Párpados en las orejas

Desde niño siempre me pregunté por qué no tenemos los humanos párpados en las orejas. Aparentemente se trata de una teoría sin mayores implicaciones, una...

21 de julio, 2020

Desde niño siempre me pregunté por qué no tenemos los humanos párpados en las orejas. Aparentemente se trata de una teoría sin mayores implicaciones, una pequeña adaptación de diseño: del mismo modo que cerramos los ojos para dormir y que la luz no nos impida conciliar el sueño, cerraríamos nuestras orejas para no escuchar ruidos y tener un sueño más apacible, o cuando nos negamos a ver una escena horrible y perturbadora, no escucharíamos gritos o música desagradable, podríamos elegir qué oír. Ya un médico me explicó alguna vez, hace décadas, que no generamos este dispositivo porque el oído es nuestra alerta permanente, que nuestro cerebro discrimina en el acto de dormir los sonidos, pero que la luz no nos permitiría conciliar el sueño, que los oídos están protegidos por otros mecanismos que los ojos, por su parte no tienen. El hecho es que si no puedo cerrar mis oídos, sí puedo elegir atender lo que por fuerza han de oír.

    Otro de mis sueños de siempre fue estudiar en el extranjero. También se trata de un sueño inocuo; ver el mundo, aventurarme por otras tierras, comer otras viandas y llenarme de acentos que no conocía. Gracias a la UNAM eso fue posible, estudié en la Universidad de Alicante y fue una experiencia breve, pero de esas que le cambian a uno la vida; confrontarse con otras culturas y descubrir la altura de la nuestra, la aportaciones que nuestros antecesores hicieron y las que todavía estamos haciendo, saber que no somos ni más ni menos que otros.  Volví y lo que aprendí allá, lo enseñé aquí, escribí una memoria de lo aprendido y sus derechos corresponden a la Universidad que generosamente me permitió crearla. Por eso creo con firmeza que hay cosas que aunque se escuchen no es necesario replicar o combatir.

    Decía el Quijote “deme Dios contienda con quien me entienda” y es una lástima que esta frase no fuera de mi abuela que era diestra en el manejo de la sabiduría popular, y creo que ahora esta plegaria debería acompañarnos siempre porque estamos abaratando el diálogo de una manera lamentable; estamos presenciando cómo la calidad de los argumentos se viene abajo y nos ponemos a discutir con el presidente de la República si Vito Corleone envió a sus hijos a estudiar al extranjero, si hay que ser tolerante con los intolerantes y uno se pregunta si no estamos distrayéndonos de la agenda que de verdad importa.

    Creo, de buena fe, que las mañaneras se van convirtiendo en una especie de plática de sobremesa, de comentarios que van y vienen y que se sueltan a la ligera sin que tengan mayores consecuencias y que hay que estar, como el médico en la revisión final antes de cerrar la herida de la cirugía, buscando con todo detalle el puntito, el pequeño aspecto que en realidad es importante.

    Lo que sí solía decir mi abuela era que “en alguien debe caber la prudencia”, y en efecto, creo que los ciudadanos debemos cuidarnos bien de elegir nuestros interlocutores y la calidad de nuestros argumentos, porque no parece que los políticos de oficio lo estén haciendo y es importante que sepan qué es lo que nos preocupa. No es verdad que los que estudian en el extranjero le hagan daño a nadie, al contrario, contribuyen a traer vientos de otras tierras, intercambian conocimiento y sus frutos se sienten en nuestro país, ni siquiera vale la pena discutirlo, pero que ese principio se traduzca en menos presupuestos para los becarios, eso es el punto a discutir; es banal discutir si la foto de Francisco I. Madero aparezca en la nota histórica sobre la renuncia de Victoriano Huerta, vaya, que ya se ve que los años por venir van a estar pletóricos de estos detalles anecdóticos; pero lo que no puede pasar por alto es la inanición de la que parece van a morir instituciones como el INAH, y si bien los ciudadanos estamos dispuestos a colaborar entre nosotros y que lo estamos haciendo a través de las redes de consumo porque la práctica del trabajo independiente desde casa y la compra directa a los productores, la difusión de nuestras ofertas comerciales y profesionales a través de las redes sociales parece que llegó para quedarse; también debemos incidir en la agenda, hablar de los puntos finos, atacar los aspectos de fondo y dejar pasar, como quien oye llover, esos puntos insulsos que están desgastándonos tan profundamente.

    Tenemos, por ejemplo, un INE que es necesario apoyar y defender, entre ciudadanos, entre clasemedieros, entre nosotros, los sin partido, entre todos quienes podemos decir algo para hacer sentir que nosotros no estamos dispuestos a ceder la organización ni el control de las elecciones; tenemos un CONAPRED que requiere nuestra difusión y presencia, se necesita que hablemos y que estemos presentes, pero que no nos desgastemos en la triste caída de la opinión contra los detalles cotidianos que son las diminutas astillas que están atizando el fuego de los odios y los desencuentros.

    El tema de la seguridad, de nuestro miedo, de la epidemia y su manejo; ir al fondo de las cosas y dejar pasar esas puntadas que parecen estar destinadas a que no nos falte confeti para el festejo; en circunstancias así, lo sabemos por experiencia, nos va a salir el principio que enunció en su momento Cavour, el italiano, que se dolía diciendo: “En tiempos de sitio, cualquier asno puede ser un líder”.

 

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