CARTAS A TORA 205

Querida Tora: El portero sigue empeñado en entretenernos con algo para que no nos ocupemos de los problemas de la vecindad. Ahora se le ocurrió organizar un juego de futbol y lanzó una convocatoria para que se...

4 de diciembre, 2020 CARTAS A TORA

Querida Tora:

El portero sigue empeñado en entretenernos con algo para que no nos ocupemos de los problemas de la vecindad. Ahora se le ocurrió organizar un juego de futbol y lanzó una convocatoria para que se inscriban los equipos. Al principio parecía que iba a haber muchos, pero con  todos los trámites que pedían, quedaron solo dos: los Buitres, el equipo del portero y sus incondicionales, y los Aguiluchos (que debió llamarse las Panzas, porque las había de todos tamaños y colores).

Luego vinieron los entrenamientos, a todas horas del día y de la noche. Y la vecindad se llenó de gritos y de mentadas, al grado que algunas señoras se compraron tapones para los oídos. Llegó el día del juego,  que se realizó en un terreno baldío a tres calles de aquí.  Desde muy temprano empezaron a llegar los espectadores, que no querían perderse ni un solo incidente del juego ni de lo que allí ocurriera. Los Aguiluchos se presentaron en punto, pero los Buitres llegaron con media hora de retraso. Ya hasta iban a cancelar el juego, pero ellos alegaron que el portero había tenido un asunto urgente que arreglar, y lo tuvieron que esperar. (El portero no jugó, pero era el capitán  y él mandaba en todo. Además, él tenía que hacer el discurso inaugural).

Empezó el juego. Se veía poco, porque no había llovido en varios meses, y el polvo impedía la visibilidad. Pero sí se apreciaban con bastante nitidez los goles. A los quince minutos, ya iban 5-3 a favor de los Aguiluchos, y el portero se enojó. Llamó a su equipo y les dijo que tenían que levantar mucho más polvo para que nadie pudiera ver nada. Y, efectivamente, a los pocos minutos ya iban 6-5 a favor de los Buitres. ¿Cómo? Pues entre lo poco  que yo vi, arriesgando mi vida al meterme entre las piernas de los jugadores, hubo dos ocasiones en que el guarura feo cogió el balón con  las manos y lo metió a la portería.

Los Aguiluchos no se doblaron, y empezaron a meter goles a plena vista del público. Sobre todo, el muchacho del 23, que parecía tener seis u ocho piernas, por lo que corría y lo que pateaba. Entonces, el portero llamó al guarura feo (que es también  el más bruto de todos) y le dijo que había que sacar a ese muchacho del juego, costara lo que costara. Y la siguiente vez que el del 23 cargó contra la portería de los Buitres, se le metió entre las piernas (literalmente) y lo tiró (en el buen sentido de la palabra). El muchacho tenía la pierna en forma de ángulo recto (sabes cuáles son los ángulos rectos, ¿verdad?), y hubo que llevarlo a la enfermería. El juego se suspendió, sin hacer caso de las protestas del respetable (que en ese momento no respetó  ni a las madres ni a las abuelas del árbitro-portero). El herido fue llevado al Seguro Vecinal. Por supuesto, los chiquiadores de ruda no sirvieron para nada. La enfermera estaba verdaderamente espantada, porque nunca había visto una fractura así, y no hizo caso al portero cuando le dijo que sujetara la pierna con un palo de escoba.

Todos los vecinos empezaron a opinar sobre lo que había que hacer (menos la señora del 23, que andaba como atontada), y los ánimos se caldearon. Quién sabe lo que hubiera pasado, si el portero no se pone a dar gritos (coreado por los guaruras), con lo que logró callarlos. Entonces, encargó el asunto a la Flor, que había llegado un  rato antes.

La Flor se arremangó las faldas y dijo “Voy a ver a Chanito”, y regresó un  rato después con una orden para internar al chavo en un hospital del Seguro Social. ¿Quién era Chanito? Algún gallón del hospital, seguramente. ¿Qué hizo con él? Nadie sabe, nadie supo, ni sabrá, porque hasta el portero se hizo el disimulado. El caso es que el muchacho fue atendido como debe ser, para alegría de nuestra enfermera, que ya se veía en la cárcel por usurpación de profesión.

Todos los vecinos estuvieron muy pendientes de la evolución del muchacho del 23, y hasta lo vitorearon el día que regresó a la vecindad, después de su operación… que lo primero que hizo fue dar las gracias al portero y a la Flor por su ayuda para salir del problema. Cosa que todos los vecinos le elogiaron. Y también  vitorearon  al portero que era, en definitiva, lo que éste quería. Y con tantas cosas, se olvidaron de los problemas de la vecindad por un tiempo.

Como sea, pero tuvimos paz durante unas semanas.

Te quiere,

Cocatú

 

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