El SARS-CoV-2, también conocido como COVID-19, es un virus devastador. La sintomatología que se ha descrito en la mayoría de los casos es la respiratoria; es lamentable que la premura y la urgencia con que se ha presentado la pandemia ha dado poca oportunidad para evaluar otros síntomas que se han presentado y apenas ha habido una leve oportunidad para empezar a comprender cuáles son los daños que afectan nuestra capacidad cognoscitiva.
¿Cómo es que sabemos nuestro entorno y respondemos?
Nuestras sensaciones externas son captadas, registradas y respondidas mediante nuestros órganos sensoriales que están conectados con un sistema nervioso central y las respuestas son emitidas a través de una vasta red de nervios que recorre todo nuestro cuerpo. Los estímulos nerviosos son percepciones registrados en nuestros órganos sensoriales que envían la información (por medio de reacciones químicas o flujos bioeléctricos) hacia el cerebro, que integra los detalles, analiza la información y envía una respuesta a través de la complicada red nerviosa localizada en todo el interior de nuestro cuerpo.
El órgano maestro de toda la operación es el cerebro. Los elementos conductores de la información son las neuronas, que están rodeadas de unas estructuras celulares llamadas astrocitos. La función de los astrocitos es asegurar el buen funcionamiento de las neuronas, en toda la extensión de la palabra, es decir, procurarles nutrientes, neurotransmisores, manteniendo y acondicionando los potenciales iónicos y bioeléctricos, etc. Cualquier deficiencia de o en los astrocitos simplemente se reflejará en las neuronas y de inmediato habrá trastornos o el inicio de alguna enfermedad mental.
En la actualidad cientos de investigadores en todo el mundo están trabajando en algún tema relacionado con la pandemia. Estudios realizados en diversas clínicas han reportado que el virus ataca selectivamente los agregados celulares llamados astrocitos. La vía de entrada del SARS-CoV-2 a nuestro cuerpo es a través de la mucosa nasal, lo cual justifica en pleno el uso del tapabocas a toda hora y en cualquier circunstancia. El virus se adhiere a la mucosa nasal y de ahí pasa a las regiones anteriores del cerebro. En forma casi inmediata se manifiesta una disminución en los volúmenes del riego sanguíneo al cerebro o se inicia la síntesis de anti anticuerpos, es decir, moléculas que atacan a los tejidos neuronales normales produciéndose diversos trastornos que pueden ser: pérdida de la visión, debilidad en brazos y piernas, confusión, depresión, lentitud en el razonamiento, pérdida de memoria, etc.1 En términos generales, se calcula que un 80% de los pacientes admitidos en el hospital sufre alguno de los síntomas descritos. Es oportuno mencionar que varios de los síntomas son disminuidos o totalmente aliviados mediante la administración de inmunoglobulina intravenosa.
La situación del coronavirus es muy compleja porque muestra un alto índice de mutación, la altísima selectividad para determinar los sitios durante el proceso de adhesión a las células de los pacientes y ahora con el gran potencial para infectar exclusivamente los astrocitos humanos. Esto tiene particular importancia porque sugiere que existe un poderoso mecanismo evolutivo que mantiene la sobrevivencia y la capacidad infecciosa del virus.
Los hallazgos preliminares de la infección a nivel molecular se hicieron en ratones, donde la respuesta fue más o menos constante. Después se descubrió que los felinos, aunque mostraban ciertas diferencias intraespecíficas también eran susceptibles al virus, de hecho, ya se han registrado algunas muertes en varios zoológicos de Asia. Posteriormente, se demostró que los astrocitos aislados de diferentes especies de primates son semejantes a los de los humanos, con una gran diferencia; los humanos son mucho más susceptibles al ataque viral. Eso habla de una altísima selectividad evolutiva si consideramos que el genoma del coronavirus es pequeño (con un tamaño de 30 Kb, codifica para 50 proteínas de las cuales ocupa aproximadamente más de la mitad para el solo proceso de adhesión).2
Para hacer todavía más intrigante la situación evolutiva de este virus, varios autores nórdicos han reportado la presencia del virus en rebaños de diferentes especies de venados, donde éstos están actuando como portadores asintomáticos. Estos detalles podrían interpretarse como una existencia muy remota de este virus que ha pasado por diferentes escalas de la vida evolutiva de varios animales y que ha seleccionado al hombre como su víctima preferida.
Cabe enfatizar que el destino final de los pacientes atacados por el virus depende en gran parte de su propio estado clínico, es decir, de sus enfermedades, vicios, achaques, accidentes anteriores, etc. y que el virus solo se presenta como un verdugo implacable que cumple su misión inexorablemente.
Después de todo, es humano echarle la culpa a alguien ajeno a nosotros. A propósito de esta palabra: alguien o alguno que se repite en el texto y que implica falta de definición, inseguridad, algo vago, indeciso; es como un recordatorio a lo que estamos pasando hoy en día en nuestro malogrado país.
Que la pasen bien, estimados lectores, y se diga lo que se diga: usen el cubrebocas.
REFERENCIAS
- 1.- Michael Marshall. COVID and the BRAIN: RESEARCHERS ZERO in HOW DAMAGE OCCURS. Nature. 595 22 July 2021.
- 2.- Flora Vasile; Elena N. Rouach. Human Astrocytes: Structure and Function in the Healthy Brain. Brain Structure and Function. 222 2017 Springer.
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