Querida Tora:
Está lloviendo. De verdad. Con rayos y truenos, y charcos en las calles y gente mojada hasta los huesos. ¿Vieras cómo me gusta ver llover? Cuando no me mojo, por supuesto. Porque si me mojo me da frío, y luego vienen los catarros y las gripas y todo lo demás. Lo que hago en estos casos es refugiarme en una ventana del 2 que da hacia la calle; pero tiene un techo grande, y estoy como un rey. Además, eso me permitió enterarme de lo que le pasó al chavo, el hijo de los señores que viven aquí.
Este muchacho es muy serio, y estaba estudiando para ser concertista de piano. Estaba. Bueno, está: pero menos. Te estoy haciendo un lío, ¿verdad? Lo que pasa es que este chavo fue el otro día a un concierto de rock. El no quería ir, pero los amigos lo convencieron; y a la salida tuvieron una pelea con otros chavos por alguna tontería. Y uno de ellos sacó un cuchillo y se lo puso al chavo en el cuello, amenazando con matarlo; y el chavo, sin pensarlo, se llevó las manos al cuello con la intención (Absurda) de apartar el cuchillo. Pero lo único que logró fue cortarse profundamente los dedos de la mano derecha. Lo llevaron al hospital; pero no pudieron hacer gran cosa, y le tuvieron que amputar cuatro dedos, que ya estaban casi colgando de la mano.
Todas las viejas de la vecindad vinieron en montón a verlo y a llorar con la madre. También vinieron todos los chavos, no a llorar sino a compadecer al amigo o conocido (Por lo menos), y a escuchar de las madres decir que lo vieran bien, porque eso mismo les podía pasar a ellos si no andaban con prudencia en la calle. Hasta los ninis bajaron a verlo (El del 37 dijo que venían a ver si había quedado algún dedo para merendárselo, pero todos lo mandaron callar).
El chavo no decía nada, pero se veía que estaba molesto, harto de oir una y otra vez las mismas cosas: “¿Cómo vas a vivir ahora? Jamás podrás tocar el piano. Por una imprudencia, has anulado tu futuro. ¡Tan bonito que tocabas el piano! Eras un músico, pero ¿ahora, qué eres?” Y cuando alguien tocaba la puerta se hacía el dormido para no tener que contestar a las visitas.
Pero un día llegó su abuelita (Materna) con una prima que le gustaba mucho; y ni modo, tuvo que atenderlas. Y ya sabes. La abuelita empezó con “¡Ay, qué horror! Con las manos tan bonitas que tenías…” El chavo aguantó un rato, pero de pronto se levantó y empezó a hablar:
-¡Ya déjenme en paz! No me recuerden mi desgracia, ni me digan qué tengo que hacer para vivir sin cuatro dedos. Yo ya sé lo que tengo que hacer.
-Hijo – le dijo la madre – No le hables así a tu pobre abuelita, que está enferma del corazón.
-Abuelita – repuso él – Te quiero mucho, pero lo mejor que puedes hacer es no decirme nada. Esto me ocurrió por mala suerte, o por causa del destino o de la fatalidad…
-Del diablo – intervino ella.
-¡Del diablo, si quieres! Pero ésto no me va a vencer. Yo no puedo vivir sin mi música. Ya no puedo tocar a Mozart ni a Beethoven (Consulta la Enciclopedia, por favor). Pero puedo escribir piezas para tocar con una mano y un dedo, y las tocaré donde me acepten. Voy a ser un músico importante, y mis obras vivirán muchos años. Y los músicos que tengan sus manos completas las tocarán también, porque van a ser obras nacidas de mi dolor, de mis emociones, de mi cerebro y de mi corazón. Por favor, vete; y cuando vuelvas, olvídate de las lágrimas y disponte a escuchar mis obras.
Y diciendo esto, se volteó hacia la pared y empezó a mover las manos como si dirigiera una orquesta.
Antes de salir, la prima se acercó y le dijo casi en el oído:
-Felicidades.
Y se llevó a la abuelita antes de que pudiera pronunciar palabra.
Estos seres humanos… A veces los odio, pero no hay duda de que tienen cosas que les admiro.
Te quiere
Cocatú
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