¿Cómo se cuelga un cuadro?

Hay noticias importantes y otras que a nadie le importan. Esta es ambas cosas. Hace un par de semanas, en la revista Nature , Martin...

9 de julio, 2015

Hay noticias importantes y otras que a nadie le importan. Esta es ambas cosas.

Hace un par de semanas, en la revista Nature, Martin Smith, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cambridge, y Jean-Bernard Caron, del Museo Real de Ontario, publicaron sus más recientes hallazgos acerca de la reconstrucción de Hallucigenia un organismo que ha cambiado más estando extinto que cuando estaba vivo.

A principios del siglo XX en el suroeste de Canadá, cerca de la frontera con Estados Unidos, Charles Doolittle Walcott dio con el yacimiento de esquistos de lutitas conocido como Burgess Shale. Se trata de rocas formadas por la compresión de sedimentos que con el tiempo crean capas que se pueden separar en rebanadas. Con frecuencia se usan para pisos y también es común encontrar restos fósiles aplastados en ellas. Walcott notó en 1909 la existencia de fósiles de animales rarísimos, entre ellos Hallucigenia. Por las características del lugar se trataba de fauna del Cámbrico, el periodo geológico que se ubica al rededor de 500 millones de años de antigüedad.

Las formas que encontró no se parecían a nada visto, ni vivo ni fósil. Por ejemplo Hallucigenia era una especie de gusano sin un frente definido con puntas de un lado y ventosas aguaditas del otro. Walcott pensó que estaba emparentado con las lombrices de tierra. En los años cuarenta Charles Knight realizó una serie de pinturas de la fauna a lo largo de las eras geológicas y puso a Hallucigenia como una breve oruga que no se sabía si iba o venía o si estaba boca arriba o boca abajo.

En los años setenta Simon Conway del mismo Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cambridge público en la revista Paleontology una reconstrucción de Hallucigenia radical, literalmente la puso patas pa’rriba. De entrada fue quien la llamó Hallucigenia por su alucinante aspecto. Ajá.

Luego consideró que los picos eran patas rígidas como palillos chinos y las cosas aguaditas tal vez para intercambio gaseoso. El extremo más ancho lo imaginó como cabeza. El resultado fue tan extraño que emocionó a Stephen Jay Gould, el popular paleontólogo de Harvard, que lo usó como ejemplo en su libro La vida maravillosa, un mamotreto insufriblemente pomposo que busca hacer encajar a cómo de lugar las evidencias para apoyar su visión sobre las contingencias en la evolución. La idea es que no hay nada que indique que las formas de vida actuales volvieran a surgir si reiniciáramos la historia del mundo. Es como la película Corre Lola, corre de Tom Tykwer con Franka Potente, en cual el mismo día se repite pero puede cambiar dependiendo de infinidad de factores. Gould pensaba que los bichos del Cámbrico eran una evidencia de que pudo existir un destino evolutivo distinto. Y tenía razón, solo usó ejemplos inadecuados y con escaso crédito a Conway. Curiosamente el inicio del libro es una crítica a Walcott por querer ver en algunos fósiles antecesores de grupos actuales.

Por más que el erudito Richard Fortey y otros evolucionólogos clamaban prudencia paleontológica el carisma de Gould y la espectacularidad del gusano ganaron. La vida maravillosa fue un hit en los años ochenta y parte de los noventa. Hasta que llegaron los chinos y colgaron bien el cuadro y todo el mundo se dio cuenta que a Hallucigenia le había pasado lo mismo que a Henri Matisse y otros artistas.

La obra “El árbol de Lawrence” de la artista norteamericana Georgia O’Keefe estuvo expuesta de cabeza en dos ocasiones, a inicios de los años treinta y luego durante casi toda la década de los ochenta del siglo pasado. El mismísimo Vincent van Gogh ha sido humillado un par de veces por los británicos no solo al ponerlo a combatir a un perico intergaláctico en la serie Dr. Who, sino al instalar al revés su pieza “Hierba y Mariposas” en la National Gallery. Pero sin duda el caso más famoso es el del pobre Henri Matisse. “Le Bateu” fue vista por más de 160 mil personas durante más de un mes (no al mismo tiempo, claro está) colgada de cabeza hasta que una mega fan llamada Genevieve Habert le dijo al poli de la entrada del MoMA de Nueva York lo que ocurria. La leyenda urbana cuenta que el poli le contestó: “Mire, ni usted ni yo sabemos cómo va.”

A principios de los años noventa fósiles de Hallucigenia muy bien conservados fueron descubiertos en Chengjiang, China y finalmente se pudo saber que los zancos eran espinas en la espalda y las ventosas patitas.

Y el 2 de julio pasado Martin Smith propuso el lugar que parece correcto para cabeza, boca y trasero. Aunque no me lo crea, la noticia ha dado la vuelta al mundo causando un revuelo y animando intensas discusiones en todas las cafeterías universitarias. No pocas sesiones de Calabozos y Dragones han terminado abruptamente. Reconstruir este bicho ha llevado más de cien años. Y los más grandes miden 25 milímetros.

Así que primero Hallucigenia caminaba con aguijones a manera de zancos y soplaba gases por ventosas pegajosas como de teletubis por toda la espalda. Al final resultó que lo armaron al revés.

Oyendo a los personajes de The Big Bang Theory es difícil imaginar que los errores son parte fundamental para el avance de los conocimientos sobre la naturaleza, es decir para la ciencia. Pero lo son. Algunas veces la corrección se tarda demasiado debido a las más variadas causas que van desde pensar que los genios no se equivocan hasta la forma de presentar los hallazgos. Las imágenes de la estrambótica fauna cámbrica creadas por Knight y las interpretaciones de Gould no solo representaban las limitaciones técnicas para reconstruir fósiles sino las ganas de que una parte de la naturaleza se acople a como nos gustaría que fuera.

Conway por su parte se tomó muy bien que su reconstrucción fuera hallada incorrecta. Sigue siendo un reputado académico en Cambridge miembro de la Royal Society desde los 39 años y ganador de la mayor condecoración en la paleontología por parte de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, la Medalla Charles Walcott.

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