Un “disruptor” es alguien capaz de crear un producto, un servicio o una forma de hacer las cosas que, inicialmente, desplaza y luego acaba sustituyendo al líder del mercado. Se trata de emprendedores con creatividad y amantes de la innovación, aun cuando no sean expertos en el sector, sólo se dan cuenta de que hace falta algo para satisfacer una necesidad del mercado.
El problema es que, cuando una persona se decide a emprender en un negocio disruptivo, enfrenta a toda clase de retos y desafíos que ponen a prueba su carácter y determinación. Es entonces cuando aprende que emprender es una actitud ante la vida, fundamentada en la predisposición a convertir las ideas en realidad, y adoptando una conducta proactiva ante los retos que surgen día a día para buscar soluciones y alcanzar nuevas metas.
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LA MUJER EMPRENDEDORA Y SUS RETOS (ruizhealytimes.com)
Desde el nacimiento del proyecto hasta que éste se convierte en una empresa sostenible, el emprendedor se topará con problemas que no contaba y situaciones que le defraudarán, pero también se encontrará con éxitos. La tarea parece ser más difícil para el emprendedor de base tecnológica, cuyo gran reto es lograr poner en contacto a la oferta con la demanda, ya que muchas veces se trata de mercados no configurados en los que hay que explicar muy bien cuál es el beneficio de su producto o servicios. Pero quizá la parte más difícil para el emprendedor de base tecnológica es el financiamiento para su arranque.
No obstante, el emprendimiento de base tecnológica tiene un gran potencial, especialmente en los mercados emergentes: A medida que los gobiernos y las personas en estos mercados adoptan las innovaciones tecnológicas, surgen oportunidades y, quienes tienen la experiencia necesaria (en tecnología, emprendimiento o inversión), pueden exportar sus conocimientos para ayudar a resolver problemas internacionales.
Un ejemplo de ello es lo que está sucediendo con las nuevas empresas tecnológicas en África en donde están socavando los problemas de pago aprovechando la penetración de Internet y la telefonía móvil. Si bien en el mundo desarrollado alrededor del 40 por ciento de los pagos se realizan a través de dispositivos móviles, la tasa se dispara hasta un 60 por ciento en ciertos mercados emergentes como Kenia y Filipinas.
Quizá es por esos que en los últimos años, el fenómeno del emprendimiento tecnológico ha despertado el interés de investigadores y responsables políticos que reconocen su efecto positivo en el desarrollo económico. Basándose en una rica tradición de investigación, varios autores definen el emprendimiento tecnológico como la interfaz de dos campos bien establecidos, pero relacionados: el emprendimiento y la innovación tecnológica (Beckman, Gary. Universidad Estatal de Carolina del Norte).
Pero para cualquier startup, los eventos de financiamiento son estratégicos y requieren mucha disciplina, esfuerzo y previsión. (Véase el libro de Kawasaki The Art of the Start). ¿Cuáles son las opciones por las que puede optar un emprendedor de base tecnológica? Puede recurrir a capital de riesgo tradicional, inversionistas ángeles, las incubadoras, los préstamos bancarios, los fondos personales e incluso el bootstrapping (usar solo los recursos existentes, como ahorros y equipo e instalaciones personales) cuando sea necesario.
En Estados Unidos, por ejemplo, existen más de 3000 programas de emprendimiento; entre ellos se encuentran los de las universidades, los aceleradores de startups como Y Combinator y MassChallenge, las iniciativas de desarrollo económico regional como Jumpstart Ohio, y los Small Business Development Centers (SCORE) locales para apoyar a los propietarios de empresas locales. Son programas que proporcionan una importante ayuda en la planificación empresarial, las operaciones y la administración del negocio. Los programas de aceleración también ayudan a validar la idea mediante estrategias de prueba de concepto, acercamiento a clientes potenciales para obtener comentarios y prácticas, y asegurar reuniones con posibles inversionistas o socios corporativos. Fuera de los Estados Unidos hay más de 1000 aceleradores de startups que ayudan a lanzar empresas de alto crecimiento.
Pero todo depende del tipo de empresa, de producto, y del nivel de arranque o desarrollo en que se encuentre. Si bien el capital riesgo puede ser adecuado para reforzar algunas empresas, existen otros modelos que pueden contribuir al financiamiento de una startup de base tecnológica como son el financiamiento de ingresos y beneficios, o las subvenciones estratégicas.
Los modelos de financiamiento de ingresos y beneficios son una opción que bien podría ser apoyada por los gobiernos estatales y locales que buscan hacer crecer su ecosistema tecnológico. Se trata de estructuras similares a la deuda, que apoyan a los emprendedores cuyas empresas se financian en gran medida con clientes de pago y toman capital sólo cuando es necesario.
Este modelo ha crecido en importancia en los años recientes en virtud de que algunos empresarios rechazan las expectativas de crecimiento, la dilución y los constantes ciclos de recaudación de fondos que conlleva la obtención de capital riesgo. Este modelo generalmente busca ingresos constantes y recurrentes, márgenes brutos saludables y flujos de caja estables.
Un ejemplo del mismo es el empleado por el Calm Company Fund (antes Earnest Capital) enfocada en apoyar a emprendedores a través de capital y asesoría, que opera mediante un acuerdo de ganancias compartidas actuando como sustituto de una estructura similar a la de las acciones, en la que un inversionista aporta un capital inicial y recibe un porcentaje de las ganancias de los emprendedores (esencialmente beneficios), hasta un tope. Otro ejemplo es el de financiamiento basado en los ingresos, como el ofrecido por Lighter Capital, el mayor proveedor de capital de deuda para empresas emergentes, que proporciona a los emprendedores capital de crecimiento en forma de préstamo a cambio de un porcentaje de los ingresos mensuales hasta un tope de reembolso, pagado de forma flexible en función de los resultados de la empresa.
A diferencia de un modelo de fondo de capital de riesgo en fase inicial, que depende de una minoría de empresas en cartera que generan la mayor parte de los rendimientos del fondo a través de un evento de salida, los modelos de ingresos y beneficios compartidos se basan en un mayor número de empresas en cartera que proporcionan rendimientos moderados sin presión de salida, alineando así los incentivos de los emprendedores con los de las inversionistas para construir empresas rentables, duraderas y de crecimiento constante sin la presión del crecimiento a toda costa y el alto riesgo de fracaso.
Hay quienes consideran que, para aprovechar los mecanismos de financiamiento de los ingresos y los beneficios, los gobiernos deberían considerar la posibilidad de proporcionar un apoyo financiero equivalente a los fondos emergentes que utilizan estos enfoques. Tradicionalmente, este tipo de participación gubernamental se ha utilizado para atraer capital de riesgo a lugares que esperan hacer crecer los ecosistemas tecnológicos.
Un ejemplo de este modelo, que muchos piensan deberían adoptar los gobiernos, es Israel: en 1993 este país arrancó la iniciativa Yozma con 100 millones de dólares, para desarrollar su incipiente industria de capital de riesgo; a través de esa iniciativa, el gobierno aportó hasta el 40% del capital obtenido por inversionistas externos para desarrollar fondos e invertir en empresas emergentes israelíes con fondos dirigidos por inversionistas privados e internacionales. El éxito de muchos fondos Yozma atrajo a nuevos gestores de fondos y, a finales de los años 90, gran parte de la participación inicial del gobierno fue adquirida por inversionistas privados, a medida que el ecosistema tecnológico y de inversión se hacía autosuficiente. Tradicionalmente, este tipo de participación gubernamental se ha utilizado en el espacio del capital riesgo para hacer crecer los ecosistemas tecnológicos.
Las subvenciones directas son otra opción. Éstas, otorgadas por los gobiernos, pueden ser un mecanismo fundamental de financiamiento temprano para apoyar a las empresas que operan en sectores cruciales para los intereses nacionales o regionales. Son una forma de complementar el capital de riesgo para empresas que operan en sectores como la fabricación avanzada, que tienen dificultades para obtener capital de riesgo debido a las elevadas necesidades de gasto inicial.
Uno de los programas de subvenciones es, por ejemplo, el Programa de Investigación para la Innovación en la Pequeña Empresa (SBIR), que anima a las empresas a participar en los esfuerzos federales de investigación y desarrollo fundamentales para el gobierno de los Estados Unidos. Este programa funciona en tres fases: En la primera, se establece el mérito técnico, la viabilidad y el potencial comercial; en la segunda, se apoyan los esfuerzos de investigación y desarrollo basados en los resultados del programa de la primera fase, y, finalmente, se entra a la fase de continuidad a los objetivos de comercialización de las fases anteriores.
El apoyo federal continuado a estos programas, así como la ampliación de los programas de subvención a las industrias críticas que impulsan las economías regionales, pueden proporcionar el financiamiento inicial necesario para demostrar la solidez técnica y la demanda comercial necesarias para atraer capital de riesgo.
El apoyo federal continuado a estos programas, así como la ampliación de los programas de subvención a las industrias críticas que impulsan las economías regionales, pueden proporcionar el financiamiento inicial necesario para demostrar la solidez técnica y la demanda comercial, para atraer capital de riesgo.
¿Y qué hay con la opción de capital de riesgo?
El capital riesgo es una forma de inversión adecuada para la fase inicial de empresas innovadoras con fuerte potencial de crecimiento. Por lo general, aunque no siempre sucede, las empresas proveedoras de capital de riesgo suelen invertir en emprendimientos tecnológicos con un concepto o una tecnología innovadora y atractiva, que tengan un potencial revolucionario y puedan ser calificadas como un “disruptor”, ya que eso garantiza un mejor rendimiento a la inversión.
Las inversiones de capital riesgo tradicionalmente se realizan a cambio de una participación minoritaria en el emprendimiento, debido al mayor riesgo que se percibe al invertir en empresas en fase inicial.
En este punto es importante distinguir la diferencia entre el capital de riesgo y las sociedades de capital de riesgo. El capital de riesgo es una forma de financiar startups que no tienen un historial que permita confiar en sus resultados o tener la seguridad de que se recibirá una ganancia por el dinero que se le preste a los proyectos nacientes. La Sociedad de Capital Riesgo (SCR) es una especialidad o subtipo de la Sociedad Anónima, diseñada para la inversión temporal en compañías, excluyendo aquellas de naturaleza financiera, inmobiliaria o cotizada.
A diferencia de las inversiones de capital riesgo, las SCR están dispuestas a invertir en empresas que aún no obtienen beneficios y suelen mantener sus inversiones durante un periodo de entre cinco y siete años antes de buscar una salida. Dado que su “recompensa” puede perderse fácilmente por una o varias inversiones deficientes, antes de invertir, la SCR examinará a fondo los riesgos potenciales de la inversión y evaluará cuáles son los ingredientes clave para el éxito de la empresa, incluido el equipo directivo; querrá saber si la dirección está a la altura de la tarea, la magnitud de la oportunidad de mercado y si el concepto o la tecnología en la que se centra la inversión tiene lo necesario para garantizar la rentabilidad de su inversión.
En última instancia, debido a la naturaleza de la empresa en su fase inicial, una sociedad de capital riesgo tratará de reducir los riesgos asociados a su inversión en la mayor medida posible.
Por lo que toca al emprendedor, deberá proporcionar a la SCR garantías para la inversión, esperar para tener el control final de la empresa y aceptar la eventual intervención del inversionista en la operación del negocio ya que los documentos de “inversión de la serie A” (la primera inversión de capital riesgo realizada en una empresa) normalmente impondrán estrictas restricciones sobre la gestión de la empresa. Asimismo, deberá contar con un plan de negocio bien pensado, realista y alcanzable.
Aunque el capital de riesgo ha sido defendido como un mecanismo de financiamiento popular para las empresas tecnológicas innovadoras durante décadas y ha proporcionado más de 164 000 millones de dólares a las nuevas empresas en 2020, financia menos del 1% de las nuevas empresas en Estados Unidos.
Esto significa que el capital riesgo no es para todo tipo de emprendimiento. El inversionista de capital riesgo adopta un modelo de inversión de alto riesgo y alta recompensa, consistente en respaldar a las empresas en las primeras etapas de su ciclo de vida considerando su potencial de crecimiento y de escalar rápidamente en mercados gigantescos. Por lo tanto, buscan empresas con pocos activos pero eficientes en términos de capital, y centradas en el crecimiento por encima de la rentabilidad.
Las empresas que pueden lograr un crecimiento constante o desigual, pero no como un cohete, no suelen ser idóneas para recibir capital de riesgo ya que pueden tener largos ciclos de ventas o vender en mercados con un gran potencial de ingresos -no de 100,000 millones de dólares- pero pueden requerir importantes gastos de capital o aprobaciones regulatorias antes de escalar.
La inversión de capital de riesgo dependerá del sector en el que participe el emprendimiento. Por ejemplo, en Estados Unidos, en 2020, los sectores de Internet y de software consumieron más del 47% de la inversión nacional en capital de riesgo, en tanto el sector industrial rondó el 4% y la agricultura y la energía/servicios públicos no superaron el 1% cada uno. De esta forma, sectores como la agricultura, la administración pública y la industria manufacturera ven limitada la innovación impulsada por capital de riesgo debido a la incompatibilidad del modelo de financiamiento con los ciclos de ventas, el potencial de mercado y las trayectorias de crecimiento de estos sectores. Inclusive algunas empresas tecnológicas que operan en sectores más atractivos para el capital de riesgo pueden no ser capaces de acceder a financiamiento si no muestran la trayectoria de crecimiento rápido que buscan los capitalistas de riesgo, dejando con opciones limitadas de financiamiento a muchas empresas tecnológicas de crecimiento sostenible.
Independientemente de elegir la fuente de financiamiento que se adapte a las necesidades concretas del momento en que se encuentre un proyecto, es importante tener en cuenta que no todo el dinero tiene el mismo valor intrínseco. Por ejemplo, el capital de riesgo gestionado por profesionales no solo aporta dinero, sino asesoría estratégica y una red de contactos.
De igual manera es necesario tener claridad sobre conceptos como: financiamiento en varias fases, criterios de valoración, reducción del riesgo, y fondos comunes de acciones de los empleados. También es importante considerar la estructura y las condiciones de la operación, la gobernanza y el control de las empresas y el papel de los acontecimientos de liquidez para las partes interesadas, como las OPI (Oferta Pública Inicial) y las operaciones de fusión y adquisición. También se pueden considerar, dependiendo del momento de desarrollo en que esté el emprendimiento la Oferta Pública de Venta (OPV), que en esencia es un evento de financiamiento (aunque con características especiales) y ciertamente no es el destino final de una startup. Buenas referencias son “Raising Venture Capital for the Serious Entrepreneur”, de Derrmont Berkery, y “The Entrepreneurs Guide to Business Law”, de Constance Bagley y Craig Dauchy.
Y como expresa González Piñón, “La maduración de emprendimientos basados en ciencia y tecnología depende del grado de avance en la generación del nuevo producto. Asimismo, de él depende su plan de inversión, puesto que las expectativas de beneficios están asociadas al nivel de conocimiento técnico alcanzado, lo que significa que la ventaja tecnológica, también puede representar una primicia comercial”.
Aunque el capital riesgo sigue siendo una herramienta importante para apoyar a un subconjunto de empresas altamente innovadoras y de rápido crecimiento, su modelo se adapta a las necesidades y objetivos de financiamiento de las empresas de software de rápido crecimiento, y no necesariamente a las empresas de “tecnología dura” con grandes gastos de capital, o a las empresas de crecimiento sostenible que necesitan capital paciente.
Para los responsables políticos que buscan revitalizar la innovación en industrias críticas o apoyar una franja más amplia de empresas tecnológicas de crecimiento sostenible fundadas por un conjunto diverso de emprendedores, es importante hacer un balance de qué tipo de empresas fomentan sus programas de financiamiento y considerar el cultivo de fuentes privadas y públicas que cumplan sus objetivos.
Existe la oportunidad de facilitar el apoyo financiero a los fondos y subvenciones que respaldarían a una gama más amplia de empresas tecnológicas, a través de un financiamiento federal o de fuentes regionales propias. Si se ve más allá del capital de riesgo y se apoyan las diversas vías de crecimiento de las empresas tecnológicas que mejor se ajusten a los objetivos de los empresarios, los inversionistas y la comunidad, los gobiernos pueden desempeñar un papel importante en el fomento de la innovación que logre una prosperidad de base amplia.
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Finalmente, un factor que poco se ha considerado y que invita a la reflexión: ¿cuál es la ética en el emprendimiento tecnológico?
El espíritu empresarial no consiste sólo en obtener beneficios económicos personales. Se trata de elaborar un plan para toda la vida que tenga un impacto positivo en la sociedad. Tener carácter es importante y no hay problema si se fracasa porque se puede volver a empezar, pero no es válido un comportamiento poco ético. La verdadera riqueza requiere la creación de un valor duradero, lo que exige integridad y ética.
El espíritu empresarial y los negocios no son deportes de contacto sujetos a sus propias reglas; son parte integral de la vida y en ellos se proyectan los valores de cada participante. Una cultura de fiabilidad y confianza profesional comienza con los comportamientos iniciales del equipo emprendedor. Buenas lecturas al respecto son: “The Monk and the Riddle”, de Randy Komisar (Harvard Business School Press), y “The Smartest Guys in the Room” de Bethany Mclean.
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