CARTAS A TORA 207

Querida Tora: Te voy a contar una historia que a mí me llamó mucho la atención. Y tu, con lo romanticona que eres… Aunque a lo mejor me equivoco. Pero, en fin, ahí te va. En el...

25 de diciembre, 2020 CARTAS A TORA

Querida Tora:

Te voy a contar una historia que a mí me llamó mucho la atención. Y tu, con lo romanticona que eres… Aunque a lo mejor me equivoco. Pero, en fin, ahí te va.

En el 35 vive un matrimonio con una hija única, que ya está crecidita. Puede que no llegue a los 40, pero poco le falta. Es una mu… (iba a decir muchacha) …jer de buen tipo; ni fea ni bonita, pero agradable; maestra de pian por vocación, y porque no sabe hacer otra cosa; hija de familia en la más amplia concepción de la palabra. Se le conoció un novio; pero quién sabe qué pasó, que un día dejó de ir a visitarla, y ella no ha querido dar explicaciones (mejor. A nadie le importan esas cosas, salvo a ella). El caso es que tiene una tía, por parte de madre, que se fue a conocer España (un país lejano, pero con muchos contactos con nosotros). Allí conoció a un muchacho (éste sí pasa de los 40), soltero, apuesto (según  ella), muy buen hijo, camarero en un buen restaurant, sin vicios ni problemas. ¿Y qué crees? Que le gustó. No para ella, sino para la del 35. ¿Puedes creerlo? Lo miró atentamente y le dijo “Tú me gustas para una sobrinita que tengo. Harían muy buena pareja”. El muchacho se rio, pero aceptó el nombre y la dirección de ella; y un domingo en la tarde que estaba aburrido, le escribió. Y, tal vez lo más increíble, ella le contestó.

Se estableció una relación epistolar y alegre que duró varios meses. Y un día, sin  saber cómo, él se le declaró. Ya sabes el problema: “Tú en España y yo acá. No puede ser, no puede ser, no puede ser”. Pero él insistió, y ella por fin le dijo: “Si quieres algo, ven a verme aquí”. Y como él quería mucho más que algo, un día se presentó en  el 35, sin  avisar siquiera que venía. Desmayo de la chica, desmayo de la madre. Sospechas y recelos del padre. Lo tuvieron  que recibir porque al muchacho no le alcanzaba ni para un hotel (se conoce que se vino con lo puesto). Y venga a cuidarlos día y noche, para que no se propasaran. Pero no se propasaron. El chico es muy serio y muy formal, y ella salió a su madre: feroz defensora de los principios morales. Pero la situación era insostenible, y se casaron. Así, sin invitados, a las ocho de la mañana, y yendo después a desayunar a un elegante restaurant del centro de la ciudad. Cuando regresaron del desayuno fue cuando avisaron a sus amigos de la vecindad. ¡Y se armó el fiestón! Todos cooperamos (yo solo pude llevar unos pellejos que me dio la del 7; pero lo que importa es la intención, ¿no te parece?).

Total que, después de un tiempo, el chavo se llevó a la muchacha a España, y sé que allá viven ahora, muy felices.

Vas a decir que fue una historia con muy poca miga (en primer lugar, no es pan), y tal vez sea cierto. Pero te la quise contar porque en este momento el planeta, tan grandote y tan bonito, está pasando una época muy mala. Hay muchas enfermedades nuevas; ha habido inundaciones en muchas partes; y terremotos y migraciones masivas y casos de aves migratorias que pierden el rumbo y van a dar a donde no deben; ese tipo de cosas que hace que los agoreros del desastre (qué frasecita, ¿eh?) digan: “Ahora sí se va a acabar el mundo”. ¿Pero sabes qué? Yo creo que mientras haya chavas como esta del 35 y su camarero lejano, que jamás imaginaron lo que les iba a pasar, pero que lo aceptaron con gusto y ahora lo están disfrutando, el mundo no se va a acabar. Y me gustaría que todos se dieran cuenta de ello y pensaran positivamente, porque eso crea un entorno favorable para la vida, y las dificultades se vencen y las desgracias se acaban. Así ha sido desde que el  mundo existe, y que no me vengan con historias deprimentes. Las enfermedades las van a vencer con vacunas, o con lo que sea. El mundo no se va a acabar, ni hoy ni nunca. ¿Pero cómo se los hago entender? Tú sí te das cuenta, ¿verdad? El mundo es lo que nosotros hacemos de él. La vida es la que nosotros decidamos vivir.

Me puse muy serio, ¿verdad? No me gusta, pero lo creí necesario. Salúdame a tu mamacita (en el buen sentido de la palabra), pues todos tenemos derecho a vivir. Y hasta la próxima.

Te quiere,

Cocatú

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