, y se echó a llorar. “¿Te pegó?”, le preguntaron, “¿Qué le hiciste?”. Ella respondió que no con la cabeza, porque no podía hablar. Por fin, le dieron una copita de tequila “para que se entonara”; y la pobre, entre jadeos y sollozos, empezó a contarles su desventura.

Resulta que la chava tuvo un novio cuando era muy jovencita, pero el muchacho murió atropellado por un Metrobús. Sus relaciones no habían pasado de algunos besos muy castos, según dijo ella, aunque las vecinas no lo creyeron del todo. Y cada vez que se cumple un aniversario de su muerte, ella sueña que él viene a hacerle el amor… y a veces habla en sus sueños y pronuncia su nombre. La noche pasada, el esposo la oyó; y se enojó porque soñaba con un hombre que no era él.

Todas quedaron de acuerdo en que era un grave problema, porque la persona no es responsable de lo que sueña. Pero el esposo decía que soñaba con él porque seguía pensando en aquel novio; y no había manera de hacerle entender que aquello estaba totalmente muerto (Apachurrado por un Metrobús, ¡imagínate!). Y la chava tenía miedo de que la dejara si aquello volvía a suceder. Las vecinas, ni tardas ni perezosas, le dijeron que consultara a doña Sura, que era una bruja muy buena; y aunque ella no quería, la llevaron a su vivienda. Allí, doña Sura le hizo un ritual con un pollito (El muerto) y un gallo (El vivo), en el cual mataba al pollito y la bañaba a ella con su sangre, afirmando que eso sería suficiente para ahuyentar a un espíritu chocarrero. La chava se fue muy agradecida (Sobre todo, porque las vecinas pagaron la consulta entre todas), y se fue a preparar una cena especial a su marido.

La cena le encantó al muchacho, y la premió con tres sonoros besos y nada más, porque al día siguiente tenía que madrugar más que de costumbre. La chica volvió a soñar que le hacían el amor; pero tuvo la ocurrencia de llamar al novio “el pollito” en vez de Edilberto, que era su nombre; y el novio no tuvo nada que reprocharle… Aparentemente.

Al día siguiente, en el Metro, iba muy preocupado, pensando que “Pollito” debía ser un apodo del novio aquel; y se dijo que no había más remedio que luchar contra él y vencerlo. ¿Pero cómo se lucha contra un espíritu? Iba tan sumergido en su problema que se pasó cinco estaciones; y apenas llegó a tiempo a su trabajo. Eso lo tomó con un aviso de que tenía que hacer algo para acabar con la situación, y que tenía que hacerlo ya.

Así pues, esa noche los recién casados se acostaron como siempre, después de darse un beso ligero y las “Buenas noches” de rigor. El pareció quedarse dormido enseguida, pero en realidad estaba despierto, esperando a ver qué pasaba. En cuanto notó que ella empezaba a revolverse, inquieta, se dijo “Aquí vamos”; y se puso a hacerle el amor así, dormida. Ella empezó a decir “E… E…”, pero no pasaba de ahí; y el chavo arremetía con más fuerza.

Se cayeron de la cama, pero nadie protestó. Y amanecieron en la cocina, muertos de frío, porque la ventana se había quedado abierta. Total, que se fueron a la cama un rato más, y luego se levantaron, enfrentando el día con alegría y sobre todo, con confianza en su porvenir.

Cuando las vecinas le preguntaron a la chava cómo le había ido, ella dijo que maravilloso, que su marido había hecho huir a Edilberto, y que ya no tendría nada más que temer.

Las vecinas se quedaron sin saber cómo había hecho el chavo para ahuyentar al muerto, pero acabaron por concluir que había sido efecto de la brujería de doña Sura. Y los bonos de la bruja subieron como nunca en la vecindad.

Esta gente es muy especial, ¿no te parece?

Te quiere

Cocatú

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