La denominada saga de Rogue One del popular universo cinematográfico de Star Wars, es un verdadero hito en la millonaria franquicia por su contenido y profundidad artística en la tradicional leyenda llena de Jedis y su combate contra el lado oscuro. Con historias fuera de lo común de los combates con sables láser, protagonistas todo poderosos, sin temor y siempre con certezas sobre su papel en la rebelión contra el imperio galáctico. En esta saga el peso del heroísmo recae en personajes muy humanos con contradicciones éticas, excesos que justifican en su lucha contra el enemigo opresor, y con pérdidas personales enormes, donde realizan sacrificios por una causa mayor que no siempre ven materializada en vida.
La serie Andor se desarrolla en dos temporadas como precuela de la película Rogue One, una historia de Star Wars, conformando una trilogía poderosa, donde el guion es magistral con los personajes secundarios, quienes ignoran el enorme poder del imperio galáctico todo poderoso, casi imposible de vencer.
A la compleja historia de una dictadura galáctica, con claros tintes fascistas, se suma la traición del denominado elegido por la fuerza para combatir el mal, quien sucumbe ante la manipulación del malvado emperador, en un escenario de nula esperanza para los defensores de la vieja república. Esta información de conocimiento general para los seguidores del universo cinematográfico les es común, no es necesaria una referencia directa, ni una mención a los protagonistas más poderosos, en Andor el tema central es el cómo se materializa una rebelión contra un gobierno dictatorial.
En la trilogía referida, no existe ningún maestro Jedi, que son los guerreros buenos, todo poderosos que pueden enfrentar al enorme poder del imperio. En Andor y posteriormente en Rogue One, solo existen humanos sobrevivientes de la imposición del imperio, narrativas falsas y golpes de estado selectivos. Con la enorme desventaja de que los primeros rebeldes son grupos desorganizados, sin cohesión entre ellos y con enormes desconfianzas previas a la unidad rebelde de las películas populares.
Sin mencionar que el imperio galáctico construye en secreto un arma de exterminio global, conocida como la estrella de la muerte, que es capaz de destruir planetas completos. Dicha información no es ni siquiera imaginada por los rebeldes más fanatizados, aun cuando se sabe de la inmisericordia del emperador Palpatine que busca controlar el universo. Las referencias con el actual momento político mundial, son magistrales y en verdad fueron casuales, según señalaron sus productores.
Cassian Andor, interpretado magistralmente por el actor mexicano, Diego Luna, es un contrabandista de refacciones de naves espaciales, que es reclutado por Luther Rael, quien hace muchos años fue un soldado imperial, responsable del exterminio de pueblos y planetas que se oponían al yugo del imperio. En un viaje de redención, el antiguo soldado imperial buscara desde el trabajo encubierto brindar información vital para iniciar una rebelión, entrenamiento de espías, desestabilización mediante actos terroristas y sacrificios personales, la construcción de un camino que lleve al derrocamiento del imperio.
Sin revelar aspectos que reduzcan el interés por ver esta obra de ciencia ficción, se puede adelantar que la realización y la licencia creativa dada al show runner Tony Gilroy es impecable, visualmente poderosa, con la difícil misión de complacer a los recalcitrantes fans que adoraron el resultado final. Los mexicanos Diego Luna y el director Alonso RuizPalacios, lograron unir la narrativa de la serie con el inicio de la película Rogue One, que es considerada la cinta más completa del universo de Star Wars. Incluso dentro de una casa productora, que no tiene una tradición a favor de series disruptivas, y por el contrario apuesta por el mantenimiento del status quo.
En las películas del universo de Star Wars se dan pequeños esbozos de la tiranía del imperio galáctico, pero en la serie de Andor se manifiesta a plenitud la esencia de la dictadura y sus crimines de lesa humanidad cometidos por sus mandos medios. Como en cualquier régimen autoritario, sus integrantes obedecen órdenes abominables e incluso luchan entre sí para hacerlo de formas más sanguinarias, con la muy humana ambición de ascender en los rangos imperiales.
Son esas mismas contradicciones imperiales, las naturales traiciones y los complots personales, los que hacen posible que los rebeldes tan vulnerables y desorganizados logren avances para descubrir los maquiavélicos planes del imperio.
La rebelión de sobrevivientes a las masacres del imperio, que se muestran en las trilogías más populares, como un grupo perfectamente organizado, con información privilegiada y la tutoría de sabios Jedis para la lucha, era un cliché que se aceptaba en automático. Sin cuestionar las enormes expiaciones previas, para conformar esa unidad entre rebeldes que antes de ser heroicos, eran toda clase de desplazados, ladrones, estafadores y hasta asesinos, que hacían lo que podían para sobrevivir, hasta que la lucha contra el imperio les unió en un fin común.
Los personajes femeninos de la saga son trascendentales y con una formación histriónica muy elevada. Las mujeres en Andor, son de diferentes estratos sociales, deben luchar desde la clandestinidad, y padecen la persecución del imperio, cuando no son las últimas sobrevivientes de sus planetas de origen. Si bien la sexualidad y la diversidad están presentes en la serie, no es un tema central ni tampoco se siente forzado, fluye con naturalidad en la pausa emotiva, dentro de un conflicto desigual contra una tiranía que luce invencible.
Las calificaciones casi perfectas de los capítulos finales de la serie Andor son una invitación a la toma de riesgos creativos para contar historias poderosas, dentro de lo que ya era una saga exitosa, que se pensaba no requería nada nuevo. Estos desafíos a la lógica realizados de forma tan profesional y artística, superan a la idea prevista del cierre del bucle narrativo de la precuela mejor lograda.
Resultó en tiempo y forma actual, en un retrato y denuncia de los excesos de los gobiernos que se volvieron autoritarios, con rasgos fascistas identificables, y de intolerancia racial. Esta obra cinematográfica se convertirá en una serie de culto, por su forma artística, coincidente con el momento político, emanada de una franquicia que ya parecía sobre explotada y repetitiva.

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