Tequila, mariachis y palenques

Quizá usted viajera lectora, lector, en alguno de sus peregrinares chilangos haya observado en el estación del metro Bellas Artes...

26 de noviembre, 2015

 

Quizá usted viajera lectora, lector, en alguno de sus peregrinares chilangos haya observado en el estación del metro Bellas Artes un par de paneles murales que representan la mirada de un artista francés sobre México y la mirada de un artista mexicano sobre Francia. Cada pintor hizo una estancia en el país del que hablaría en su obra con miras a impregnarse de la esencia cultural nativa. Y así la visión de pintor mexicano sobre el país galo muestra a Diderot, Pasteur, Cuvier, Rousseau y un largo etcétera. En realidad se quedó corto, pues a la lista pueden añadirse decenas más.

Quizá por eso es que Thomas Jefferson dijo en alguna ocasión que todo Hombre tenía dos patrias, la de nacimiento y Francia. Sí, Jefferson el mismo que escribió que es “una verdad evidente que todos los Hombres son iguales.” Una de mis tías quedadas dice lo mismo, sin embargo no es una verdad evidente; lo evidente es que todos somos distintos. Solo resulta evidente a la luz de los principios del cristianismo, y en las últimas décadas de la ciencia moderna, que es un producto totalmente judeocristiano.

Hermman Cohen, el teólogo judío, escribió en El prójimo, que “la unidad de Dios tiene como intrínseca consecuencia necesaria, la idea de que todos los Hombres son hijos de Dios y hermanos unos de otros.”

La idea de igualdad se ha convertido en una de las grandes aportaciones de Occidente; herencia judeo cristiana, sí, más la de Grecia clásica, o lo que a los cristianos les gustaba de las ideas de la Grecia clásica como la democracia o el átomo.

Pero hay otra raíz de occidente que es la del Islam con frecuencia solo apreciada a manera de puente cultural como en El nombre de la Rosa de Humberto Eco, trayéndonos a los a los griegos de vuelta, junto con los números arábigos desde la India, el álgebra, decenas de médicos, matemáticos y astrónomos y saturando nuestra cervantina manera de hablar de términos como blusa, pantalón, alcohol, almohada, alacrán, camisa, azúcar, aceite o guitarra.

Y es que el centro de occidente apenas muy recién se movió hacia el norte de Europa y su periferia en Norteamérica y Oceanía (haciendo caso de los remilgos de  Samuel Hungtinton que tiene severas dudas de que América Latina sea occidente cortesía de nuestro catolicismo medieval). Total que el centro era el Mediterráneo, la mar entre dos tierras, al norte Europa y al sur y el oriente del Islam.

Durante cerca de mil años el primer mundo hablaba árabe y el sur del Mediterráneo era la costa civilizada. Y si no me cree, escéptico seguidor de Ruiz Healy Times, vea la emocionante y palomera Trece guerreros basada en una novela de Micheal Crichton. David Abulafia tiene un portentoso y bello libro sobre historia del Mediterráneo, El Gran Mar, donde queda claro que esas aguas eran todo menos una frontera.

Por ejemplo Damasco ha sido un lugar de encuentros civilizatorios a lo largo de los siglos; Grecia, Roma, la cristiandad en su varias formas, el Islam y el mundo árabe, que son cosas distintas, y la presencia francesa y británica. Desde los viajes de san Pablo hasta Ikrám Antaki. Por eso duele verle así.

Si bien es posible hablar de un mundo musulmán es imposible hablar de la homogeneidad de las sociedades musulmanas, como lo es del mundo cristiano. Aunque compartimos ideas comunes en el occidente cristiano como la libertad individual, entre usted piadoso lector de Ruiz Healy Times y un mafioso italiano o una neonazi chilena, puede haber muy poco en común. Eso esperamos todos de un lector de esta página. Nadie se refiere al Chapo como delincuente católico, aunque se persigne antes de hacer pozole a sus amigos. Vamos, ni siquiera del padre Maciel. Igual con los musulmanes. La gran mayoría no tiene que ver con la violencia como el luteranismo en nada se relaciona con los supremacistas noruegos.

Tanto es así que si usted piensa que en la biblioteca de un miliciano de Isis encontrará ediciones de estudio del Corán, textos sobre Islam clásico, o enciclopedias sobre teología comparada, espero que no haya apostado.  Hace unos años el MI5, la agencia de seguridad británica sacó un reporte en el que indica que la mayoría de los extremistas islámicos son chamacos que apenas y han oído la palabra Islam. Muestra de ello es que Yusuf Sarwar y Mohammed Ahmed los yihadistas ingleses arrestados el año pasado tenían como libro de cabecera Islam for dummies de acuerdo con reportes de The Guardian. Por eso las generalizaciones son peligrosas.

¿Cómo llegamos a esto?

Habitualmente se usan uno o dos ejemplos a partir de los que se generaliza; se escogen los datos a conveniencia. Pakistán y Afganistán son lugares terribles donde lapidar mujeres es casi un deporte. Así que pensamos que todos los musulmanes son así. (¡qué listos somos!) Pero en realidad Afganistán nada tiene que ver con Malasia o Indonesia, donde las mujeres suelen tener más derechos que muchas mexicanas.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, Turquía invierte casi el doble que México en ciencia y tecnología y los científicos de Malasia publican más artículos en revistas especializadas que los de Chile.

En ciencia se le llama coloquialmente “pizca de cerezas” a elegir solo lo que nos apoya y se considera franca deshonestidad porque busca engañar acomodando los datos, en este caso, a los prejuicios. Todo prejuicio, conlleva una parte de realidad, otra de desconocimiento y otra emocional. Los musulmanes son salvajes porque practican la decapitación. Bueno, de acuerdo con el periodista canadiense Jeremy Mercer en When the Guillotine Fell, los franceses dejaron de practicarla apenas en 1977 cuando cayó por última vez sobre Hamida Djandoubi, un migrante tunesino de familia musulmana que torturara y asesinara a su pareja. Y la abolieron hasta 1981. Pero de la misma manera que nunca diríamos que los franceses son un pueblo bárbaro, tampoco podemos decirlo de los 50 países de mayoría musulmana y 1 600 millones de personas profesantes del Islam que hay en el mundo según el Centro Pew.

Por cierto, ¿a que no adivina qué pintó el artista francés sobre México en el metro Bellas Artes?

Agradezco al presbítero José Manuel Hernández su erudición y su referencia a los textos de Hermman Cohen.

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