En pleno siglo XXI con los avances de la ciencia y la tecnología, que han impulsado numerosos y vertiginosos cambios en todos los ámbitos, y a pesar de que les damos un reconocimiento, la realidad es que seguimos dudando de la información objetiva y validada. Parece que todos tenemos otros datos. ¿Por qué?
Retomo un artículo del portal The Conversation (https://bit.ly/36ei2qW), de los investigadores Barbara K. Hofer y Gale Sinatra, quienes han escrito el libro “Negación de la ciencia: por qué sucede y qué hacer al respecto”. Estos investigadores afirman que para los humanos pesa más la experiencia que la ciencia y la evidencia. Y nos hablan de cinco casos para demostrarlo:
- La identidad social. Algo muy simple y sencillo de entender es que los seres humanos somos seres sociales y tendemos a alinearnos con quienes tienen creencias y valores parecidos a los nuestros. Aquí lo interesante es que las redes sociales amplían este efecto, con base en los algoritmos que desarrollan las grandes plataformas sociales: acercan a los iguales y alejan a los diferentes. Así que es fácil engañarse, ¡entre amigos! ¿Qué hacer para evitarlo? Hay que aprovechar las distintas formas de pensar y abrirse a entenderlas a partir de los diferentes roles que jugamos en la vida diaria.
- Los atajos mentales. Lo más fácil suele ser lo mejor. Siempre buscamos el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo. Y para pensar también lo hacemos. A ello le sumamos la complejidad de la vida diaria que nos reduce el tiempo de análisis y reflexión. Somos consumidores de títulos creados para atrapar nuestra atención, aunque no sean verdades completas ni a medias. ¿Qué hacer? Pues verificar antes de creerlo o compartirlo. Hay que darnos tiempo y parar la pandemia de mentiras de todo tipo, por error o parte de campañas de manipulación de todo tipo, con fines comerciales o políticos.
- Las creencias arraigadas del conocimiento. Con el tiempo, clasificamos todo. Decidimos a priori qué es válido, creíble o no, etiquetamos lo que es el bien y lo que es el mal, sin evidencias ni mayor análisis. Y para completar el cuadro, dudamos de la nueva evidencia que anuncia cambios. ¿Qué hacer? Dudar para comenzar. Contrastar opiniones opuestas. Confrontar evidencias, datos, opiniones. Tenemos que estar abiertos a la posibilidad de cambiar de opinión sobre los juicios que cargamos.
- El razonamiento motivado. Estamos cargados de emociones y posiciones que influyen en la valoración de los hechos. Buscamos explicar a partir de nuestras experiencias o las de nuestros círculos cercanos. Nos motiva confirmar que nuestra forma de pensar es la mejor forma de interpretar el mundo. “Cuando las personas razonan no solo examinando los hechos, sino con un sesgo inconsciente para llegar a una conclusión preferida, su razonamiento será defectuoso”. ¿Qué hacer? Busque información que contraste puntos de vista y ofrezca información diferente, obtenga puntos de vista a favor y en contra, que nos inviten a analizar y a reflexionar a mayor profundidad que lo simplemente emocional.
- El dominio de las emociones y las actitudes. Lo que difiere de nuestras creencias, emociones y actitudes nos molesta y tendemos a rechazarlo de manera natural. Todo ello nos provoca ansiedad y afecta nuestro estado de ánimo, así que es natural que busquemos rechazarlo. ¿Qué hacer? Tomar conciencia de que nuestras emociones están influyendo en nuestros juicios. Comprender que ello sucede de manera natural y lidiar con ello cuestionándonos con apertura para entender y comprender nueva información.
Vivimos tiempos difíciles, donde la complejidad diaria nos consume el tiempo de reflexión, donde tenemos exceso de información, donde hay nuevas y poderosas técnicas de manipulación y donde existen constantes cambios por los descubrimientos científicos y tecnológicos. Todo ello nos reta a estar atentos a evitar aislarnos y alejarnos de la ciencia y la evidencia. La duda, la apertura, la aceptación de la pluralidad y del cambio, nos pueden ayudar a librar los nuevos tiempos. En nosotros queda.
“Todos pueden ser susceptibles a estos cinco desafíos psicológicos que pueden llevar a la negación, la duda y la resistencia de la ciencia. Ser consciente de ellos es el primer paso para tomar medidas para enfrentarlos”.
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