Todo mundo tiene un Jetta. Al menos en la cabeza… y los pulmones

Hace poco el académico y comunicador Leonardo Curzio comentó que “algo se movió en el mundo cuando un directivo alemán se comporta como coyote de...

1 de octubre, 2015

Hace poco el académico y comunicador Leonardo Curzio comentó que “algo se movió en el mundo cuando un directivo alemán se comporta como coyote de verificentro.” Es cierto, pero no es la primera vez.

Sin duda uno de los mayores fetiches sociales de la modernidad en los Estados Unidos es el auto, solo detrás de la fascinación que siente por las armas. No por nada la inconseguible y estupenda película de Franco Rossi (1962) sobre la ciudad de Los Ángeles se llama Smog.

En América Latina tampoco es que los autos nos den asco. El promedio de autos por habitante en América Latina aumentó de 0.08 en 1990 hasta 0.17 vehículos por persona en 2007. En México y Brasil esta situación se acerca al 0.25, lo que significa que en estos dos países hay un automóvil por cada cuatro personas. El pésimo transporte público hace que lo primero que tenga en la cabeza, peatonal lectora, cuando le llega su aguinaldo es ver si se compra el Vocho que su tía ya no puede manejar.

Pero hubo un tiempo en que los autos eran una excentricidad de mal gusto. Al inicio, pequeñas empresas incubadas, no en el garaje, que aún no se inventaba, pero sí en el granero, competían ferozmente como puede verse en Tucker de Francis Ford Coppola. Nombres que tal vez no le suenen, juvenil lector, como Marmon, Stutz, Peerles o Pierce-Arrow son especies extintas de autos.

En su curiosísimo Cars and Culture, Rudi Volti narra cómo en 1934 el gobierno nazi contrató a Ferninad Porsche para que diseñara el KFD-Wagen, el vocho sedán. Para financiarlo, los nazis apelaron al pequeño Godínez que todo fascista llevaba dentro. Organizaron tanda aria en la que los trabajadores ahorraban y al llegar a 990 marcos, una ganga, se llevaban su auto nuevo de paquete. Se juntaron casi 380 millones y, ¿qué creen? Básicamente nadie recibió un auto. Las fábricas usaron los recursos para la versión militar del vocho, la kübelwagen que en México se llamó Safari.

En 1957, por primera vez en Estados Unidos un auto importado superó las ventas de los autos gringos y fue precisamente el Volkswagen. En 1965 la marca más importante de autos extranjeros en USA era Volkswagen. Por eso la planta que abrió en Puebla un año antes fue estratégica. Y ahí se armaron muchas de las unidades trucadas de estos días.

El año pasado, la ONG Consejo Internacional para el Transporte Limpio (ICCT) contrató a científicos de la Universidad de Virginia Occidental para evaluar un BMW, un VW Jetta y un VW Passat a diesel. Los datos de los VW no concordaban hasta que notaron un software que se activaba al detectar la evaluación de contaminantes. Les pusieron un diablito de alta tecnología para pasar las pruebas de emisiones.

Cerca de 11 millones de carros en todo el mundo expulsan cantidades de dióxido de nitrógeno (NO2) mucho más elevadas de lo que se decía. Los niveles del Jetta resultaron 15 a 35 veces mayores de la norma gringa que es de 31 mg. por kilómetro. El Passat tuvo emisiones cinco a veinte veces mayores.

Los motores diesel emiten monóxido de carbono y NO2, que tienen efectos muy graves para la salud además de ser, este último, precursor del ozono, una versión del oxígeno que es extremadamente irritante. Solo en Londres se calculan más de 3,000 muertes al año atribuibles a la contaminación atmosférica, de la cual el responsable es el diesel en un 40% para el caso del NO2. Y en México el problema es más grave que en Europa. Solo como ejemplo: en 2008 María-Consuelo Escamilla-Núñez y un equipo del Instituto Nacional de Salud Pública, presentaron los resultados de una investigación sobre los efectos del ozono y el NO2 en niños de la Ciudad de México. Los niños con asma tenían crisis de síntomas cuando aumentaban las concentraciones de ozono y NO2. Cuando aumentaba la densidad de autos los síntomas aumentaban. Los problemas alcanzaba incluso a niños sanos.

Tras la publicación de los resultados, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) amenazó con impedir las ventas de Volkswagen. Y es que lo más importante cuando se venden autos es la confianza. De hecho también en la mayoría de las actividades humanas. Amós Oz y Fania Oz-Slabberg dicen en Jews and Words que la paz se construye y se fundamenta en la confianza. También las ventas. Cuando se pierde la confianza se pierde el empleo, se derrumba la bolsa de valores, se resquebraja la pareja; se caen las ventas de autos a diesel. 

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