Al parecer nadie llegó al país de Oz tras el tornado de hace unos días pero la pobre Acuña quedó como hotel de Playa del Carmen en Semana Santa. Y es que los tornados son cosas misteriosas que vienen, destruyen todo y se van. Son como spring breakers en Cancún.
Estos torbellinos son tan rápidos y tan delgados (los tornados) que los sistemas satelitales que se usan para detectar tormentas, huracanes y ciclones difícilmente los encuentran, especialmente durante su formación. Con todo y todo muchas poblaciones en el mundo que se encuentran en zonas de tornados como Australia y las planicies de Estados Unidos han generado distintas formas de detección, alerta y salvaguarda. Los sótanos son artículo de primera necesidad en Kansas. La pregunta es qué hacen, no solo en Acuña, sino en Monclova, Casas Grandes o Huamantla (sí, Huamantla).
Hace unos años la revista National Geographic publicó un mapa de riesgos de fenómenos meteorológicos en Norteamérica donde tuvieron la delicadeza diplomática de poner a México. En la parte de tornados el riesgo del lado mexicano era cero. ¿Qué clase de misterio atmosférico evitaba que se dieran estos torbellinos en nuestra tormentosa patria? Hubo quien insinuó que si algunos conductores nacionales que se estacionaban en doble fila, en sentido contrario y lanzaban la basura por la ventanilla sin piedad ambiental alguna, apenas cruzaban a Calexico se convertían en ciclistas noruegos, cabía la posibilidad que rudísimos tornados al pasar el rio Bravo se desvanecieran en delicadas brisas papaloteras. En realidad no había datos reportados. Entre que el norte del país sigue medio despoblado y el escaso apoyo a la investigación meteorológica, colectar datos fidedignos no es fácil. Tampoco es que los de National Geographic se hubieran esforzado mucho.
Hace un par de años Jesús Manuel Macías y Asunción Avendaño del CIESAS y de la misteriosa y desconocida Comisión Interinstitucional para el Análisis de Tornados y Tormentas Severas, publicaron un estudio de la frecuencia y distribución de tornados en nuestro país. Del año 2000 al 2012 se tiene un registro fidedigno de 126 tornados en todo nuestro territorio.
El mes con más tornados es mayo lo cual coincide con los vientos lluviosos y fríos de la temporada y el verano que hace que nos asemos a nivel de cancha. Cuando una corriente horizontal de aire frio y rápido se cruza con una de aire caliente cercana a la superficie se forma una nueva corriente en espiral a ras del suelo; un torbellino horizontal. Si éste se topa con una nube de tormenta donde hay aire muy frio y pesado que baja, del que dicen que huele a lluvia, y aire más tibiesón que asciende mejor vaya pensando cómo enfrentar a la bruja mala del oeste. Está frente al nacimiento de un tornado. El aire tibio que sube empuja hacia arriba el torbellino horizontal, lo levanta; lo pone de pié. En la parte de abajo, quién sabe porqué, se forma un remolino mucho más delgado y vertiginoso. En verdad no se sabe. Ese es el tornado. Al igual que a Pancho López, su intensidad hace que duren poco no sin antes hacer cuanto destrozo pueden.
La mayoría de los tornados tienen vientos que no pasan de los 100 o 120 kilómetros por hora lo cual puede hacer que se pierda alguna ventana o mandar al suelo un anuncio publicitario pirata de algún candidato, pero salvo que su casa sea del Infonavit no hay mayor riesgo. Los peores sí rondan los vientos de más de 400 km por hora que sin dunda lo enviarán sin escalas al mundo de Oz. De hecho la mayoría de los aviones despega a velocidades menores a esa. La escala para calcular los efectos y la potencia de un tornado es la llamada Fujita que va de F0 a F4 con los daños más graves y las rachas de viento más intensas.
De acuerdo con la investigación de Macías y Avendaño el estado con más tornados es el Estado de México, que sí guarda cierto parecido con el país de Oz pero sin mago; le siguen Veracruz y Tlaxcala donde al parecer no solo la trata de mujeres y niñas pasa todos los días sin que se note, también los tornados. En junio de 2011 un tornado en Huamantla nada más arrancó doce árboles en unos cuantos segundos. El año pasado otro derribó veintiséis árboles y destrozó cultivos y hace un par de semanas cuatro tornados pusieron a temblar a toros y toreros de las dehesas tlaxcaltecas.
Sin embargo el tornado más destructivo registrado en nuestro país hasta la fecha ha sido el de Piedras Negras, Coahuila, en la mera frontera, el 24 de abril de 2007 con tres muertos, seis más del otro lado, otros 15 bajo el eufemismo de desaparecidos y 7,000 damnificados. Los estudios indicaron que se trató de un tornado categoría F3 con vientos que alcanzaron los 400 km por hora.
Evitar ver el estado de cuenta bancario no hace desaparecer un adeudo lo mismo que no ir con un oncólogo un tumor. Lo ocurrido en Ciudad Acuña el 25 de mayo no es una excepción aunque lo parezca. Los tornados en México han existido siempre. Regresarán cada temporada. La falta de un registro nacional no evitará que ocurran y regalar dinero para la reconstrucción de casas es todo menos una buena estrategia. La generación de sistemas de alerta y estrategias municipales de seguridad con base en las evidencias científicas es lo único que evitará que una y otra vez estemos pidiéndole al mago en turno que nos regrese al hogar. Lo malo es que su magia reconstructiva es sólo un truco barato manejado detrás de una cortina.
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