Hace unas semanas la portada de la revista Vanity Fair mostró a una seductora mujer que hasta hace poco fuera un héroe de los deportes olímpicos, Bruce Jenner. La polémica se desató. El New York Times habló del heroísmo de Jenner lo que ocasionó un tsunami de comentarios. Algunos medios no sabían muy bien cómo referirse a su nueva condición. Por ejemplo en una machicuepa lingüística con dos y medio giros al frente, el diario La Crónica de Hoy del 10 de junio de 2015 describe a Jenner como “la ex atleta olímpico.”
Y es que el lenguaje políticamente correcto no es fácil.
En el Wall Street Journal decidieron preguntarle a Paul R. McHugh un veterano psiquiatra que repite desde hace años que el transexualismo es un padecimiento que se debe tratar psiquiátrica y psicológicamente en lugar de derivar de manera directa en una cirugía de reasignación de sexo. En este contexto un joven y talentoso académico mexicano declaró en las redes sociales que “este tipo (McHugh) es el mejor ejemplo de por qué combatir a los restos del viejo establishment psiquiátrico” y recomendaba “casi cualquier libro sobre género” para darse cuenta de que género y sexo no son lo mismo, en especial los de la antropóloga Marta Lamas.
Visto así, parecería que un viejito de 84 años defiende posiciones arcaicas frente a la modernidad del cuerpo sobre pedido.
En realidad, la idea de que hay almas o psiques sin género o intercambiables, es muy antigua. Todas las mitologías y religiones apelan a entidades asexuadas, sin género o con ambas sexualidades. Los vikingos tenían a Loki que podía pasar a entidad femenina y en algunas versiones hasta transformarse en una yegua que queda preñada, detalle mínimo que omitieron los guionistas de The Avengers. En el cristianismo los ángeles son asexuados y hasta el mismo Yavhé carece de género, aunque en la mayoría de las parroquias lo pinten igualito a Chuck Blazer. En la sensacional novela de Virginia Wolf, Orlando, el personaje principal que da nombre a la obra un buen día cambia de sexo sin dejar de ser la misma persona. En Identidad Sustituta, Bruce Willis habita en una sociedad donde la gente vive y siente a través de cuerpos sintéticos que pueden ser femeninos o masculinos.
El gran impulsor moderno de estas perspectivas fue John Money. Los términos rol de género y orientación sexual se le deben a él. El impulso a la aceptación de las personas trasngénero en parte es consecuencia de su libro de 1969 Transexualismo y Reasignación de sexo. En 1955 Money definió la sexualidad en siete niveles que iban desde el genético, hasta la identidad de género. La sexualidad podría ser un acoplamiento de todos estos niveles o variar en todas las combinaciones posibles. Una buena parte de todo lo que sustenta los actuales movimientos activistas de la sexualidad se le debe a Money. Por ejemplo, el libro de Marta Lamas Cuerpo: Diferencia sexual y género, entre sus 219 citas bibliográficas, ninguna científica, incluye una de Money.
Pese a todo esto Money está lejos de ser el héroe de la diversidad sexual.
El 1966 durante una circuncisión mal hecha le fue mutilado el pene a un bebé llamado Bruce Reimer. Money convenció a los padres de que Bruce fuera criado como Brenda. Durante años reportaba el desarrollo de Brenda y su hermano gemelo Brian como un éxito contundente en la reasignación de género a través de cirugías y educación. La realidad era una tragedia inimaginable que terminó con el suicidio de Bruce/Brenda en 2004.
De hecho, la realidad de buena parte de las personas trasngénero es igual de trágica.
En 2011, Cecilia Dhejne y un equipo del Instituto Karolisnka de Suecia, publicaron un seguimiento de varias décadas de más de 300 personas con reasignaciones quirúrgicas de sexo. Los resultados ciertamente son aterradores. El riesgo de muerte sin importar la causa es tres veces mayor a la población abierta; las afecciones cardíacas y ciertos tipos de cáncer son 100% más frecuentes que en la población abierta. Pero lo más terrible es la tasa de suicidio de 2.7 contra 0.1 en por cada mil habitantes en población abierta, lo cual es consistente con distintos estudios previos que establecen la transexualidad como una condición que eleva el riesgo de suicidio. Otras investigaciones son más estremecedoras. Masahiko Hoshiai y un equipo del Departamento de Neuropsiquiatría de la Universidad de Yokohama, publicó en 2010 un seguimiento sobre los padecimientos psiquiátricos de más de 600 personas con reasignación de sexo en Japón. Los casos de automutilación llegaron a más del 30%.
¿Por cierto, quién rayos es Paul R. McHugh? Católico declarado, es poco querido por activistas y abogados; en los noventas declaró que muchos de los casos de denuncias de abuso a menores que se hacían en edad adulta se basaron en metodologías dudosas como regresiones, hipnosis y libre asociación de ideas que reflejan más los prejuicios y la conducción del terapeuta que un fenómeno real. Contrario a las posturas de los comités de nomenclatura del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, propone que el diagnóstico y definición de un desorden mental debe incluir mucho más que una lista de síntomas y considera que algunos padecimientos mentales en realidad no son enfermedades, como es el caso de las personalidades múltiples o el estrés postraumático. Y por supuesto, considera que los desajustes reales de identidad sexual son muchos menos comunes que las cirugías que se están realizando. Curiosamente, fue también parte de los equipos pioneros en cirugías de reasignación de sexo en los sesenta, y se opuso a ellas tras encontrar que los problemas de personalidad o sociales de los pacientes reasignados no cambiaban tras sus cirugías.
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