Cartas a Tora 288

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Diario le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

28 de octubre, 2022 CARTAS A TORA 288

Querida Tora:

En el 17 vive un señor muy tranquilo, que en reuniones de vecinos habla poco, pero bien; y cuando se organiza la “beberecua” se toma una o dos copas y está con todos, pero casi no habla. A mi me intrigaba, y por eso me hice amigo de él. Pues el otro día llegó con cara de contento y, como de costumbre, se metió a su vivienda; yo lo seguí, y de repente me dijo: “¿Sabes? Me voy a hacer cuate de todos”.

Yo no supe a qué se refería; y, para enterarme, lo seguía a todos lados. Lo primero que noté – porque era muy obvio – es que ya no iba a trabajar. Enseguida me enteré de que se había jubilado (porque se lo dijo al espejo). Y el domingo siguiente salió al patio hacia mediodía, e invitó a todos los señores a celebrar con él el acontecimiento, y se los llevó a la cantina.

Regresaron hasta bien entrada la noche, muy contentos, echando “vivas”  al vecino del 17 y a la legislación laboral, que le había permitido jubilarse cuando todavía “aguantaba una buena ronda de cubas”. La cosa se repitió el viernes siguiente, el sábado y el domingo en la mañana. Y, tal como me lo anunció, ya era el amigo favorito de todos. Luego de eso, los vecinos ya hasta lo buscaban para todos los “chupes” que organizaban.

Yo veía al señor todas las noches haciendo cuentas de lo que había gastado y de lo que le daba su pensión; y casi siempre asentía, complacido. Pero un día las cosas se salieron de control.

Fue un sábado que bebieron más de la cuenta, y el del 17 seguía invitando. Pero el del 37 propuso “seguirla” en el hotel de a la vuelta. Todos aplaudieron. y el señor estaba tan pasado de copas que dijo que él “disparaba” las muchachas. No sabes cómo subieron sus bonos en ese momento.

En el entusiasmo del alcohol, el del 37 empezó a presumir que él “dobleteaba” siempre. Y del 43, que a veces es su hermano del alma y a veces su peor enemigo, respondió que el “tripleteaba” y más, siempre que se ofrecía. Enseguida los demás organizaron un “Concurso de Palitos” entre los dos. Llevaron las camas al vestíbulo, que es el único lugar donde cabían todos (El del 43 decía que para qué, que él podía hasta en un alambre, pero no le hicieron caso). Enseguida empezaron las hostilidades, y a las doce de la noche ya iban 4-3 a favor del señor del 37. Pero el hombre empezaba a respirar con dificultades y del 8, que es enfermero, dijo que había que suspender el concurso. El del 37 se engalló, dijo que no le pasaba nada y que seguiría hasta el final. El del 8 se tuvo que retirar con la cola entre las patas, y fue abucheado por aguafiestas.

Rugieron los dos contrincantes y se lanzaron al nuevo asalto, que ganó el del 43, declarándose un empate. Ahí las muchachas proclamaron estar aburridas por estar haciendo las cosas “sin alma ni entusiasmo”. Las cambiaron, porque el concurso no se podía suspender, y reanudaron los asaltos. Un vecino obsequioso fue a buscar a las esposas de los contendientes, y las mujeres se trajeron a sus cuatas para que les echaran porras a los maridos, mientras ellas se lanzaban miradas asesinas y tomates podridos que encontraron en la cocina del hotel. Y así siguieron hasta las cinco de la mañana, cuando el del 43 se retiró porque tenía que llevar a sus hijos a la escuela. La señora del 37 dijo después que no era cierto, que llegó a su vivienda y se cayó dormido en la puerta, de cansado que estaba. Pero el del 37 se quedó en el hotel, para echar “la del desempate”.

El señor del 17 se puso a hacer cuentas en cuanto llegó a su vivienda, sin esperar a la noche, y se angustió al ver lo que había gastado. Entonces se volvió a mi y me dijo, muy serio “Esto se está saliendo de madre. No puedo aguantar este ritmo de vida, y hoy mismo se acaba el destrampe”. Y dicho y hecho: no volvió a invitar a nadie a beber. Huelga decir que los amigos se fueron  retirando, y ahora apenas le hablan cuando se cruzan con él en el patio. Y algunos ni siquiera lo saludan.

Pero el señor del 17 está contento: logró lo que se propuso, y cuando vio que ese camino lo conducía al despeñadero (No te rías, así lo dijo textualmente), tuvo el valor necesario para reformarse. Ahora vive tranquilo, de acuerdo a sus ingresos. Y yo creo que es feliz.

Para que veas lo que es tener pantalones.

Te quiere

Cocatú

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