Querida Tora1:
La vecindad anda muy tranquila estos días, y el portero no ha inventado nada para agitarla (¿será que se está haciendo viejo?), así que me he dedicado a deambular por las azoteas propias y ajenas. Y por las noches me echo a contemplar la luna.
Aquí solo tienen una luna. A veces echo de menos las tres que tenemos en nuestro planeta. Pero vieras qué bella es la de aquí: a veces grande, a veces amarilla, a veces plateada… Tiene muchas facetas distintas, y me encanta mirarla en las noches que está llena, mostrándonos los accidentes de su superficie. Los humanos la relacionan mucho con el amor y con la locura. Puede que no anden muy descaminados, porque se ve cada cosa…
También extraño mucho la comida. Debe ser porque los gatos no tienen estómagos ni gustos muy sofisticados. Ya ves que yo allá, en casa, siempre ando buscando comidas raras y restaurantes diferentes. Pues aquí me tengo que conformar con pellejos, algunos trocitos de carne que me robo en el King´s (los cocineros son muy desperdiciados, y tiran mucha comida en buen estado. Ha de ser porque no les cuesta) y algunas cosas que encuentro en los basureros. No te espantes, no me estoy convirtiendo en un degenerado; pero es la única manera que tengo de probar diferentes comidas sin levantar sospechas. Algunas noches muy oscuras he llegado a meterme a alguna vivienda y me sirvo algo de lo que han cocinado las señoras, y pruebo hasta sus postres. De éstos sí tienen mucha variedad. Lo que pasa es que la mayoría son flojas, y no les gusta hacerlos; y se contentan con comprar en el supermercado algunos ya preparados. Que son buenos, pero no es lo mismo que las delicias que preparaban las abuelitas. La verdad es que ya quedan pocas señoras que se interesen por la repostería, porque la encuentran difícil y cara. Y me siento a la mesa; sacó unos platos, los más bonitos que tengan, y como con cubiertos. Esto se me dificulta un poco, por las características físicas de los humanos, pero me doy maña para comer como ellos. Luego lavo y recojo todo, para que no se den cuenta. Una vez que se me olvidó, cuando me metí al 3, que es una de las viviendas mejores que hay, los habitantes se encontraron con todo tirado y creyeron que sus muertitos habían venido por la noche a darse un festín, y no sabes cómo se emocionaron. Hasta lloraron. Luego sacaron las fotos de los padres, de la tía Eustasia y de una comadre muy querida; los pusieron en el comedor, en una silla cada uno, y les dijeron a gritos que volvieran cuando quisieran, que todo lo que había en la casa era para ellos. Y se pasaban las noches despiertos (Hacían turnos, para dormir a ratos) porque querían verlos y platicar con ellos. Me dieron un poco de lástima, y pensé en presentarme alguna noche diciendo que era el abuelito o quien se me ocurriera; pero no me atreví, no fuera a meter la pata y luego resultara peor el remedio que la enfermedad. Por eso, no lo he vuelto a hacer. Desventajas de ser tan diferente a ellos.
Una cosa que sí me molesta son las lluvias. Allá, en casa, llueve siempre en la noche; y para mojarte tienes que ser, por lo menos, trasnochador. Aquí llueve a todas horas, y resulta muy molesto. Eso se debe en parte a que a los gatos no les gusta el agua. Cuando vuelva a casa no sé cómo voy a hacer para volver a bañarme todos los días.
Pero son cosas pequeñas. En general, lo paso bien aquí. Lo peor de todo es que no te tengo cerca, y temo que empieces a olvidarte de mí. Ni se te ocurra. Yo te tengo siempre presente, y te respeto como si me estuviera vigilando tu mamá. A propósito: ¿cómo está? Me la saludas, si es que no tuerce la boca cuando le hables de mí. Pero ya extraño hasta sus gestos cuando me abría la puerta; y sus impertinencias cuando me iba. No te lo había dicho, pero siempre me quedaba escuchando un rato a través de la puerta, y oía lo que decía de mi. Ah, y gracias por lo que le contestabas: acordarme de tus palabras me ha hecho más llevadero este exilio.
Ya me estoy extendiendo demasiado. Te escribiré pronto.
Te quiere
Cocatú
Contexto: Un alienígena arriba a la Ciudad de México y, convertido en gato, llega a vivir a una vecindad. Le escribe a Tora, quien lo espera en su planeta natal, sus impresiones sobre lo que ve en ese lugar. Su correspondencia tiene algo de crítica social y toques de humor.
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