Querida Tora:
Ya te he contado de doña Sura, la adivina. El portero no la deja trabajar en su casa, a menos que le pague (A la vecindad, según él) una contribución o impuesto, o como quieras llamarlo. Pero doña Sura es muy lista. Y si no, vas a ver lo que hizo.
Resulta que en el 28 hay una muchacha (En lo de muchacha la opinión varía, pues ya tiene 33 años muy bien cumplidos), que no se ha casado. Todos los novios (Así los llama ella, pero vete tú a saber lo que hayan sido) se han arrepentido en el último momento. Ya ni siquiera está desesperada, sino fatalmente resignada. El caso es que doña Sura le dijo que ella le iba a resolver el problema, y empezó a hablar del asunto. El portero inmediatamente le mandó un mensaje diciendo que no intentara tomarle el pelo, porque le iba a ir muy mal. Pero ella respondió que no iba a cobrar por lo que iba a hacer; que se trataba de un favor a una buena amiga, y le siguió haciendo publicidad al asunto.
Por fin, el sábado congregó a los vecinos a asistir al acto. En el patio habían levantado un pequeño templete lleno de velos y luces, que lucía muy cuco. Y a las doce de la noche (La hora del misterio y de las brujas, según dice ella), hizo subir a la muchacha al templete, vestida con una túnica vaporosa color Luna de Octubre. La del 28 quedó allí parada, en el centro, con los ojos en blanco y los brazos estirados, mirando al cielo y con expresión de profundo misticismo. Entonces subió doña Sura, con el empaque que tendría la Gran Pitonisa de Kalibut, si ese reino hubiera existido alguna vez. Pasó los brazos alrededor de ella, al tiempo que entonaba un cántico melodioso y extraño. Toda la concurrencia estaba muy impresionada. Y el, portero más que nadie, aunque lo disimulaba muy bien. (Pero yo sé lo que significa esa mirada de “Yo me las sé todas” que pone). Luego, doña Sura empezó a bailar alrededor de la chica, mientras ella seguía estática y ausente; y llegó fácilmente a un frenesí de jadeos y gritos que espantaron a más de uno. Luego, una nube vino a cubrir la luna (No sé si fue un efecto de iluminación o si, en verdad, la nube tapó la luna, y que el bailecito anterior fue para esperar que llegara el momento). Doña Sura lanzó un grito ahogado y se desplomó, ante el asombro de la concurrencia; luego se levantó lentamente, pidió a la muchacha que contuviera la respiración, tomó un extremo de la túnica que la cubría y jaló la ropa.
Y la chica quedó como Dios la echó al mundo, con algunas redondeces más. Y allí quedó, en el esplendor de sus 33 años venidos a menos. No sé si el grito de la concurrencia fue de espanto o de asombro (Asombro, porque no la creían capaz de tener todavía esa cinturita, no por otra cosa). Y doña Sura dijo, con voz tonante: “Aquí está una mujer en plenitud, aguardando al macho que se atreva a tomarla. Que se acerque el que la desee vivamente”.
No sabes el corredero que se armó. Todos querían subirse al templete, hasta los guaruras. Pero doña Sura sacó un látigo, y los mantuvo a raya diciendo que ella iba a señalar al escogido del corazón de la del 28. Y estuvo como veinte minutos rechazando a los pretendientes; hasta que al fin dijo a uno de los ninis de la azotea que la tomara en brazos y se la llevara. Y así lo hizo el condenado, entre las protestas y los gritos de los rechazados (Entre ellos los del portero, aunque luego lo negó categóricamente).
Lo que pasó allá arriba no te lo voy a explicar, porque no es una conversación digna de señoritas decentes. Lo interesante fue lo que ocurrió durante el evento. En el momento en que empezó el jaloneo en el templete entró a la vecindad un hombre vestido de negro (Para confundirse con las sombras de la noche, según explicó luego doña Sura) que traía un bulto igual de misterioso que él; se introdujo en la vivienda de la adivina, y mientras ocurría el borlote siguiente, se dedicó a instalar una computadora sencilla pero muy versátil; y a un lado dejó un instructivo bastante amplio.
Esa misma noche doña Sura se puso a estudiar el instructivo, y el día siguiente ya estaba recibiendo consultas en línea de sus clientes, tanto habituales como nuevos. Había hecho toda esa ceremonia para evitar que el portero se enterara de que había adquirido un equipo electrónico de primera para poder trabajar en su casa sin que él se enterara. Y le está dando muy buen resultado. También los inquilinos de la vecindad la están consultando así (Los que tienen los medios, por lo menos). Y el portero, en la ignorancia total. La ceremonia fue un distractor muy eficaz para lograr un fin necesario para doña Sura, pero prohibido por una autoridad. Además, la gente se divirtió con el “show”. Y la del 28 alcanzó su objetivo final, porque el nini ese se casó con ella (A pesar de que le lleva como 16 años) y ambos están felices de la vida. Doña Sura mató tres pájaros de un tiro. De veras que la admiro.
Bueno, mi amor. Me tengo que despedir. Nada más déjame desearte que el año próximo seas más feliz de lo que lo has sido hasta ahora. Que no te puedes quejar, porque desde hace tiempo me tienes a mi, aunque sea lejos.
Te quiere,
Cocatú
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