CARTAS A TORA 286

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Diario le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

14 de octubre, 2022 cartas a tora

Querida Tora:

Esas redes sociales… Son maravillosas, pero pasa cada cosa con ellas… Igual que allá, en nuestro planeta. Y si no, vas a ver lo que acaba de suceder con los del 41.

Desde hace mucho tiempo, el único que trabaja es el moreno. El güero se queda en la casa, a tener todo en orden, limpio y en buen estado. Además, sabe administrar muy bien el dinero; pero huelga decir que apenas le alcanza para llevar la casa. Pues el caso es que un día apareció con ropa nueva. Toda la vecindad se quedó patidifusa (incluyéndome a mí), porque era ropa de última moda, muy llamativa y, huelga decirlo también, muy cara. Cuando llegó el moreno y lo vio así, se quedó un momento inmóvil; se veía que quería decir algo, pero no podía… o no se atrevía. Por fin se salió y regresó hasta la noche, oliendo a alcohol. El güero se pasó todo el día de arriba para abajo, sin saber qué hacer; pero era evidente que estaba nervioso.

Yo me acerqué a su ventana para averiguar qué pasaba; pero todo lo que pude ver es que cenaron uno frente al otro (como todas las noches), pero sin dirigirse la palabra. Así estuvieron varios días, hasta que un día el moreno llegó a altas horas de la noche, borracho (se caía en las escaleras, no te digo más), se le plantó enfrente al güero y le dijo: “Ora sí vas a desembucharlo todo ¿Con quién me engañas?”. Así de claro, así de fuerte. El güero, con voz que apenas le salía de la garganta, respondió: “Con nadie. Yo soy incapaz…”. Pero el otro insistió, y lo acosaba y lo acosaba, hasta que el güero dijo: “Te lo voy a decir todo. Pero no te enojes, no me vayas a pegar”. Yo pensé que iba a haber una confesión muy sentida, contada a moco tendido, de un amor extraconyugal imprevisto. Pero, ¿sabes qué? Me equivoqué.

Lo que pasa es que el güero en sus ratos de ocio (que son muchos), se pone a ver las redes sociales. Y allí encontró una página que se llama “Sin Pantalones”. Ahí te inscribes, pagas una cuota, y tienes derecho a subir varias fotografías en las apareces, precisamente, sin pantalones (con los calzones no hay limitación). Las personas que consultan la página pagan algo por cada foto que ven; una parte es para los dueños de la página, y otra para el que subió las fotos. Y el güero se tomó unas selfies bastante atrevidas y las subió. Como te imaginarás, tuvo bastante éxito, y ahora ya no publica selfies, sino fotos de estudio, muy cuidadas, muy bien iluminadas para resaltar lo que más le interesa mostrar, con gran variedad de escenarios. Esas fotos se las toman en unos estudios que la misma página patrocina, y a veces resultan espectaculares.

No empieces a imaginarte cosas. Yo las vi para comprender lo que el güero estaba haciendo, no por motivos morbosos; porque yo soy tan distinto a los habitantes de este planeta que sus cuerpos me interesan solamente por motivos científicos, y no tengo pensamientos de otro tipo. Y no te voy a dar la dirección para que las veas tu, no importa cómo te pongas, porque no son propias para muchachas decentes e hijas de casa, que es lo que tú eres (afortunadamente para mi y para tu mamá, que se pasado la vida cuidándote de todo mal). Si te estoy contando ésto es para que veas a dónde conducen el libertinaje y el abuso del progreso de las ciencias. A mi estas cosas me dan lástima, porque ya ves las consecuencias que estos inventos pueden tener.

Bueno, a lo que iba. El moreno le creyó al güero; y después de que examinó la susodicha página lo perdonó, pero le pidió que no siguiera publicando fotos suyas, porque sentía muy feo que se exhibiera ante perfectos desconocidos (en realidad eran celos, pero su dignidad – o vanidad, tal vez – le impidió admitirlo); y que si quería comprarse ropa o alguna otra cosa, se lo pidiera; y que él le daría cuanto pudiera darle para tenerlo contento.

Total, que se echaron  a reír y a llorar por turnos, y la felicidad volvió al maltratado hogar. ¿Qué te parece?

Te quiere

Cocatú

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