Uno de los fundamentos del Estado de Bienestar es garantizar el acceso, calidad y protección de la salud, de ello depende en gran medida el nivel de credibilidad, eficiencia y eficacia del gobierno, donde la población en teoría, es el beneficiario principal de toda política social y económica.
La inseguridad como problema de salud pública
Robin Coupland señala que la seguridad es un requisito previo para la salud, es decir, si el ciudadano no tiene seguridad y está sujeto a un clima de violencia cercana y permanente, la salud se deteriora, ya sea por presenciar, ser víctima o porque un familiar estuvo expuesto a un acto delictivo, por lo que, puede presentar en su vida diaria depresión, estrés postraumático, ansiedad, paranoia, entre otras enfermedades mentales, por ello, para la comunidad sanitaria a nivel internacional la inseguridad constituye un problema que impacta directamente a la salud pública.
La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, INEGI 2019, indicó que el 72.9% de la población de 18 años y más considera que vivir en su Ciudad es inseguro, es decir, 7 de cada 10 habitantes de nuestro país, además, el año pasado concluyó con más de 35 mil homicidios según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, por lo que, es el año más violento de la historia de México. Cifras de la misma dependencia indican que en este primer mes del 2020 van aproximadamente más de 2 mil homicidios dolosos, con un promedio diario de 77.2 muertes.
La Organización Mundial de la Salud, ha mencionado que la constante exposición al abuso y a la violencia genera daños en la salud mental, es entonces, que las causas y efectos de la inseguridad aparte de alterar el orden público, el Estado de derecho y la gobernabilidad, impacta severamente en la salud de las personas, es decir, uno de los pilares del Estado de Bienestar se ve vulnerado a diario en nuestro país, porque se desvanece la seguridad, la tranquilidad y aumenta la marginación, y el estado de indefensión que tiene como consecuencia la desarticulación del tejido social.
Al respecto, la Doctora Dení del Carmen Álvarez Icaza González, mencionó: “cuando hay violencia en una zona, muchas veces la gente deja de salir a los espacios públicos, se aísla, se genera disgregación de grupos, la gente tiende a juntarse con aquellos que considera de su propia identidad y empiezan a estigmatizar, rechazar u hacer a un lado a aquellos que consideran como externos.
“El Consorcio de Salud Mental, en donde se analizan datos de 8 países, incluido México, señaló que ser perseguido, acosado o extorsionado ocasiona que 25% de las personas puedan tener síntomas depresivos, pues cuando presenciamos violencia desarrollamos una respuesta al estrés”.
La pobreza, la indiferencia y la incertidumbre como factores de riesgo para la salud
Otros factores que deterioran la salud son la pobreza, la indiferencia y la incertidumbre. En el anterior sexenio la pobreza tuvo un descenso raquítico de 2012 a 2018 pasó de 53.34 millones de personas a 52.42 millones; en pobreza extrema en el mismo período pasó de 11.5 a 9.3 millones; y la carencia por acceso a los servicios de salud pasó de 25.3 a 20.2 millones de personas.
Los estragos de la pobreza hacen que pacientes y sus familias adquieran un rasgo vulnerable que los hace invisibles, sobre todo cuando la atención, el diagnóstico y el tratamiento de alguna enfermedad son negados por falta de dinero, médicos, medicinas e infraestructura quirúrgica.
Es aquí, donde la gratuidad y la universalidad del sistema de salud se vuelve un mito, ya que sin financiamiento estratégico hacen que el llamado INSABI tenga deformaciones técnicas, operativas y estructurales para dar servicio de calidad, además, podría representar con el paso del tiempo un modelo centralista, poco transparente y proclive a la corrupción, opacidad e ineficiencia que condicionaría el funcionamiento de los servicios de salud en las entidades federativas, principalmente por el interés político y presupuestal.
En este sentido, la enfermedad no espera y si se manifiesta en la población, por ejemplo, sólo por mencionar algunas enfermedades, la OCDE indica que en México el 73% de la población padece de obesidad, la cual conjuntamente con el sobrepeso le cuesta anualmente el 5.3% del PIB a nuestro país. En consecuencia, hay alrededor de 8.66 millones de personas que han sido diagnosticadas con diabetes. Con esto México es el primer lugar de los países que integran la OCDE con esta enfermedad.
A su vez, la Secretaría de Salud indica que el cáncer de mama es otra enfermedad que de 2007 al 2018 registró más de 68 mil defunciones, con alrededor de 15.6 decesos por día y en el 2019, la cifra ascendió a más de 7 mil muertes.
Desempleo como factor de riesgo para la salud
Al igual que las largas jornadas laborales que provocan enfermedades como el estrés, también el desempleo es un factor que altera la salud. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, INEGI 2019, señaló que hubo 2.1 millones de personas sin empleo, mientras datos del IMSS indicaron que el 48.2% de altas al seguro social cayeron, con lo que, se convirtió en el año más débil en generación de empleos desde el 2009.
La Organización Mundial de la Salud, refiere que el aumento del desempleo es un factor de riesgo que genera problemas mentales que disminuyen la calidad de vida de la población en edad productiva, ya que esta situación los limita económicamente, lo cual, no les permite realizar el pago en la atención, diagnóstico y tratamiento de alguna enfermedad, y
La Organización Mundial de la Salud, refiere que el aumento del desempleo es un factor de riesgo que genera problemas mentales que disminuyen la calidad de vida de la población en edad productiva, ya que esta situación los limita económicamente, lo cual, no les permite realizar el pago en la atención, diagnóstico y tratamiento de alguna enfermedad, y sobre todo porque les provoca estrés, ansiedad y depresión que pueden desembocar en actos violentos.
Consideraciones
Hasta hoy, el ideal del Estado de Bienestar al que aspira el Gobierno de México se encuentra muy lejano de la eficiencia y eficacia; enfrenta graves problemas de salud causados por la inseguridad, la pobreza y el desempleo, además la deficiente planeación en las políticas de prevención y atención de enfermedades. Esto podría acrecentar los padecimientos crónicos degenerativos si no hay un cambio a fondo en las políticas sociales y de seguridad.
Hasta hoy, el Estado de Bienestar que está implementando el Gobierno de México más que ser un modelo que represente la voluntad popular y que garantice el acceso a la salud entre otros derechos sociales, tiene matices a lo que Francis Fukuyama llama nacionalpopulismo y que se refiere a “Los líderes populistas que tratan de utilizar la legitimidad conferida por las elecciones democráticas para consolidar su poder. Afirman defender una conexión carismática directa con la gente, que a veces se define en términos étnicos que excluyen a gran parte de la población. No les gusta las instituciones y buscan socavar los controles y contrapesos que limitan el poder personal…”
En este sentido, Francis Fukuyama acuña el término megalotimia que significa “el deseo de ser reconocido como superior”, este tipo de liderazgos se contraponen al modelo de Estado de Bienestar y los acerca al nacionalpopulismo, ya que menciona el mismo autor, que ciertos líderes en el mundo asumen grandes riesgos, se involucran en luchas monumentales, buscan grandes efectos, porque todo esto lleva a su reconocimiento como ser superior a los demás.
Por estos motivos, las problemáticas que vulneran la salud de las y los mexicanos deben atenderse urgentemente sin tintes políticos, ni protagonismos, además lo realizado hasta este momento está muy alejado de los ideales y fines del Estado de Bienestar que se busca establecer en este sexenio, lo cual podría pasar factura en las elecciones intermedias de 2021.
Construir un México con salud, es reducir la inseguridad, la violencia y las muertes evitables, es combatir la pobreza con empleo, innovación y emprendimiento. Estamos a tiempo.
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