CARTAS A TORA 244

Un alienígena arriba a la Ciudad de México y, convertido en gato, llega a vivir a una vecindad. Le escribe a Tora, quien lo espera en su planeta natal, sus impresiones sobre lo que ahí ve

8 de octubre, 2021 CARTAS A TORA

Querida Tora:

Volvimos a tener borlote (busca en el Diccionario Folklórico, por favor) en la vecindad. Y es que los del 34 empezaron a quejarse de que en el 33 se escuchaban ruidos “siniestros” por las noches. Nadie les creyó, por supuesto. Pero una noche, uno de los ninis de la azotea bajó corriendo, con los pelos parados, diciendo que había seres extraños en la vecindad. Claro que el muchacho estaba mariguano; pero su terror era real, y recorrió el patio entero, tocando en todas las puertas, hasta que se cayó en el hoyo y ya no pudo gritar más. (No te espantes: no se murió; nomás perdió el poco conocimiento que suele tener).

Casi todos los vecinos salieron de sus viviendas; hasta el portero, que esa noche tenía de visita a la Flor (Ella también salió, pero en paños menores; y no sabes el trabajo que costó volverla a meter. Pero el portero nos hizo jurar a todos que no hablaríamos de eso). La enfermera vino a reanimar al nini, y vieras el trabajo que le costó, porque no estaba sólo mariguano sino que había bebido quién sabe qué porquería que le trajo un “compañero”. Y cuando pudo hablar, el chavo dijo que por la azotehuela del 33 había visto a un ser que caminaba muy rígido y que emitía unos extraños rugidos. Ahí sí se alebrestaron todos, y fueron corriendo a tocar a la puerta del 33.

Tardaron mucho en abrir, pero por fin salió el muchacho, todo soñoliento y con cara de pocos amigos, y dijo que dejaran de molestarlo o que se atuvieran a las consecuencias. El portero se ofendió, porque él era la autoridad máxima de la vecindad (según dijo), y a él no se le faltaba al respeto. Total, que se hicieron de palabras, y ya estaban pasando a las manos. Pero yo, que no me iba a quedar con  la curiosidad, me deslicé entre las piernas de los combatientes y me metí a la vivienda. Me dieron un pisotón en la cola; pero yo le clavé las uñas a la ofensora (la gorda del 42, kilos y kilos de grasa encima de una de mis vértebras), y la hice aullar. Eso los excitó más, porque todos creyeron que había el portero le había pegado, y ya se iban todos contra él. Pero yo, que ya me había metido hasta la cocina, salí como exhalación  para evitar una bronca mayor y decirles que lo que pasaba… Pero no podía decirles nada, o me hubiera descubierto. Lo que hice fue empujar a la abuelita del 39, que es muy chiquita y muy débil, a la cocina; allí, ella empezó a gritar, y entonces todos los vecinos se metieron (todos no, porque no cabían, pero es una manera de hablar).

¿Sabes lo que encontramos en la cocina? A los otros chavos de la vivienda y dos amigos suyos vestidos de “zombies”, quitándose el maquillaje que se habían puesto y tratando de ocultar los trapos que llevaban. Los vecinos, enojados, estuvieron  a punto de tirarlos por la ventana (estábamos en la planta baja, pero tirarlos por, la ventana era como un símbolo), y entre gritos y aullidos les exigieron  que se explicaran.

Fue el muchacho mayor el que dijo que sus papás se habían ido a visitar a sus abuelitos a no sé dónde y ellos quisieron aprovechar para hacer un video; que sólo se disfrazaron e iban a cantar y bailar un poco, para subirlo después a las redes sociales. Pero el entusiasmo les jugó una mala pasada, y uno de ellos había empezado a treparse por las cañerías para llegar a la azotea  y darle más realismo a las escenas.

Todos los regañaron, y les dijeron que les hubieran avisado y que a lo mejor hasta les hubieran ayudado. Pero el chavo contestó que tenían miedo, porque el portero siempre quiere cobrar a los vecinos por cualquier cosita que hagan. El portero se enojó, y les dijo que él no era un tirano, que se limitaba a aplicar el reglamento de la vecindad. Y cuando le contestaron que el reglamento lo hacía y lo deshacía el propio portero a su gusto, el hombre les lanzó una maldición y se fue muy digno y ofendido. 

Total, que los muchachos acabaron de hacer su video ayudados por los vecinos (esa noche casi nadie durmió esa noche en la vecindad), con excepción del portero, quien le dijo a la Flor (y me consta, porque yo lo oí) que iba a tener que reformar el reglamento para evitar que los vecinos agredieran verbalmente a su máxima autoridad.

¿Qué te parece? Los chavos ya no saben qué hacer para desfogar sus  “instintos creadores” (según dijo el chavo del 33, ya en confianza), y no les importa si con  ello molestan a los demás. ¿Hasta dónde van a llegar con sus videos “artísticos”? 

Te quiere

Cocatú

 

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